Correo
¿Cuánta violencia más necesitan para actuar?
Señor director:
La reciente balacera que afectó a estudiantes en el centro educativo de San Pedro de la Paz ha vuelto a poner sobre la mesa un debate que, aunque incómodo para algunos, ya no puede seguir postergándose. El ministro de Educación, consultado por la posibilidad de instalar pórticos detectores de metales en los colegios, señaló que es "un aspecto de la conversación, que puede ser importante y estamos abiertos a conversarlo; no es ni por lejos lo más significativo que tenemos que abordar".
Más allá del tono mesurado, sus palabras marcan un giro. Lo que hasta hace poco era una negativa rotunda, ahora al menos se insinúa como un punto discutible. Es, sin duda, una apertura forzada por la gravedad de los hechos. Y aunque mínima, es un avance.
Estoy convencido de que este gobierno o el que venga terminará por permitir que las comunidades educativas decidan, según sus propias realidades, si requieren o no estos mecanismos de seguridad. La pregunta es cuánta violencia extrema más debe ocurrir para que esa decisión deje de parecer una concesión tardía y se convierta en una herramienta preventiva.
La demora en reaccionar no tiene justificación técnica, sino ideológica. Una visión que se resiste a aceptar que la realidad cambió. Hoy, la violencia extrema que antes veíamos en los márgenes de la sociedad se está instalando en los patios escolares. Negarlo es una forma de abandono.
Edgardo Araya Rojas, Licenciado en Educación
Única, Grande y Nuestra
Señor director:
Corríjame si estoy equivocado...
Dorothy Pérez, la actual Contralora General de la República, definitivamente, sin lugar a ninguna duda, por fin, y ya era hora, refleja absolutamente, el real significado de la tan repetida arenga, hasta la saciedad, "Caiga quien caiga".
Y la razón, es que entre su dicho (las obligaciones de control que le ordena cumplir su alto cargo) y el hecho (pleno cumplimiento de la ley que la faculta para actuar en consecuencia), no existe ningún trecho... (Y eso está comenzando a incomodar a varios)
Una pregunta...
¿Se imagina usted, si Chile, los chilenos, tuviésemos el lujo, de tener a cargo de todos los puestos de altas responsabilidades y decisiones a puras Dorothy Pérez?
Con toda seguridad, no tendríamos, lacras, como los Casos Fundaciones, SOQUIMICH - PENTA, Colusiones (farmacias, pollos, papel del baño, etcétera), CAVAL, JUBILAZOS (pensiones millonarias), DESMALEZAMIENTOS MILLONARIOS (Jardines de la Refinería de Concón), HERMOSILLA, ABUSOS en la IGLESIA CATÓLICA, etcétera, además no hubiésemos tenido el desagrado de conocer a tantos "personajes progres" para la platea, pero "ratones de cola pelada", para la galería, que han hecho tanto daño a todos los chilenos, literalmente vaciándoles los bolsillos...
Esperemos que Dorothy Pérez, siga haciendo lo que tan bien sabe hacer, y muy atentos, por si aparecen interesados en removerla de su puesto, algo muy común en Chile, cuando alguien amenaza con llegar a la verdad, o simplemente cuando hace muy bien, pero muy bien su pega, separando la paja del trigo...
Reflexión final:
Chile necesita varias Dorothy Pérez...
Luis Enrique Soler Milla
La gestión del agua: entre la tradición y la innovación necesaria
Señor director:
La frecuencia de eventos climáticos extremos nos desafía a repensar cómo gestionamos el agua en Chile. Los embalses, aunque útiles, plantean problemas ambientales, mientras que soluciones en infraestructura verde, como restaurar humedales, son sostenibles, pero aún poco valoradas.
Integrar ambas estrategias en un enfoque integral permite optimizar recursos y reducir impactos. Es clave que las políticas reflejen esta complementariedad y se adapten a las particularidades de cada cuenca.
¿Estamos evaluando realmente cuánto aportan las nuevas fuentes a la sustentabilidad, o solo vemos su potencial para ampliar la oferta? La gestión del agua debe ser responsable y consciente, priorizando su conservación para las futuras generaciones.
Acciones como la desalación, infiltración de acuíferos y reutilización son oportunidades estratégicas que fortalecen una gestión más diversificada y resiliente, garantizando un uso equilibrado y sustentable en armonía con el entorno.
Carlos Rubilar Camurri
¿Estamos preparados para salvar vidas en los colegios?
En el marco del Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), que se conmemora cada 2 de junio bajo el lema "Desafiando Prejuicios y Acompañando a Familias", es urgente a visibilizar y abordar esta problemática de salud pública que afecta a un número creciente de personas en Chile, especialmente adolescentes y jóvenes.
A la fecha, se estima que entre el 6% y 10% de los adolescentes presentan algún tipo de TCA en nuestro país y las consultas por TCA aumentaron un 30% en adolescentes durante la pandemia de COVID-19. Factores tales como, el aislamiento, el incremento del uso de las RRSS, sumada a una mayor exposición a figuras de influencers negativos, que centran la información en cánones sobre la imagen corporal y estándares de éxito, se encontrarían los componentes del aumento de este trastorno.
En Chile se han realizado avances con respecto al tema, sin embargo, aún se requieren acciones en desmitificar y desestigmatizar estos cuadros. Conceptos como que los "Los TCA no son una moda ni una etapa normal de la adolescencia", no contribuyen al abordaje oportuno y tratamiento precoz de estos cuadros.
Es por estos mitos que se requiere visibilizar la gravedad de los TCA y comprender que esta enfermedad produce un alto nivel de sufrimiento (tanto a las personas como sus cuidadores), además de cambios cerebrales a nivel estructural, funcional, cognitivo y emocional y una elevada tasa de riesgo de muerte por suicidio.
Este 2 de junio, en mi rol de como profesional de la salud y docente, motivo a la población a informarse, empatizar y consultar oportunamente, existe evidencia de que una detección y tratamiento precoz, el trabajo interdisciplinario y el acompañamiento a las familias son pilares clave en el tratamiento de los TCA sobre todo en población más vulnerable, como es la adolescencia.
Francisca Irarrázaval
académica Escuela de Enfermería de la Universidad de los Andes