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Crean método para retener el colágeno y controlar la cicatrización y la fibrosis

ESTUDIO. Estrategia es experimental, efectiva, no tóxica y de efectos reversibles. Se utilizan péptidos para interrumpir la interacción entre dos proteínas.
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Agencias

Un equipo científico del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona y de la Universidad de Colonia (Alemania) desarrolló una nueva estrategia experimental para abordar la fibrosis y la cicatrización a partir de la retención de colágeno a nivel celular.

El estudio, publicado este miércoles en la revista Nature Communications, consiste en utilizar péptidos (moléculas pequeñas) diseñados para interrumpir la interacción entre dos proteínas importantes para la secreción del colágeno.

Los resultados se lograron tras experimentar con células humanas derivadas de pacientes y modelos de peces cebra, que demuestran que la estrategia es efectiva, no tóxica y sus efectos reversibles.

Los investigadores explicaron que la cicatrización ocurre como respuesta a una lesión o daño y se produce a partir de la secreción y acumulación de varios componentes, principalmente las proteínas conocidas como colágenos, en el espacio entre las células individuales.

Exceso de colágeno

La excesiva secreción de colágeno también puede causar la acumulación de tejido fibrótico, una condición grave en la que se forma un exceso de tejido conectivo (tejido que sostiene y protege otros tejidos y órganos del cuerpo), hasta el punto de comprometer la función de los tejidos y, en ocasiones, de órganos enteros.

"Alrededor del 45% de las muertes en el mundo industrializado se atribuyen a alguna forma de fibrosis tisular", subrayaron los científicos.

En la parte exterior del cuerpo, las cicatrices suelen estar debajo de la capa externa de la piel y como la mayoría de las cremas tópicas no pueden penetrar lo suficientemente profundo como para llegar a las áreas afectadas de manera efectiva, existen pocas formas de remodelar o curar el tejido.

La cirugía es hasta el momento la principal opción de tratamiento tanto para la cicatrización como para la fibrosis.

"Los tratamientos actuales suelen ser ineficaces porque no consiguen eliminar el exceso de colágeno. Aquí intentamos una idea completamente diferente: reducir la exportación del colágeno a nivel celular, liberando suficientes proteínas para que los tejidos no se derrumben y evitar la acumulación de cantidades excesivas que perjudiquen su función", explicó el investigador del CRG Vivek Malhotra.

La nueva estrategia consiste en utilizar moléculas pequeñas (péptidos) para interrumpir la interacción entre las proteínas TANGO1 y cTAGE5, que trabajan juntas para exportar colágenos hacia el exterior de la célula.

Ambas "se sientan" en el punto de salida del retículo endoplasmático, donde los materiales como las proteínas se empaquetan y transportan fuera de la célula.

"El punto de salida del retículo endoplasmático se ha considerado siempre una diana terapéutica inabordable porque un tercio de todas las proteínas humanas lo atraviesan. Por eso, inhibir su actividad probablemente tendría muchos efectos secundarios", añadió el doctor Ishier Raote.

"No obstante, se ha demostrado recientemente que existe cierta especificidad para los materiales secretores, y el objetivo de este estudio ha sido conseguir una precisión dirigida para conseguir esta especificidad inhibiendo la unión entre TANGO1 y cTAGE5", dijo.

DIFICULTAD superada con IA

Hasta ahora, la estructura exacta de cada proteína sigue siendo desconocida, lo que dificulta los esfuerzos por diseñar fármacos que puedan bloquear la interacción.

El equipo científico superó este desafío mediante el uso de AlphaFold2, un programa de inteligencia artificial (IA) que puede adivinar las estructuras de ambas proteínas.

Las predicciones realizadas por la IA permitieron diseñar péptidos que pueden atravesar una membrana celular e interrumpir la interacción entre TANGO1 y cTAGE5.

Los investigadores indicaron que los péptidos que se probaron en fibroblastos humanos normales, un tipo de célula común del tejido conectivo, inhibieron con éxito la exportación de colágeno, haciendo que se acumulara dentro de las células.

El efecto también fue reversible, y los niveles de colágeno volvieron a aumentar después de eliminarse los péptidos en un período de 48 horas.

A continuación, los péptidos se probaron utilizando el pez cebra, un modelo animal común para estudiar el desarrollo de tejidos y la cicatrización de heridas.

La estrategia redujo visiblemente la deposición de colágeno en las áreas de la herida.

El equipo informó que su siguiente paso es evaluar la eficacia de los péptidos en la piel de cerdo porque se asemeja mucho a la piel humana.

"Las aplicaciones de esta nueva estrategia podrían ir desde aliviar los efectos cosméticos de las cicatrices de la piel hasta el tratamiento de enfermedades autoinmunes como la esclerodermia, así como la manipulación de los procesos relacionados con la cirugía asociados con la cicatrización de heridas para prevenir la fibrosis", concluyó el doctor Malhotra.

La bioluminiscencia evolucionó por primera vez en animales hace 540 millones de años

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La bioluminiscencia es la capacidad de los seres vivos de producir luz mediante reacciones químicas. Ahora, un nuevo estudio señala que esta evolucionó por primera vez en los animales hace al menos 540 millones de años, en un grupo de invertebrados marinos llamados octocorales.

Los resultados, publicados en la revista "Proceedings of the Royal Society B", retrasan en casi 300 millones de años el récord anterior de la aparición más antigua de este rasgo luminoso en animales, y algún día podrían ayudar a los científicos a descifrar por qué evolucionó la capacidad de producir luz.

Los responsables del trabajo son científicos del Museo Nacional de Historia Natural del Smithsonian en Washington, Estados Unidos.

Orígenes son "oscuros"

La bioluminiscencia ha evolucionado de forma independiente al menos 94 veces en la naturaleza y está implicada en una enorme variedad de comportamientos, como el camuflaje, el cortejo, la comunicación y la caza, relata un comunicado del citado museo.

Hasta ahora, se creía que el origen más antiguo de la bioluminiscencia en los animales se remontaba a hace 267 millones de años, en unos pequeños crustáceos marinos llamados ostrácodos. Pero los orígenes de la bioluminiscencia, un rasgo que ilumina literalmente, "siguen siendo oscuros".

"Nadie sabe muy bien por qué se desarrolló en los animales", subraya Andrea Quattrini, conservadora de corales del museo y autora del estudio.

En busca de los primeros orígenes de este rasgo, los investigadores decidieron remontarse a la historia evolutiva de los octocorales, un grupo de animales evolutivamente antiguos y frecuentemente bioluminiscentes que incluye los corales blandos, los abanicos de mar y las plumas de mar.

Los octocorales que brillan normalmente sólo lo hacen cuando se les golpea o se les molesta de alguna otra forma, lo que hace que la función de su capacidad para producir luz sea un "tanto misteriosa".

El equipo había completado en 2022 un árbol evolutivo de los octocorales extremadamente detallado utilizando datos genéticos de 185 especies.

A partir de este mapa, calcularon aproximadamente cuándo se separaron los linajes de octocorales para convertirse en dos o más ramas; después pudieron trazar un atlas con especies bioluminiscentes vivas.

Técnicas estadísticas

Una vez datado el árbol evolutivo y etiquetadas las ramas que contenían especies luminosas, usaron una serie de técnicas estadísticas para realizar un análisis denominado reconstrucción del estado ancestral.

"Si sabemos que estas especies de octocorales que viven hoy en día son bioluminiscentes, podemos utilizar la estadística para deducir si era muy probable que sus antepasados fueran bioluminiscentes o no", apunta Quattrini. "Cuantas más especies vivas tengan el rasgo compartido, mayor será la probabilidad de que, a medida que se retrocede en el tiempo, esos antepasados también tuvieran ese rasgo".

Los científicos utilizaron numerosos métodos estadísticos diferentes para la reconstrucción y todos llegaron al mismo resultado: hace unos 540 millones de años, el antepasado común de todos los octocorales era muy probablemente bioluminiscente.

Es decir, 273 millones de años antes que los brillantes crustáceos ostrácodos que ostentaban el título.