"Las escuelas tendrán que acoger a niños que vienen de una situación cuasi traumática"
El experto aborda el regreso a clases presenciales, dice que será un proceso gradual y que debe existir igualdad de condiciones.
Son miles las familias en el país que están mirando con un ojo el avance o retroceso del covid-19, mientras con el otro ven cómo caen las hojas del calendario y se acerca el 1 de marzo, fecha en que comenzará el año escolar con una prioridad en lo presencial, como ya anunció el Ministerio de Educación. La decisión, en términos sanitarios, no es fácil: enviar o no a los niños al colegio.
El punto es qué esperará a los alumnos y alumnas en este año escolar y qué seguridad tienen de que los contenidos se recuperarán, de qué forma continuará el aprendizaje.
Cristián Bellei es sociólogo y doctor en Educación de Harvard. También, es académico del Centro de Investigación Avanzada de Educación (CIAE) de la Universidad de Chile y en esa condición ha estudiado el impacto de la pandemia en la educación chilena.
-¿Cuál debiera ser el mensaje de la autoridad par que los padres envíen a sus hijos al colegio?
-Las autoridades tienen que asumir el hecho de que desafortunadamente hay incertidumbre sanitaria, que es el piso mínimo. Eso afecta a las familias porque afecta su confianza, afecta la capacidad de organizarse. En lo concreto, hay una proporción importante de familias que están en comunas con cifras muy negativas y que no saben si la presencialidad anunciada para el 1 de marzo también se les aplicará. Entonces, hay que ponerse en el lugar de las familias, donde la regla es la incertidumbre. Lo segundo es que el ministerio tiene que ser más explícito en los apoyos que les ha dado a las escuelas y liceos para equiparse y tener las condiciones que garantizan un retorno seguro. Primero se anunció que iba a haber fondos para apoyar el equipamiento sanitario, pero estos fondos eran muy pequeños y favorecerían a una proporción pequeña de los colegios. Al otro día dijeron que ese dinero se iba a duplicar y que, en vez de competir por esos fondos, todas las escuelas iban a tener acceso a ellos. Estos son mensajes contradictorios que lo que hacen es sembrar la duda. No puede ser que la familia tenga la duda de si su colegio va a ser favorecido o no. Tenemos que darles la garantía de que, si estamos invitando a las escuelas a abrirse, todas tienen que tener las mismas condiciones. Por ejemplo, la vacunación del personal, de los profesores y asistentes de la educación. Se dio a conocer un plan en el que estaban en el penúltimo lugar. Al otro día, tras las quejas, porque parece que se les olvidó que la prioridad eran que los niños y las niñas volvieran a la escuela, se anuncia que sí estarán en los primeros. Todo esto produce inseguridad, desconfianza.
-Supongamos que todo funcionará bien y que el 1 de marzo se vuelve a clases presenciales. ¿Qué tipo de educación espera a los estudiantes?
-Basándonos en las pocas experiencias internacionales que hay, tenemos que entender que el retorno va a ser gradual. No todos van a confiar de un día para otro. Lo primero es que los establecimientos se van a tener que coordinar con algún tipo de apoyo para los estudiantes que van a seguir en sus casas. En la medida en que los que empiezan a asistir les va bien, encuentran un ambiente seguro, acogedor, experimentan los beneficios del desconfinamiento, el reencontrarse con sus compañeros y compañeras, los profesores, más familias se van a sumar. Luego, las escuelas se tendrán que organizar para acoger a niños y niñas que vienen de una situación cuasi traumática y, en algunos casos, derechamente traumática. La evidencia que tenemos en los estudios realizados por la Universidad de Chile es que el periodo de confinamiento y distanciamiento físico ha sido muy fuerte, sobre todo para los estudiantes de familias más pequeñas que viven en lugares más pequeños y que tienen menos recursos. Son, además, lo que menos contacto han tenido con las escuelas. Entonces, tenemos una proporción muy importante de estudiantes que van a llegar afectados socioemocionalmente.
-¿Primero acoger, después enseñar?
-No es como en otro tiempo en que la dimensión socioemocional emergía casi como un accidente en las salas de clases. No, eso no puede ser. Los equipos sicosociales de las escuelas deberán realizar actividades explícitas orientadas a acoger lo socioemocional. Pueden ser talleres, conversaciones. Cuando uno tiene una vivencia traumática es importante conversar de ello, que uno cuente su historia, que entre todos vayan verbalizando y superando lo ocurrido. Las escuelas tienen que programar un abordaje a lo socioemocional y no esperar que surja espontáneamente, porque eso no es saludable. En segundo lugar va el aprendizaje, pero relacionado a lo anterior. Los colegios van a tener una mayor complejidad para abordar una situación de mayor heterogeneidad. Si bien todos van a estar afectados desde el punto de vista socioemocional, desde el punto de vista del aprendizaje de los contenidos, de los objetivos curriculares, va a haber una diversidad de situaciones gigantesca. La evidencia que tenemos es que en algunos hogares se han logrado organizar más o menos bien y las niñas y los niños han continuado con un proceso de aprendizaje más o menos razonable que les ha permitido cubrir no todo el currículo, pero sí una buena parte. Pero en el extremo opuesto tenemos a estudiantes que apenas han podido conectarse o tener actividades, ya sea por falta de recursos o por problemas en el hogar. La heterogeneidad va a ser la regla. Los colegios tienen que asumir esto con tranquilidad, no estresarse.
-¿Va a ser muy grande la tentación de los colegios de apurar la recuperación de aprendizajes?
-Hay tiempo para recuperar los aprendizajes más tradicionales. Lo peor que podría pasar es que una escuela diga que como estamos atrasados, los recreos van a ser más cortos, nos vamos dedicar a Lenguaje y Matemáticas y no va a haber Deportes ni Arte ni talleres de conversación. Todo lo contrario, tenemos que asumir que el periodo de recuperación de los aprendizajes académicos perdidos va a ser largo, pero que va a depender completamente de que los y las estudiantes estén bien socioemocionalmente. No hay que estresarlos porque están atrasados, porque perdieron clases o porque quedaron muy atrás. Nunca va a ser más evidente que ahora la importancia de lo emocional, la necesidad del vínculo. La mejor vía de acceso para retomar lo educativo propiamente tal no es poner la ecuación más complicada en la pizarra, sino que empezar por las disciplinas como el Arte, el Deporte, las Ciencias Sociales, las disciplinas que conectan con la experiencia vital que los estudiantes están teniendo y que conectan con sus motivaciones más internas, más profundas.
-¿Cómo van a ser las clases pospandemia?
-Hay harta discusión sobre eso. Seguramente lo más notable inicialmente va a ser que vamos a tener mayor familiaridad con el uso de estas tecnologías de enseñanza a distancia, y en buena hora, porque permiten hacer muchas cosas que antes no se nos ocurrían. Yo diría que la incorporación agresiva de la tecnología es bienvenida y seguramente llegó para quedarse, pero no creo que eso sea lo más importante. Creo que lo más importante es que vamos a revalorizar el vínculo, el tener un espacio de convivencia y aprendizaje colectivo, un espacio de desconfinamiento y que te enriquece respecto de las limitaciones de tu hogar y tu familia. Esa es la escuela, ese espacio donde están los amigos, los compañeros, los profesores. Si la escuela pospandemia va a ser algo, será con una revalorización de ese espacio colectivo que la educación nos brinda.
-¿Qué pasa con la deserción?
-El concepto de deserción tenemos que repensarlo. Siempre hemos pensado que es cuando la estudiante deja de asistir a la escuela. Pero es un proceso, no un evento. El estudiante se va desenganchando, se va desmotivando, asiste menos o asiste, pero está solo en cuerpo sin prestar la atención, no hace las tareas, no se relaciona con los compañeros y compañeras, se aísla y al final deja de ir. Según las cifras oficiales no ha aumentado sustancialmente la deserción, sigue en el rango de 2%-3%. Sin embargo, si ampliamos el concepto, si uno les pregunta a las familias cuánto tiempo están dedicando sus hijos al colegio, si están haciendo las tareas, si se están conectando, si están teniendo algo de experiencia formativa, la verdad la proporción de estudiantes que están desenganchados puede subir a 20 o 25%.
"Lo peor que podría pasar es que una escuela diga que como estamos atrasados, los recreos van a ser más cortos, nos vamos dedicar a Lenguaje y Matemáticas y no va a haber Deportes ni Arte ni talleres de conversación".