Estudios ratifican que viajeros espaciales deben ejercitarse más para contrarrestar los efectos de la gravedad en el corazón
Desde hace unos años, las agencias espaciales de EE.UU. y Europa, NASA y ESA, respectivamente, tienen puestos los ojos en dos ambiciosos objetivos: volver a la Luna y establecer una lanzadera o estación orbital, y viajar a Marte, dos retos que obligarán a los humanos (astronautas o turistas) a pasar largas temporadas en el espacio.
Por eso, conocer los efectos de la ingravidez sobre el organismo tiene una importancia crítica. Y es que, en la Tierra, el esfuerzo del corazón por mantener el flujo sanguíneo y bombear la sangre a todo el organismo y contrarrestar la gravedad, le ayuda a mantener el tamaño y el funcionamiento, pero, en el espacio, donde no hay gravedad, el corazón se encoge.
Nuevos hallazgos
En uno de esos estudios, la NASA tuvo al astronauta Scott Kelly durante un año en la Estación Espacial Internacional.
Ahora, otro estudio publicado en "Circulation" comparó la prueba de resistencia de Kelly con la hazaña de Benoît Lecomte, un nadador de élite que en 2018 cruzó el océano Pacífico a nado para investigar el impacto de la ingravidez a largo plazo en el corazón.
La inmersión en el agua es un excelente modelo de ingravidez, ya que el agua compensa los efectos de la gravedad, especialmente en un nadador en posición prona, una técnica de natación específica utilizada por los nadadores de resistencia de larga distancia.
En su estadía en la estación, Kelly ejercitó seis días a la semana, de una a dos horas al día, durante sus 340 días en el espacio.
Lecomte, por su parte, nadó por 159 días y recorrió 1.753 millas, a una media de casi seis horas diarias, pero el esfuerzo no evitó que su corazón se encogiera y se debilitara.
El análisis comparativo reveló que tanto Kelly como Lecomte perdieron masa de sus ventrículos izquierdos y ambos sufrieron un descenso inicial del diámetro diastólico del ventrículo izquierdo de su corazón. Ni siquiera los lapsos más sostenidos de ejercicio de baja intensidad fueron suficientes para evitar los efectos de la ingravidez prolongada.
En todo caso, el estudio corroboró que el corazón es notablemente plástico y responde a la gravedad o a su ausencia pero fue una sorpresa ver que "incluso los periodos más largos de ejercicio de baja intensidad no impiden que el músculo cardíaco se reduzca", reconoció Benjamin Levine, autor principal del estudio.
2 pérdidas de masa ventricular del corazón sufieron Kelly y Lecomte en el tiempo que se ejercitaron en el espacio y océano Pacífico.
2 agencias espaciales, la NASA en EE.UU., y ESA, en Europa, investigan respecto de los efectos de los viajes al espacio en el corazón.