Algunas tareas para la Ley Karin
Si bien la normativa supone un hito en la lucha contra el acoso laboral, a medida que avanza su implementación, asoman algunos asuntos pendientes que de no ser abordados, podríamos quedar con una triste "letra muerta".
Más de 4.800 denuncias y 1.852 atenciones psicológicas en su primer mes de implementación, son las cifras que puso sobre la mesa el Ministerio del Trabajo a propósito de la Ley Karin. Estos son números que ponen en valor la importancia de prevenir el acoso y la violencia laboral, pero que a su vez, dejan en evidencia algunos temas que son necesarios de ajustar para aumentar la eficacia de la ley y que la misma no termine en el largo plazo como "letra muerta".
El alto número de denuncias, sin duda, supone una buena noticia ya que los trabajadores están perdiendo el miedo a represalias por parte de quienes ocupan espacios de poder. Sin embargo, si las denuncias se mantienen con esa constante o incluso suben, podría terminar por sobrecargar el sistema.
En términos simples, muchas denuncias en poco tiempo colapsarán los mecanismos de investigación y resolución de conflictos, acarreando retrasos en la atención de casos y que tendría como consecuencia una sensación de injusticia y desamparo, lo que desalentaría futuras denuncias al percibir la ley como "ineficiente".
De hecho, si bien la ley establece medidas punitivas, no aborda de manera adecuada la prevención del acoso y la violencia desde sus cimientos, razón por la cual resulta fundamental el desarrollo de programas integrales de educación y sensibilización que apunten a un real cambio cultural en los espacios laborales.
También resulta necesario que exista un plan de seguimiento a largo plazo para evaluar esta normativa y así realizar los ajustes necesarios a fin de mejorar la eficacia de la misma, los programas de capacitación para trabajadores y empleadores deben ser continuos para sacar el máximo partido a esta normativa.
Debe haber protección para los denunciantes, porque si ese eslabón es débil, seguirá imperando el silencio por miedo a cualquier tipo de retaliación. La ley no solo debe garantizar la confidencialidad, también debe prevenir cualquier ápice de represalia. Por último, y aunque resulte majadero, es necesaria la perspectiva de género a la hora de aplicar la ley.