Copiapó y el cólera
A Copiapó, la peste del cólera llegó en marzo de 1888. Para aislar a los afectados, se construyó con urgencia pabellones para atender a los enfermos terminales, fueron quemadas las ropas que usaban y los muertos acarreados en carretas hasta las afueras de la ciudad. No se permitió que los fallecidos fueran sepultados en el cementerio, por lo cual se usó un sitio eriazo y bien alejado del poblado como cementerio, esos campos mortuorios eran conocidos como lazaretos.
Uno de esos cementerios, hoy se encuentra en medio de una de las poblaciones de Copiapó: la calle Campo de Marte en la población Balmaceda Norte.
Hubo de pasar casi setenta años para usar el lugar como apto para construir viviendas.
Una antigua vecina del sector me afirmó que, la primera habitante de ese sector fue doña Agustina Morales.
Entre sus recuerdos, dijo: "no había nada, todo era un peladero, construimos nuestra casa en los límites de la chacra de los Guggianna"... "Era muy común ver desde la calle, el lavado de ovejas que hacían sus dueños en la acequia que bordeaba los límites del último callejón..."
"Por allí pasaban los ganados que iban a la estación de ferrocarriles, desde allí partían al norte, a las salitreras; venían desde Argentina después de haber cruzado los pasos fronterizos..." Se refería al callejón de Los Toros, que aun existe.
En paralelo estaba el callejón Campo de Marte, el cual no tiene ninguna relación con militares en el lugar, desfiles, campos de entrenamiento o maniobras.
Simplemente su nombre verdadero había sido antes Campo de Muerte, el cual con el tiempo fue cambiando de nombre, hoy su nombre es Campo Marte.
Según el testimonio de algunos vecinos, hasta el año 1957 había cuatro casas de barro, totoras y maderas. Aún quedaban algunos cercados y alambradas del viejo cementerio, la puerta de entrada estaba en las cercanías de las calles Colo Colo y Circunvalación y donde según el mito popular, había un entierro; se dice que había una gran campana de oro. Hasta nuestros días, aún no se ha hecho un levantamiento de los restos mortuorios existentes en el lugar. Con regularidad se encuentran despojos y restos de cadáveres que los vecinos del lugar, sabedores de la situación, toman con mucha naturalidad.
Roberto Miranda
Bufón
El bufón, durante la historia, ha cumplido una peculiar labor. En resumen: incomodar al poder. Así, se ha entendido como una persona con atributos especiales, como la elocuencia y la gracia, y con ciertos privilegios circunstanciales, que es capaz de decirle al Rey, a través de una sátira rutina o un montaje carnavalesco, lo que sus súbditos son incapaces de pronunciar.
De esta misma forma se nos presenta Stefan Kramer, nuestro bufón contemporáneo. Un artista con indiscutibles talentos y con ciertos privilegios, como él mismo reconoció en el Festival de Viña, que viene incomodando al poder desde hace un par de años con sus hilarantes representaciones. Este, hace pocos días, nos enseñó su último trabajo; una imitación al ministro de Salud Jaime Mañalich que, obviamente, consiguió viralización y aplauso de forma inmediata. En esa línea, así como se reconoce la función social del bufón -incomodar al poder-, es prudente considerar que esa rutina se realiza en medio de la peor crisis sanitaria del mundo en las últimas décadas, la cual ha cobrado la vida de miles de personas en el mundo y de 4 compatriotas en nuestro país. Así, no parece ser prudente mofarse de nuestra máxima autoridad sanitaria. Por el contrario, la rutina humorística solo viene a debilitar a la persona encargada de la salud de todos los chilenos, en circunstancias que la misma OMS ha reconocido que el manejo de la crisis por parte del Gobierno de Chile ha sido el adecuado dadas las circunstancias.
Javier A. Labrín Jofré
Futuro nacional
La tormenta pandémica de covid-19 ha derrumbado los precios de los commodities, poniendo en evidencia -otra vez más en nuestra historia económica- nuestra excesiva dependencia a los recursos naturales.
Un llamado enfático y urgente es necesario de hacer en pro de la diversificación productiva. Lo han hecho The Economist y El Tiempo (Colombia) solo muy recientemente. Asimismo, el 27 de enero, el ministro de Hacienda, Ignacio Briones, ya había manifestado su preocupación por la sensibilidad de nuestra economía a los efectos externos. De esta forma y para lograr diversificarnos, explotar el potencial de nuestros sectores agrícolas, manufactureros y de servicios, debiese ir acompañado de una decisiva política tecnológica que emplee a nuestro talento tecnológico y apunte al progreso técnico en dichos sectores. La tormenta pandémica -que tarde o temprano va amainar- es un agresivo llamado de atención a rejuvenecer nuestro sistema productivo para así volver a crecer. La guerra contra el covid-19 posee muchísimos frentes: uno de ellos, el cómo volver a la senda del desarrollo tras su término.
Camilo Barría-Rodríguez, historiador