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Hallan restos de varios colores en las esculturas blancas del Duomo de Florencia

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Las esculturas de mármol de la Puerta dei Cornacchini de la catedral de Florencia, en Italia, que a simple vista parecían blancas, tuvieron una apariencia muy diferente en el siglo XIV, cuando los colores decoraban a la Virgen, el Niño Jesús y los ángeles.

La restauración de una parte de la fachada del Duomo, que comenzó en 2021, reveló la existencia de unos restos de policromía en el conjunto escultórico y demostró que, en el pasado, las imágenes estaban impregnadas de colores vivos, detallaron los responsables de los trabajos.

Al eliminar la suciedad superficial y tratar la degradación de las estatuas, los restauradores sacaron a la luz la decoración colorida del manto del Niño Jesús, la pupila de un ojo de la Virgen y los colores azul verdoso y rojo del su manto, así como tonos crema de la capa del ángel izquierdo.

El grupo escultórico de mármol de la Virgen y el Niño con ángeles adoradores, creado entre 1359 y 1360 y que corona la Puerta dei Cornacchini de la catedral florentina, sufrió un proceso de degradación provocada por el paso del tiempo y por distintas intervenciones humanas.

Hasta el inicio de la restauración de la puerta, en septiembre del año pasado, la mayor parte de las superficies del grupo escultórico de mármol estaban cubiertas por varias capas de materiales, algunos de los cuales se aplicaron en 1950.

En la intervención, los restauradores eliminaron restos superficiales, que cubrían los vestigios de color de las figuras, pero decidieron mantener una capa protectora de color marrón, que ayuda a conservar el mármol en buen estado.

Aunque antes ya se habían encontrado pequeñas trazas de pintura dorada y azul en otras esculturas de la catedral, es la primera vez que se localizan vestigios de color tan extensos.

"Con toda probabilidad, la Virgen con el Niño y los ángeles adoradores no era la única de las decoraciones escultóricas policromadas de la catedral de Florencia que ahora parecen del color del mármol blanco", explicaron desde la fundación encargada de la restauración en un comunicado.

"Esto nos hace comprender cómo en el pasado todas las esculturas de la catedral estaban policromadas, pero con el paso del tiempo, quizás en el siglo XIX o principios del XX, la policromía se perdió debido a restauraciones que no tuvieron en cuenta la conservación como hacemos hoy en día", añadieron.

Las demás esculturas de mármol de Carrara de la puerta, que también habían sucumbido a la degradación por el paso del tiempo, se restauraron con técnicas como el láser, la aplicación de reactivos, disolventes y biocidas.

1359 a 1360 fue creado el grupo de esculturas de la Virgen y el Niño con ángeles adorantes en la Puerta dei Cornacchini de la catedral.

Manutahi, el milagro del primer vino que se cultiva en RAPA NUI

ENOLOGÍA. Un agricultor de la isla y un ingeniero con experiencia en vino lograron producir las primeras cuatro botellas con vides europeas que llegaron 150 años antes a la árida y volcánica tierra de los moáis.
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Agencias

En 1866, los sacerdotes franceses Kaspar Zumbohm y Theodore Escolan arribaron a Rapa Nui cargados de diversas flores y plantas para ampliar la primera misión, establecida meses antes por el navegante y tratante de esclavos Jean Baptiste Dutrou-Bornie.

Entre ellas, varias vides provenientes de Europa pensadas para la elaboración de vino de misa, que nunca cosecharon y que crecieron silvestres, olvidadas en los frondosos jardines volcánicos que separan las miles de cuevas que horadan la isla.

Hasta que en 2008, José Mingo, un industrial del vino con años de experiencia en las mejores viñas de Chile, las vio asomar entre los cráteres, junto a una hilera de moáis derrumbados, y albergó un sueño que se convirtió en realidad una década después gracias a la tenacidad, la experimentación y sobre todo, al sentimiento: Manutahi, el primer vino cultivado, cosechado y embotellado en una isla considerada el ombligo del planeta.

"Ahí empezó este gran sueño de hacer un vino en Rapa Nui", asegura junto a su socio, José Tuki, el agricultor que a la teoría de su tocayo suma los secretos ancestrales de una tierra rica en minerales, agua escasa y unos vientos muy húmedos.

"Nace con dos ideas: una, de hacer el primer vino en la isla con el manejo agrícola de los Rapa Nui, y dos, producir un vino para los rapanui, para la gente, y que eso después contamine al resto de las comunidades como una alternativa agrícola sustentable", explica a agencia Efe Mingo, que por primera vez abre el viñedo a la prensa.

Cepas autóctonas

Obsesionados por la idea, "los dos Josés" emprendieron una senda sin destino definido: Mingo envió muestras de las cepas traídas por los misioneros a la Universidad de Tenerife, isla española volcánica también productora de vino, para desentrañar su material genético.

Tuki, mientras, abrió espacio entre piñas, paltas, mangos y otros frutales de su pequeño terreno para colocar hileras de estacas solitarias con brotes de vid, sin alambre que las uniera, como se hacía en tiempos pretéritos.

Además, imaginó un sistema de cisternas para recoger el agua de lluvia, nutrida con peces de los cráteres; introdujo el riego por goteo -una novedad en la isla, con problemas de sequía- y confió en las algas que crecen en el litoral del Pacífico como sustrato para una tierra vegetal que descansa sobre un lecho de lava.

"El año pasado hicimos una vendimia muy dificultosa, porque estábamos en pandemia. Además, gran parte de los racimos se los comieron los pollos polinesios, cosa que nunca habían visto. Al final, salieron diez litros, estas cuatro botellas que atesoramos como material para futuras generaciones", señala Mingo.

Una pequeña victoria -aún no descorchada- devenida en la semilla de una fantasía hecha realidad: este año esperan recolectar 250 kilogramos de uva de diferentes clases y producir las primeras 250 botellas de Manutahi, palabra rapanui que significa "el primer pájaro" y que tiene un hondo significado sentimental para ambos.

"Queremos ver qué variedad va mejor para lograr vino de un nivel aceptable, un buen nivel, y después ir cada vez mejorando en la medida que las plantas maduran", señala Mingo, mientras Tuki mira la tierra ennegrecida que limpia cada día, sin pesticidas ni otros químicos, a golpe de azadón y de callo.

"La característica en esta isla es el suelo, el agua. Hay que tener agua, porque es una tierra vegetal muy pobre. Me di cuenta de que la dorada que está abajo de esta negrita era porque conserva mucho más la humedad", explica José Tuki, quien insiste en la idea del legado.

"Mis ancestros esperan que la generaciones futuras podamos aportar algo a esta isla. Creo que esto es historia", subraya.

1866 dos sacerdotes franceses llevaron a Rapa Nui flores y plantas para ampliar la primera misión. Entre ellas, varias vides europeas.

Un laboratorio etnológico: "Hay mucho que experimentar, descubrir, investigar"

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A la pasión de José Mingo y la sabiduría de José Tuki les pone técnica Marcelo Lorca, ingeniero agrícola del sur de Chile que supervisa un proceso que tiene mucho de experimento científico, según indica. "El potencial que podemos tener en la isla es muy distinto al comportamiento de la misma variedad en una zona de clima mediterráneo. Por lo tanto el desarrollo futuro va por dos líneas: el trabajo de las cepas ancestrales y la introducción de materiales sanos de origen francés y español. Hay mucho que experimentar, que descubrir, que investigar", afirma Lorca. Cosechas más tempranas, pieles mucho más gruesas por el sol y la lluvia, y una uva más carnosa en las variedades de Garnacha, Syrah, Chardonay y País que apuntan a un vino producido con corazón y vocación de perdurar, como los misteriosos moáis que protegen este pedazo de tierra en medio del Pacífico.