Aunque nació en Pakistán, Malala Yousafzai vivió en carne propia a sus 15 años un atentado de intolerancia religiosa al recibir un disparo de un fanático talibán por representar un movimiento de apoyo a la escolarización de las niñas en su país natal. Pero Malala sobrevivió para visibilizar mundialmente un problema que aleja a las mujeres de un derecho que cambia vidas y que ahora en Afganistán podría volver a repetirse.
La educación como herramienta de movilidad social, igualdad de oportunidades y desarrollo personal y comunitario es central para el avance de las naciones, por ello, la prohibición o mayores restricciones para el acceso de las niñas y mujeres a un ámbito escolar, es perjudicial y atentatorio contra sus derechos.
Las rigideces que por decreto establece el régimen talibán de Afganistán para permitir el acceso de niñas y mujeres al estudio, se suman a las ya varias restricciones que viven en la sociedad lo que promovería un incipiente abandono de este proceso.
Prohibición de clases mixtas, contratación de mujeres profesoras, uso de indumentaria que oculte cuerpo y rostro, además de contar con más espacios diferenciados para evitar el contacto con hombres, claramente dificultarán su incorporación porque no siempre estarán esas condiciones cubiertas.
Y aunque la escolaridad primaria avanza sin límites en el mundo, el nivel secundario y superior experimenta diversas situaciones de retardo por el mayor nivel de responsabilidades que viven las mujeres en casi todas las sociedades en sus diversos roles como hijas, madres y hermanas, las que se incrementarán con estas exigencias.
En este contexto, lo favorable, es que en un mundo global es imposible pensar que la comunidad internacional quedará inmóvil frente al atropello de los derechos de las personas, más con la incertidumbre de un régimen con antecedentes acreditados de violaciones a los derechos humanos, en especial, contra de las mujeres, minorías y disidencias al interior del país.
La escuela es un centro de oportunidades para el avance social y el pleno desarrollo de capacidades, por ello vale la pena reconocer el trabajo que realiza Malala al promover que las intolerancias no deben ser un obstáculo para continuar asegurando el acceso de niñas y mujeres a la educación.
Cristián Gonzalez V.
Director de ONG Supérate