Las encuestas lo dicen y lo reiteran: la aprobación ciudadana a los políticos es baja, bajísima. Y lo peor es que esas malas notas se traspasan a las instituciones. Así, la nota que se pone al Congreso también es deficiente. Y esta realidad contagia todo el sistema democrático.
Esta pobre apreciación no es un capricho. Es el resultado de una sumatoria de hechos, de variadas situaciones dudosas y criticables. Así, queda al descubierto una verdadera feria donde se transan facturas y boletas "ideológicamente falsas" para financiar a los políticos. A los de aquí y a los de allá.
Estas situaciones han llegado a los tribunales y las instituciones, en medio de atendibles dudas, han comenzado a funcionar.
Pero hay hechos que están más allá de las leyes, pero que son igualmente graves y añaden leña a la pira donde arde el prestigio de políticos e instituciones. Nada ilegal, pero si alejado de los márgenes morales en que deben situarse los servidores públicos, los designados y los elegidos.
Tal es el caso del senador DC Jorge Pizarro, quien en momentos en que la tragedia azota a la zona que representa, parte a Inglaterra para asistir al torneo mundial de rugby, su deporte favorito.
Como todas las personas es lógico y es bueno que los servidores públicos tengan aficiones. Puede ser el rugby, el fútbol, la filatelia, el yoga o la brisca. Pero aquel elegido como representante de miles de personas no puede (o debe), en momentos de aflicción de sus representados, priorizar su pasatiempo antes que su tarea junto a los que sufren.
Es cierto que tras el terremoto y maremoto Pizarro visitó la zona. Pero fue una visita breve, apuradito, mirando el itinerario aéreo. Es cierto también que los parlamentarios no tienen funciones ejecutivas y que no pueden disponer recursos o ayudas en la zona siniestrada.
Pero hay algo que vale mucho: la compañía a los que sufren, la presencia en medio de las aterradoras réplicas y ruinas; compartir, escuchar en medio del desolador cuadro que día a día nos presentan los medios de comunicación.
En el viaje del senador Pizarro no hay nada ilegal, pero si una actitud de frivolidad que sin duda lo podría afectar en futuras elecciones y que lesiona a las instituciones y también a su propia colectividad, la DC, que preside, nacida bajo la inspiración del humanismo cristiano, término que supone poner en primer lugar a las personas, especialmente a las sufrientes, como es el caso preciso de aquellos que con su voto lo llevaron a la Cámara Alta.