Algo más que palabras ante los retos actuales
Ha llegado el momento, sin duda, de activar el corazón y de practicar el brazo permanente, con la autenticidad del lenguaje como abecedario
El mundo se nos ha quedado pequeño, pero los retos actuales son variados y abundantes; aunque no hay que tener miedo a nada, tomando como cultivo el aliento de la esperanza. Es cierto que la pesadumbre siempre cohabitó entre nosotros; sin embargo, todo se puede vencer, con la implicación debida para convencer y el tesón permanente. Sea como fuere, tenemos el deber de no cruzarnos de brazos, sino de levantar vuelo y desenmascarar el aluvión de atrocidades que nos circundan, rescatando tantos valores olvidados o perdidos, que nos impiden muchas veces llegar a los horizontes claros. Para ello, se requieren respuestas humanitarias colectivas. Hacen falta operaciones de sosiego y aminorar tensiones que nos inflaman de odio y venganza.
Ha llegado el momento, sin duda, de activar el corazón y de practicar el abrazo permanente, con la autenticidad del lenguaje como abecedario. Quizás tengamos que ir más allá de una mera diplomacia entre análogos, despojándonos de inútiles retóricas mundanas, para reconducirnos sin la manifiesta antítesis de unos contra otros, sean ricos o pobres, blancos o negros; pues, lo significativo es que finalice esta cultura que todo lo envilece de despropósitos.
Hemos confundido todos los timbres existenciales y caminamos en un desatino permanente. Hay que enmendarse y ganar fortaleza, para cambiar esta atmósfera cruel que nos gobierna en cualquier parte del planeta, administrar riesgos y utilizar canales que nos humanicen, cuando menos para prevenir la tormenta de inhumanidades que nos asolan por cualquier esquina.
En consecuencia, si importante es resolver nuestras propias controversias internas por medio del sentido común, también tenemos que rebajar los litigios internacionales, sumando el latir de los corazones diversos con el abrazo permanente de cultos y culturas, de manera que todo entre en sintonía de entendimiento.
Víctor Corcoba
Escritor