Inentendibles manifestaciones de rabia ha provocado el envío de una mínima cantidad de vacunas a Ecuador y Paraguay, que han sido de los países más golpeados por la pandemia y sufren de escasez de dosis. Se trata de reclamos sin ningún tipo de asidero, dado que son 20 mil dosis de más de 10 millones con las que hasta ayer contaba el país, entre las Sinovac y Pfizer, lo que representa el 0,2%, la nada misma y que bajo ningún caso alteran el programa de vacunación, que ha sido considerado como exitoso hasta el momento.
Menos justificación tienen las críticas, dada la baja en la vacunación en regiones como Atacama, que comenzó a gran ritmo, pero que finalmente decayó con el paso de las semanas, lo que deja a la región con 14 mil adultos mayores de 60 y más años sin recibir dosis.
Es tan insólito ver estas discusiones y que el Presidente de la República, el Colegio Médico y otros actores y entidades, tengan que salir a explicar que no hay un perjuicio.
Se nos olvida que lo más hermoso es compartir, especialmente en tiempos difíciles y que dar esperanza a personas de otras latitudes solo debería reconfortarnos. Tanto que se estila que debemos ser solidarios, pero a la hora de mirar a otros países se prefiere dar un paso al costado o atrás, pero no solamente eso sino que llevar un mensaje que bien poco ayuda.
Pero aún si se insiste en el "perjuicio", bueno sería mirar desde otras ópticas. En el plano sanitario, hay que recordar lo que dicen los expertos, que explican que un país puede alcanzar la inmunidad de rebaño, pero si hay otros que están lejos de esas cifras, la pandemia estará lejos de terminar. Podemos acaparar todo si se quiere, pero no servirá de nada si en otros sitios no toman el ritmo que corresponde.
Segundo, el entregar vacunas también tiene un componente estratégico. El ser el centro que reparte dosis a otros, lleva al país a un estatus más alto y con ello, el país potencia su posición en Latinoamérica, lo que trae más confianza por ejemplo en inversión, lo que trae más empleo y mejor pasar a las personas, incluso a quienes dicen que está mal repartir las Sinovac o las Pfizer.
Incluso se debería ser más audaz tomando en cuenta que hay 10 millones de dosis y que hay decenas de miles que se restaron del proceso en el país. ¿Cómo? simplemente analizando si es más sensato el enviar más dosis a otras naciones para fortalecer la solidaridad, la protección de los propios habitantes del país y por un asunto estratégico. Si hay gente que no se quiere inocular, las vacunas no se pueden quedar en un refrigerador. Así de simple.