No es un secreto las consecuencias económicas que ha traido consigo el COVID-19. En este contexto, en el último tiempo se han debatido varias ideas económicas para ayudar a las personas, muchas de ellas atractivas en la inmediatez, pero sin tener claridad de lo peligrosas que pueden ser. Si bien la situación es compleja, el remedio no puede ser peor que la enfermedad.
En un momento se entabló en el debate público un financiamiento del gasto público por parte del Banco Central, previamente se habló de fijación de precios de productos sanitarios, y ahora, nuevamente se debate sobre una fijación de precios en productos básicos y alimentos, debido al díficil momento económico de muchas familias.
Hay que tener cuidado, puesto que los precios son un mecanismo de transmisión de información, con la cual, la actividad productiva se reorganiza constantemente. Un alza en el precio de los alimentos le da a los productores la información de que es más eficiente (rentable) asignar recursos a la producción de alimentos que asignarlos a otras actividades. Está mayor rentabilidad, atraerá a nuevos productores, consiguiendo con ello una disminución en el precio. En el caso de las mascarillas, ante su fuerte aumento en el precio debido a un importante desplazamiento de la demanda, aparecieron nuevos productores (informales generalmente), nuevos productos, y el precio se estabilizó. Hoy en día vemos que se venden mascarillas en todos lados, de varios tipos, a un precio más o menos estable y sin escasez.
Si este proceso se desvirtua se genera escasez de productos y mercado negro, con bienes sustitutos de peor calidad y más caros. Además, estás medidas deben venir acompañadas de una fuerte y costosa fiscalización, sino, no tiene mucho sentido.
Hay otras soluciones temporales, mucho menos dañinas, como eliminar el IVA a productos de primera necesidad, subsidios a la demanda, o transferencias directas a las familias más vulnerables. También es importante perseguir y castigar duramente las conductas que conllevan a un alza injustificada de precios, como la especulación, entendiendose como la compra de bienes con el motivo de una posterior reventa más cara y no de su uso como debiese ser.
Felipe Salce Díaz
Académico del Departamento de Ingeniería Comercial, UDA