La inclusión educativa es un imperativo y así lo han establecido las normativas y políticas que sustentan el sistema escolar, sin embargo, vale tener en cuenta las dificultades que en la actualidad están viviendo los estudiantes con diagnóstico de trastornos del espectro autista al interior de las comunidades escolares.
Lo primero es reconocer que la infraestructura escolar actual no colabora con la intervención ni el acompañamiento, en especial, en los casos que requieren atenciones más personalizadas, donde las salas fueron proyectadas para atenciones entre 30 a 45 estudiantes.
Lo anterior, exige una inversión en readecuaciones escolares para permitir una intervención temprana, efectiva y contextualizada a las necesidades que experimentan los estudiantes, también contar con alternativas de atención escolar diversas a las presenciales, tales como las ambulatorias y domiciliarias que favorezcan la adaptación y el desarrollo a estudiantes con cuadros más críticos.
Un punto esencial son los ajustes a la normativa vigente, donde sin duda el programa de integración escolar, cuyo nombre ya muestra un desfase con los nuevos tiempos, debe modificar su foco administrativo para centrarse en la intervención y en el desarrollo formativo de los equipos para así hacer frente a los dinámicos desafíos que exigen los estudiantes.
También, la acreditación del personal que atiende a estudiantes con el diagnóstico, tanto docentes y asistentes de la educación como psicólogos, psicopedagogos, educadores diferenciales y asistentes de aula. La preparación es clave para un abordaje efectivo, ya que la improvisación puede afectar vidas.
Una urgencia es la creación de un centro integral que apoye a las familias y las comunidades educativas en este desafío, un lugar de encuentro donde se obtenga intervención temprana, asesoría y acompañamiento tal y como lo realiza la Teletón con la discapacidad física. Necesario es conformar una instancia de encuentro de los padres, madres o tutores de estudiantes TEA para conocer sus avances y sistematizar mediante un repositorio la experiencia que han ganado en el día a día con sus hijos, para ayudar a generar evidencia que fomente la investigación. En este punto las universidades podrían hacer una contribución determinante.
Un paso fundamental son las campañas sociales para entender el autismo, conocerlo desde dentro para empatizar con las personas que lo viven y acercarse al esfuerzo que realizan para que los entornos puedan aceptarlos sin discriminación ni acoso de ninguna especie.
Cristian González
Director ONG Supérate