Los nuevos alicantos
Con motivo de la celebración del día del Patrimonio Cultural el próximo fin de semana un saludo pleno de admiración a quienes trabajan por el desarrollo cultural de Atacama y realizan una hermosa labor en diferentes ámbitos.
Una leyenda propia de nuestra región es el Alicanto que hace alusión a esa ave que se alimentaba de oro o plata y según lo que hubiese comido emitia destellos auríferos(oro) o argentiníferos(plata)…cuenta la leyenda que guiaba a los pirquineros a la riqueza o a la perdición de acuerdo a las intenciones que albergaban en su corazón…la ambición siempre tenía como final el caer a un abismo.
Los y las nuevas Alicantos son aquellas personas que trabajan por la cultura, porque buscan los tesoros materiales e inmateriales de nuestra región para compartirlas con sus comunidades con el objetivo de irlas enriqueciendo culturalmente y puedan valorar el legado que nos han dejado como herencia nuestros antepasados y también descubrir lo que hoy se está haciendo en el ámbito cultural.
Una dimensión esencial de las personas es la historicidad, nos vamos desarrollando en espacios y tiempos y nuestro paso va dejando huellas que quedan como testimonio para las futuras generaciones de existencias pretéritas que también tuvieron sueños, sufrimientos y aquellos anhelos propios de las personas de acuerdo la época que les tocó vivir.
Gracias al Patrimonio Cultural podemos conocer las huellas que nos han legado los atacameños y atacameñas del ayer y también es una invitación para continuar nuestro propio camino dejando un testimonio para la posteridad.
Los nuevos y nuevas Alicantos emiten destellos que se transforman en libros, canciones, pinturas, obras de teatro y todos ellos y ellas nos llevan a conocer las riquezas culturales que tenemos en nuestra región de la que debemos enorgullecernos y por supuesto también comprometernos para conocerla…solo se ama lo que se conoce y en Atacama hay mucho por conocer y para amar.
Un gran abrazo con motivo del día del Patrimonio a todos y todas los que han aportado y aportan al engrandecimiento cultural de nuestra hermosa región ustedes son los nuevos alicantos porque nos enriquecen humanamente en la vastedad del Desierto.
Miguel Angel Aguirre
Derrota gloriosa
El combate naval de Iquique jamás debió ocurrir. El error estratégico de los almirantes Rebolledo y Simpson es estudiado hasta ahora en las escuelas navales del planeta. No podían bloquear la rada de Iquique con dos endebles barcos ante la posible embestida de la armada blindada más poderosa de América del Sur, como era la del Perú.
Poco tardó el Huáscar en destrozar a La Esmeralda. Algunos cañonazos y un espolonazo hundieron a la nave de madera en el fondo de la rada de Iquique con casi la totalidad de la tripulación, liderada por Arturo Prat, que nada pudo hacer ante el blindado comandado por Miguel Grau.
Los historiadores-poetas elaboraron un relato que intentó re perfilar el sacrificio de los marinos chilenos en una jornada planificada que nunca debió ocurrir y por la cual, Rebolledo y Simpson, no fueron procesados, ni siquiera por la historia.
Los historiadores chilenos del siglo XX nunca analizaron con la debida rigurosidad el origen de la Guerra del Pacífico, con las excepciones de Manuel Ravest, Gabriel Salazar y Julio Pinto.
Ravest (1934-2015) señala en su obra "La Compañía Salitrera y la Ocupación de Antofagasta 1878-1879" (Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1983) que la guerra la incentivó la empresa inglesa Gibbs and Sons que trabajaba el salitre de Bolivia en Antofagasta con socios chilenos, entre ellos, los ministros de Guerra y Hacienda del gobierno de Anibal Pinto.
Antes del ingreso de Chile a la guerra, el parlamento cuestionó la iniciativa de Anibal Pinto, acrecentando las críticas por los intereses creados de la oligarquía criolla chilena en las rentabilidades que les entregaba el salitre boliviano explotado por los ingleses.
El 14 de febrero de 1879, la Armada y el Ejército de Chile, ocuparon Antofagasta, el mismo día de finalización del plazo de pago de patentes que fijó el gobierno boliviano a la inglesa Gibbs por la extracción de su salitre.
La pregunta es obvia: ¿Las Fuerzas Armadas chilenas invadieron Antofagasta para proteger las acciones de la Gibbs y sus socios chilenos, entre ellos los ministros de Guerra y Hacienda?
Por esa guerra de intereses murieron 25 mil ciudadanos de Perú, Bolivia y Chile, entre ellos, casi todos los marinos de La Esmeralda en un sacrificio hasta hoy sin justicia, además de cientos de atacameños que no supieron nunca la razón del magnicidio.
¿Con esa Guerra Ajena comparó la acción emprendida para combatir el coronavirus el ministro de Salud en Iquique el 21 de mayo pasado?
Osman Cortés Argandoña