Baltasar Garzón
Garzón ha suscitado una agria polémica ¿Acaso, se ha dicho, no fue Garzón un asesor de Bolivia en la disputa con Chile, un agitador de los días de octubre del 19 cuando se le vio escoltado por la primera línea, un hincha de los gobiernos bolivarianos, alguien que dejó de ser juez por prevaricación, es decir, por resolver a sabiendas en contra de lo que la ley disponía?
Todo eso es verdad y es cierto que, a primera vista, resulta extraño que el presidente de Chile, a nombre del pueblo como dijo el presidente, le entregue una medalla.
Pero no fueron esas actuaciones de Garzón las que lo hicieron merecedor de una medalla a medio siglo del golpe.
Fue la detención de Pinochet. Y eso sí justifica el reconocimiento.
Mientras recibía tratamiento médico en una Clínica de Londres -la London Clinic, para mayores señas- el General Pinochet, entonces Senador de la República de Chile, fue puesto bajo arresto en cumplimiento de dos órdenes, una del 16 y otra del 22 de Octubre del año 1998, expedidas por jueces británicos a instancias de Baltasar Garzón. Garzón un juez español, había conducido por casi dos años una exhaustiva investigación en la que estableció que quien entonces yacía en la Clínica londinense, había conducido, mientras estuvo a la cabeza del gobierno en Chile, en coordinación con el gobierno argentino, y con miras a exterminar toda oposición, una intensa operación represiva que acabó con el desaparecimiento de personas entre las que se incluían ciudadanos británicos y españoles. Las órdenes de arresto se cumplieron entonces como parte de una extradición requerida por el gobierno español. Luego de varias instancias, se liberó a Pinochet por la justicia británica; pero no porque no hubiera cometido los crímenes de los que se le acusaba, sino porque bajo la ley inglesa ellos eran susceptibles de persecución extraterritorial solo si hubieran sido cometidos luego del año 1988.
Esa actuación de Baltasar Garzón, tuvo dos efectos no menores en el ámbito del derecho y la política.
Por una parte, reafirmó la tesis de los crímenes de lesa humanidad y la idea (hasta entonces más presente en los textos que en la realidad) que cuando esos crímenes se cometen, ninguna jurisdicción puede servir de refugio para escapar de la pena. En otras palabras, la tesis y la conducta de Garzón sirvió para subrayar que hay crímenes que son lesivos para la condición humana en su conjunto y que, por eso, su persecución es extraterritorial, cualquier juez, de cualquier jurisdicción podría emprenderla. No hay refugio alguno para quien cometa crímenes de esa índole puesto que tratándose de ellos habría jurisdicción universal.
Por otra parte, el caso Pinochet como se le conoció en los foros legales, obligó a volver sobre los acontecimientos de la dictadura que subsistían, es cierto en la memoria, pero de los que ya por esos años casi nadie hablaba en medio del progreso y la internacionalización del país. El caso Pinochet, que sin Garzón no habría existido, no solo condenó al dictador al ostracismo --puesto que fue un senador silente y ausente desde que en el aeropuerto se levantó de la silla de ruedas y enarboló su bastón-- sino que fue además un revulsivo contra el olvido que entonces, y también ahora, amenaza con invadirlo todo.
Sí, es verdad. Garzón apoyó a Bolivia, cedió a la tentación de convertirse en líder intelectual de gobiernos mediocres, celebró octubre sin comprenderlo de veras y según se dice prevaricó; pero a pesar de eso prestó esos otros servicios inestimables por los cuales si no se le admite se le condecore, debe aceptarse que tiene el derecho indudable de, al menos, recibir una medalla de manos del presidente.