Crucé el charco y quise que todos los abuelos chilenos también lo cruzaran"
¿Por qué hubo tanta resistencia a cambiar el sistema de jubilaciones? Se aprobó una reforma, sí, pero sigue cimentada sobre el modelo de AFP, un sistema que no garantiza pensiones dignas. Mg. Leticia del Pilar Campos Olivares, Experta en Propiedad Minera y de Aguas del, Departamento de Ingeniería de Minas Universidad de Atacama
Este verano tuve la oportunidad de realizar una pasantía en España como parte de mis estudios de postgrado. Más allá de la experiencia académica, hubo algo que me marcó profundamente: la calidad de vida de los jubilados españoles. Aunque no perfecta, parecía ofrecerles una existencia más digna y tranquila que la de nuestros abuelos en Chile. Desde el primer día noté una diferencia que iba más allá de las cifras y las políticas públicas; se reflejaba en las calles, en los supermercados, en las plazas.
Lo primero que me sorprendió fue el costo de los alimentos. En el supermercado, los productos tenían precios similares o incluso más bajos que en Chile. Pensé en nuestros abuelos, en cómo deben estirar cada peso, muchas veces renunciando a una alimentación adecuada porque simplemente no les alcanza.
Sin embargo, la diferencia más impactante estaba en la vida social. En España, los jubilados realmente disfrutaban de su retiro. En los pequeños pueblos que visité por trabajo con mis compañeros, era común verlos compartiendo en bares y plazas, tomando un café o incluso una cerveza antes del mediodía. Muchos se nos acercaban, curiosos, preguntándonos qué hacíamos allí. Al saber que era chilena, recordaban con cariño a los compatriotas que llegaron exiliados durante la dictadura. Hablaban de Salvador Allende y de las reformas que intentó impulsar.
¿Cómo explicarles que, en Chile, muchas personas de su edad aún deben seguir trabajando porque sus pensiones son insuficientes? ¿Cómo contarles que mientras ellos viajan y disfrutan su tiempo libre, en mi país hay abuelos que apenas sobreviven?
El contraste me golpeó con más fuerza al regresar. Ayer, en el supermercado, vi a un abuelo contando sus monedas en la caja. En su canasto llevaba un tarro de jurel, dos dulces y una botella de agua. Esa imagen me dejó una mezcla de indignación y tristeza.
¿Por qué hubo tanta resistencia a cambiar el sistema de jubilaciones? Se aprobó una reforma, sí, pero sigue cimentada sobre el modelo de AFP, un sistema que no garantiza pensiones dignas. En España, en cambio, la lógica es distinta: los jóvenes sostienen las jubilaciones de los mayores, creando un sistema solidario que, con sus propios desafíos, permite que la vejez no sea sinónimo de miseria.
Cruzar el charco me hizo desear que todos nuestros abuelos también pudieran hacerlo, para vivir con la dignidad que merecen.