Una de las falencias y falacias que cundieron con fuerza en el país en los 90 y los 2000, fue que con la bonanza económica y el cuento del Jaguar de América Latina, nos pusimos a la altura de los países desarrollados y quisimos imitarlos no sólo en el consumo también en otras políticas. La realidad hizo que el aterrizaje fuera duro, porque aún no contamos con los estándares de un país desarrollado y estamos al debe en muchos de los indicadores de bienestar.
Y esa postura aún no se erradica del todo. No son pocos quienes promueven ideas, experiencias y políticas exitosas realizadas en otros países para que las apliquemos en Chile. Se olvidan que para llegar al éxito, las sociedades respectivas debieron recorrer un largo camino con aciertos y errores, los que al final sirvieron de base para lo que realmente esperaban concretar en favor de sus compatriotas.
Estos promotores sagaces quieren que como país nos saltemos todo ello y vayamos a la experiencia exitosa, sin saber que marchamos al fracaso inevitable.
Uno de esos ejemplos, fue la ley que definió la inscripción automática y el voto voluntario en las elecciones. Era la tendencia en las naciones de vanguardia y debíamos aplicarla en Chile, ya que estábamos al mismo nivel.
Once años duró esa experiencia y hace pocos días supimos del retroceso y del regreso de la obligatoriedad del sufragio.
No se pudo sostener la idea y nuevamente nos devolvieron a la realidad de golpe. La abstención, que en ocasiones se empinó cerca del 80%, nos decía que no existía la preparación cívica para aplicar tal medida, pese a que nos jactábamos de ser un país maduro.
Eso es lo más claro, pero todavía hay quienes piensan traer la experiencia de Finlandia, Suecia o Islandia en Educación, la canadiense en lo relativo a los pueblos originarios y así tantas otras que se podrían rescatar del proyecto constitucional rechazado en septiembre.
Se han hecho algunos intentos y siempre se queda al debe, en gran parte por el sistema político que nos rige. El Estado no es moderno, los sistemas de impuestos y subsidios no son los adecuados y, por ende, es difícil que la población entienda lo que le están tratando de imponer con el argumento que fue exitoso en este u otro país.
Tenemos que imitar lo bueno pero antes tenemos que prepararnos para no sufrir situaciones desagradables como ocurrió con el voto voluntario. Es necesario pasar por un período de adaptación de las grandes ideas.