Derechos, derechos y derechos, y ¿qué es de los deberes? Lo firmo y lo reafirmo, los deberes son primeros. Y es curioso, los deberes nacen en uno mismo y consigo mismo, y luego, en su relación con el prójimo, con el tú. Todos los días, todo el día.
Primer deber, amar la vida, la vida propia, y la vida de los demás. En estos deberes ya comienza todo. Y luego, con ellos, los derechos, todos los derechos, los derechos naturales, los derechos consuetudinarios, los derechos adquiridos, los derechos humanos. Y vaya que son derechos. Y a los deberes y los derechos, tenemos que añadir, las responsabilidades.
Es tiempo de tender puentes. No nos aislemos, no levantemos banderas indiscriminadamente, no solo existe el yo, también está el tú, miremos con atención a nuestro alrededor, ¿qué vemos?, ¿a quién vemos, a quiénes vemos? ¿Se asemejan a ti, a nosotros? ¿Quién es él, quién es ella? ¿Cómo es él, cómo es ella? ¡Preguntémosle! Saber su nombre es buen comienzo, y así… Al poco andar descubriremos cuán semejantes somos, que son más las semejanzas que las diferencias. Y,… así advertimos que reímos de las mismas situaciones, que nos condolemos de lo mismo, que nos gustan las mismas comidas, que tenemos aficiones parecidas, que acariciamos mismos sueños y que, bajo mismas circunstancias, reaccionamos de una manera armoniosa, por ejemplo. Es necesario conocernos entonces. Existe otra posibilidad, que, así como tenemos coincidencias, advirtamos nuestras diferencias. Y, ¡qué bueno saberlas! Advertirlas, conocerlas, no debe significar darnos la espalda, apartarnos indefinidamente, tampoco construir vallas y menos muros o zanjas.
Estos días, estas semanas son tiempo de reflexión, de dar vueltas y vueltas a tanto afán, a tantas ideas que revolotean y revolotean. Si nos concentramos, reconcentramos, nos informamos, documentamos, podemos actuar. Así, lo que hagamos, lo que pensemos, lo que digamos ha de tener buen efecto y mejor resultado. ¿No lo creen?