El legado de Sócrates y su peso en el mundo de hoy
El exdecano de Filosofía en la Pontificia Universidad Católica (PUC) Oscar Velásquez publicó "La subversión socrática", donde busca explicar con un lenguaje simple la importancia del diálogo para el avance social.
En la antigua Grecia el diálogo fue entendido como la unión virtuosa de la oratoria y el teatro: un discurso a dos líneas, entre el verbo y la coreografía que hace el cuerpo, la mayoría de las veces en forma inconsciente, porque cuando la boca calla, los músculos gritan. Esta cinética puede ser extrapolada también al cambio social, el flujo de las calles que "Sócrates captó de una manera privilegiada, sobre todo cuando le llegaron noticias del Oráculo de Delfos sobre que era el más sabio: yo propongo que en los diálogos se ve ese cambio espiritual, de ser un filósofo inquisitivo, preguntón, pasa a encantarle la conversación (... para) saber qué es lo que el dios (del Oráculo de Delfos) quiso decir y cuál es su misión", afirma el académico Oscar Velásquez, quien desarrolló su carrera entre universidades como Cambridge y Lancaster, para ahora presentar "La subversión socrática", publicado por Ediciones UDP.
"Si se quiere, es parecido a lo que pasa con los pueblos, con Chile, por ejemplo, donde hay una suerte de decadencia moral como en el caso de Atenas", afirma el docente, la cual en los primeros tiempos de Occidente fue pensada, cuestionada y transmitida mediante la tradición oral y luego la escritura, "habiendo siempre alguien que guardó para la memoria colectiva esas a menudo veneradas palabras. Sucedió con Jesús de Nazaret, que fue precedido por una larga tradición oral, siendo San Marcos el primero de los cuatro evangelistas en ponerla por escrito", señala en el libro.
Esto es lo que hoy permite encontrar aire fresco en textos como la "Apología de Sócrates", cuyas primeras versiones el también profesor de griego revisa con un diccionario de esta lengua puesto en un atril, frente a un libro del siglo XV con empastes de cuero, suerte de recuerdo del camino para llegar hasta los días en que es preciso distinguir el pensamiento humano del generado por inteligencias artificiales (IA).
Aunque en el mundo de las togas y las calles de piedra "el stablishment eran los políticos, los poetas dice Sócrates, que en el fondo son los intelectuales y oradores. (Hoy) yo agregaría a los periodistas de la televisión, que se han transformado en verdaderos retóricos: ellos son los que deberían dirigir el diálogo, y no, son retóricos", afirma el autor. Es decir, personas con un discurso eficaz "para deleitar, persuadir o conmover", como dice la Real Academia Española (RAE), quizás a diferencia de la oratoria, donde las palabras avanzan con una suerte de arte a fin de incentivar el pensamiento crítico.
Los impresos, no obstante, continúan como refugio de las preguntas, actualmente por medio de títulos como "El libro de las diatribas", donde autores argentinos como Tamara Tenenbaum ("El fin del amor") y Juan Sklar ("Garche") avanzan "contra la nostalgia" o "contra la bondad", respectivamente. En el caso chileno, el académico Carlos Walker tomó la posta con "Contra Bolaño".
En el caso del mundo antiguo, "por lo general ves a un grupo distinguible de los políticos que son los que tienen la capacidad de la oratoria, entonces toda la gente (en Atenas) ya tenía hecho el esquema incluso geográfico de la ciudad, donde se discutía en la eclesia, que viene de la misma palabra que iglesia. Ahí se reunía el pueblo entero, el demos, los que podían ir y, por otro lado estos inmensos tribunales con cinco mil jueces".
-Donde la gente postulaba porque no tenía otro trabajo.
-Es terrible, porque te inscribes para postular a juez, no tienes idea y además eres un flojo que no te gusta mucho trabajar, sino que prefieres estar sentado, escuchando. Entonces no les gustaba que Sócrates rompiera el esquema yendo a la ciudad a conversar con las personas en la calle, y los jóvenes lo siguen porque están viendo a una persona sabia, se entretenían y aprendían mucho (razón por la que el filósofo es condenado a muerte y hasta hoy se imprimen las líneas de su autodefensa).
-¿Y cómo ve la enseñanza de la filosofía hoy? Porque en muchos colegios se ha sacado el ramo, el espacio para las grandes preguntas que en la adolescencia pueden marcar un destino.
-Hay jóvenes que vienen a veces a verme, a conversar, buscar opiniones y conocimiento. Uno de ellos, por ejemplo, reemplazó a un profesor por unos meses y quedó abismado por la falta de respeto de los alumnos, además de una tremenda lucha entre ellos, muy poca paz, tranquilidad para hacer clases.
-¿Más competitividad que colaboración?
-Si hubiese sido competitividad habría sido fantástico, sino que más bien es una disputa entre las personas y que, probablemente, lo llevan de la casa al colegio. No había un ambiente de paz, armonía y deseo de saber. Eso dice relación con todo, pero creo que con filosofía más, porque son de esos ramos que se consideran superfluos en muchos aspectos. Yo conozco poco el ambiente de los colegios, pasé mucho más tiempo en la universidad (como estudiante y académico), donde notaba un constante poco interés por los estudios humanísticos, porque creo que desde el mismo Ministerio de Educación vienen esas señales al cambiarle los nombres a las asignaturas.
-Como Castellano, que ahora es Lenguaje y Comunicación.
-Claro, entonces uno siente que no hay un apoyo por detrás, sino concepciones ideológicas presentes: filosofía está en ese paquete. Si esto decae en los colegios, decae también en la universidad. Un joven profesor de la U. de Chile, quien me reemplazó en el ramo de Filosofía antigua, me decía que tienen un gran problema porque ahora, a diferencia de otros años, los postulantes pueden poner 15 carreras en la ficha (el proceso 2023 admite hasta 20 preferencias, donde son ponderados los puntajes obtenidos en la Prueba de Acceso a la Educación Superior, PAES) y filosofía a veces la colocan como última opción y quedan. Entran 60 alumnos y en el segundo semestre ya se fue casi la mitad. De ellos (un porcentaje), si es que se dedican a algo, es a la política.
"Esto no es una buena noticia para la academia", sostiene Velásquez, porque al estar la sociedad unida como un sistema, se atraviesan momentos de quiebre histórico "sin la capacidad de poder tener un buen alimento espiritual, académico, por eso confío en estos pequeños libros que están abiertos al público general".
Velásquez destaca la importancia de estudiar filosofía desde el colegio.