Cientos de familias participaron en la Bendición de los niños
FE. El obispo llamó a los padres y a los niños a leer la biblia para acercarse a Dios. Una instancia en que se compartió no sólo el mensaje, sino que también hubo alegría y cánticos.
Niños y niñas de diferentes edades junto a sus padres y familiares, llegaron hasta la Iglesia de la Candelaria para la Bendición de los Niños, una ceremonia donde hubo globos, música, y hasta cantos con coreografías para los chicos.
El padre Francisco Javier Medina llevó al altar la reliquia del beato Carlo Acutis, que se encuentra estos días en el Santuario, para ser exhibida durante la celebración de los niños.
El obispo monseñor Ricardo Morales fue el encargado de entregar un mensaje a los chicos preguntándole si usaban más la biblia o el celular, haciendo un llamado a la lectura tanto de los pequeños como de sus padres.
Luego el evangelio que se leyó fue el pasaje en que Jesús dice la frase "Dejen que los niños vengan a mí". Sobre este evangelio, el obispo quien presidió la celebración, manifestó su alegría y gratitud al Señor por este encuentro.
Hablando a los adultos presentes, les invitó a ayudar a los niños a ocupar menos tiempo en los celulares y más tiempo en la lectura de la Biblia, lectura para hacer juntos. "Cristo nos habla en este libro- dijo el obispo-, todas las historias de Jesús las sabemos por la Biblia".
Continuó invitando al compromiso de leer por lo menos una vez a la semana la Biblia. "Van a encontrar pasajes muy bonitos, Jesús sanando, enseñando a orar, papás, cuando los niños estén aburridos no les pasen el teléfono, pásenle la biblia. Niñas y niños, pidan a sus papás, abuelos que les ayuden a conocer este libro para estar más cerca del Señor", dijo.
En el momento de la oración, se oró por las familias, por las niñas y niños, también por los que sienten solos o están enfermos, por los padres y abuelos. Como ofrenda se presentó al altar una maqueta del Santuario de Nuestra Señora de La Candelaria.
Tras esto, el obispo bendijo el agua, que luego los sacerdotes y diáconos rociaron sobre las familias y niños. Muchos de ellos pudiendo por mejoras en su salud.