Secciones

  • Portada
  • Actualidad general
  • Opinión
  • Actualidad general
  • Deportes
  • Clasificados
  • Servicios
  • Cartelera y Tv
  • Espectáculos

Hallan la primera prueba de que dos especies de homínidos coexistieron en el Pleistoceno

Hasta ahora sólo se habían encontrado fósiles en yacimientos arqueológicos distintos, pero ahora en Kenia aparecieron las pisadas de un Homo erectus y un Paranthropus boisei hace unos 1,5 millones de años.
E-mail Compartir

Unas huellas descubiertas en 2021 en el yacimiento arqueológico Koobi Fora, Kenia, demostraron que al menos dos especies de homínidos, Homo erectus y Paranthropus boisei, cohabitaron, hace aproximadamente 1,5 millones de años, en una calurosa sabana repleta de vida salvaje junto a la orilla de lo que luego sería el lago Turkana.

El hallazgo, recogido esta semana en la revista Science, aporta pruebas físicas de que dos linajes de homínidos se cruzaron en esa región, probablemente mientras buscaban alimento, algo que, hasta ahora, solo se había podido deducir a través del análisis de fósiles procedentes de yacimientos distintos.

La información sobre la marcha y la postura obtenida a través del estudio de las huellas mostró que se está ante la primera prueba conocida de dos patrones diferentes de pisar la misma superficie, que se corresponden con las dos especies humanas vivas más comunes del Pleistoceno: Homo erectus y Paranthropus boisei.

"Las dos especies habrían coincidido en el tiempo y en el espacio, a medida que eludían a los depredadores y superaban el reto de conseguir alimentos de forma segura en las sabanas africanas", señala uno de los autores, Craig Feibel, antropólogo en la universidad estadounidense de Rutgers.

Feibel, que lleva investigando esta zona del Norte de Kenia rica en fósiles desde 1981, ha aplicado las últimas tecnologías de análisis de estratos geológicos y datación para concluir que las huellas son de hace 1,5 millones de años.

Los estudios de la geología de la superficie donde fueron hallados indican que apenas pudieron mediar unas horas entre unas y otras pisadas en los mismos sedimentos.

"Si los homínidos no se cruzaron, atravesaron el mismo lugar con pocas horas de diferencia", señala el investigador en un comunicado de la universidad.

Las huellas, clave

Actualmente, las huellas fósiles están revelando detalles muy trascendentales de la evolución, anatomía, movilidad, comportamiento y entornos humanos en la antigüedad.

"A través de las huellas podemos ver cómo individuos de hace millones de años se movían por sus entornos e interactuaban entre sí y con otros animales, que es algo que no habíamos podido saber a través de restos óseos o herramientas de piedra", señala otro de los autores, Kevin Hatala, biólogo de Universidad de Chatham en Pittsburgh, Pensilvania.

Hatala descubrió, mediante la recreación en 3D, que las huellas de las especies reflejaban diferentes patrones de anatomía y movimiento.

Los investigadores hallaron las huellas fósiles en 2021, durante un trabajo de campo organizado por la paleontóloga y antropóloga keniata, Louise Leakey, tercera generación de una gran saga familiar que estudia los orígenes de la humanidad: es hija de Richard Leakey; hijo, a su vez, de Louis Leakey.

El equipo de campo, dirigido por Cyprian Nyete, estuvo formado principalmente por un grupo de kenianos altamente calificados que viven en la zona y rastrean el paisaje después de fuertes lluvias.

Tras uno de estos episodios observaron fósiles en la superficie y estuvieron excavando para tratar de encontrar el origen.

Mientras limpiaba la capa superior de un lecho, Richard Loki, uno de los excavadores, observó unas huellas gigantes de ave y, a continuación, divisó la primera huella de homínido; lo que les llevó a seguir excavando a unos trabajos de campo que se alargaron hasta 2022.

Dedo gordo del pie

Según los autores, este hallazgo ayudará a comprender la evolución humana y los papeles de la cooperación y la competición en la configuración de nuestro viaje evolutivo.

"El artículo me parece muy interesante en dos aspectos diferentes. Demuestra la simpatría de dos especies de homínidos que viven en la misma área y se encuentran, e indica que una de ellas (P. boisei) tenía un dedo gordo del pie más móvil y divergente, es decir, un bipedismo más primitivo y menos eficiente, que la otra (H. erectus), que estaba mejor diseñada para caminar y correr largas distancias", indica el paleontólogo Juan Luis Arsuaga en una reacción al estudio recogida por Science Media Cente.

el profesor Craig Feibel frente a los fósiles de Kenia que estudia desde 1981.

Un estudio revela que el dolor se percibe "más intenso" cuando a uno le dicen "vas a sentir dolor"

E-mail Compartir

Una investigación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) revela que el dolor se percibe más intenso si a uno predisponen para ello previamente, demostrando que la sensación subjetiva de dolor, y sus reacciones fisiológicas, aumentan ante instrucciones "que contienen la palabra dolor frente a las que no lo mencionan".

Así lo resumen los investigadores en un comunicado, en el que ponen de ejemplo que decir a un paciente "vas a sentir dolor" en lugar de "vas a sentir presión" incrementa la percepción del dolor de los individuos ante la misma intensidad de palpación.

Es la principal conclusión del trabajo publicado en Journal of Manipulative and Physiological Therapeutics, que abunda que el tipo de "instrucciones" que se da a los pacientes (incluyendo las palabras "dolor" o "presión") puede generar distintas expectativas o predicciones de dolor que incrementen su percepción y los aspectos fisiológicos que este desencadena, en específico, la dilatación de la pupila.

Estos hallazgos pueden ayudar a comprender cómo las expectativas afectan la percepción del dolor, algo que facilitaría el desarrollo de "estrategias más efectivas para el manejo del dolor en entornos clínicos", como en tratamientos de rehabilitación, odontológicos o en cuidados paliativos, agregan los autores del estudio en el texto.

El umbral del dolor

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores, del departamento de Psicobiología y Metodología de Ciencias del Comportamiento de la UCM, mostraron a los participantes videos con instrucciones diseñadas para generar expectativas de dolor o de ausencia de este.

Posteriormente, se aplicó estimulación en el músculo masetero, el músculo elevador de la mandíbula, mediante palpación que producía un dolor leve, utilizando una intensidad equivalente al 10% por encima del umbral de dolor de cada participante.

Esto se realizó dos veces, la primera mencionando la palabra "dolor" antes de empezar, y la segunda usando la palabra "presión".

En particular, se observó que la dilatación pupilar aumentaba desde el momento en que se mencionaba la palabra "dolor" hasta el final de la palpación.

Además, la valoración final del dolor por parte de los participantes (medida en la escala visual analógica del dolor) fue mayor bajo la condición de expectativa de dolor, a pesar de que la intensidad de la estimulación fue idéntica en ambas condiciones.

Los investigadores también concluyeron que este estudio demuestra que la utilización de pupilometría para medir la dilatación pupilar, en situaciones constantes de luz, puede ser una herramienta "útil y objetiva" para evaluar y cuantificar la percepción del dolor.