Chile es uno de los países de la OCDE que menos invierte en salud mental, lo que es lamentable en un contexto como la pandemia aunque para ser justos al menos en 2021 el presupuesto aumentó considerablemente. Un total de $ 18.300 millones, lo que representa un incremento de 310%, que están siendo usados en programas y recurso humano, con énfasis en sectores vulnerables, como también atenciones por videollamadas. La inversión está pero la pregunta ¿es suficiente? Esto a propósito de los hechos de violencia que han ocurrido en el último tiempo y que han sido grabados por cámaras de seguridad. Arranques de violencia y peleas han dejado a personas con partes de su cuerpo mutiladas, lo que es muy preocupante dado que no se sabe realmente si en la calle se pueden encontrar reacciones parecidas y peores exacerbadas por el estrés y la presión diaria.
Se podría decir que estos hechos han sido comunes antes de la pandemia, pero se podría caer en un craso error. Todas las personas, de alguna u otra forma, han sido afectadas por las consecuencias de la cuarentena o de la incertidumbre provocada por un eventual contagio propio o de cercanos, por lo que queda saber quiénes han sido más afectados o no.
Niños que no pueden jugar con otros, adolescentes que terminan más encerrados en sus mundos, jóvenes que pueden sufrir una mayor ansiedad o depresión, o adultos que en cualquier momento de beligerancia pueden perder el control, son solo una parte de aquellas realidades que no son conocidas en detalle y que no se resuelven con atenciones a distancia.
Al menos el país ha ido desechando la atención manicomial y ha transitado hacia la atención comunitaria, donde los servicios han realizado planes y programas que, de todas formas, no abarcan el amplio espectro que hay en torno a la materia.
Y es que cuando se trata de salud mental, se debe partir por tener altura de miras, dados los estigmas que hay en torno a pacientes de la red asistencial, pero no solo ellos sino que con las personas que se encierran y sufren por dentro, que no quieren comentar sus estados por temor a ser tratados de "locos" u otros lamentables calificativos.