Si bien existe bastante consenso entre las fuerzas políticas respecto a que se requiere una reforma previsional, también es obvio que la solución al problema no genera una opinión unánime.
Como suele ocurrir con estas situaciones, el problema es tanto político como económico. Lo primero tiñe lo segundo, lo contamina a veces con buenas intenciones y otras de una manera cuestionable.
¿Han fracasado las AFP en generar riqueza? Claramente, no. Los resultados de incremento de los fondos son sobresalientes.
¿Tiene el país un sistema de pensiones? No. Es, más bien, un sistema de capitalización individual y este es el centro del problema o del debate.
¿Deben compartir sus esfuerzos las personas que más ganan con las que menos tienen?
Se trata de una conversación que se da en todos los planos y la pugna por resolver el debate de manera rápida tiene que ver con eso: con lo económico y lo ideológico.
Según el último informe de la Superintendencia de Pensiones, en la Región de Atacama el ingreso imponible promedio de los hombres a septiembre fue de $1.492.992, mientras que el de las mujeres fue de $1.118.210.
Lo anterior contrasta con el monto promedio de las pensiones pagadas solo por concepto de vejez. En el caso de los hombres, la cifra fue de $376.208 , mientras que las mujeres recibieron $175.504 , saldos que no cuentan con los ingresos por Aporte Previsional Solidario o la Pensión Garantizada Universal. Sumando los beneficios, la pensión promedio de un hombre bordea los $546.330 y $303.725, las mujeres.
De esta forma, el promedio general de la región en cuanto a pensiones fue de $298.834 , llegando a los $452.803 con la APS o la PGU.
Habrá que concordar que para enfrentar la vejez, esta es una cifra exigua, naturalmente explicada por el monto de los salarios y las lagunas previsionales, vale decir, es un resultado de los vacíos del mercado del trabajo.
¿Qué hacer? Consenso entre lo deseable y lo real, pues no hay magia en estos asuntos. Si debe avanzarse o no al reparto, es parte de la discusión.