Hace unos días, aquí en Guadalajara, vi la película "Sacudirnos el Polvo", primera obra de ficción del cineasta Yerko Ravlic Elal, ya que se ha dedicado por largos años a la producción de documentales.
Yerko instala su experiencia para hacernos ver la realidad local con el desafío de otro formato, un nuevo relato, formas de actuación, estructuras de los equipos técnicos; diferentes a la tradición documental. Si bien, el trabajo aún está en una etapa de revisión y corrección, se exhibió por primera vez en la plataforma digital del Festival Santiago a Mil, durante este mes, como un preestreno.
Se ambienta en la zona del olvidado y polvoriento complejo deportivo Pedro León Gallo de Copiapó; donde su protagonista Romeo, es un rapero aficionado, quien está impedido de progresar en su oficio creativo por la falta de dinero y posibilidades de una industria cultural regional; de este modo, es obligado a buscar trabajo en el rubro extractivista minero.
Me atrevo a nombrar tres cosas notables y a la vez dolorosas que revela el film de manera explícita y otras veladas: La primera, está basada en la imposibilidad de realizar otras actividades en Atacama que no sea trabajar para la minería, en el monocultivo o para empresas que prestan servicios a estas. Es triste la precariedad de la zona; que dice amar su patrimonio, historia y a sus artistas; y no les presta oportunidades de una industria creativa efectiva.
La segunda, es ver lo deteriorado, pobre y seco que se muestra la ciudad. No hay cambios desde hace más de 40 años. Casas llenas de latones, restos de madera, feria libre con un profundo desorden, espacios deportivos e interculturales en total abandono, veredas y calles rotas que casi muestran en su totalidad el notable desierto de la Región de Atacama, que no florece para sus habitantes. La sequedad es una cosa, pero no debe esta estar en las mentes y espíritus de nosotros, los copiapinos. A alguien se le tiene que encender la luz de las ideas medianamente valiosas para el desarrollo de nuestra capital regional.
La tercera, es el poco dinero con que trabajó Ravlic, pero su humildad, competitividad en el área, provoca que tenga un grupo de talentosos artistas apoyando; lo que por otro lado, muestra la precariedad laboral de los creadores chilenos; que si bien, el cineasta remuneró con esfuerzo; los colaboradores se sumaron porque quieren ver brillar al director y amigo. Se manifiesta el espíritu colaborativo de la nueva generación de artistas. Atacama hace años debería ser un espacio profesional de las artes, la cultura y el patrimonio por la gran cantidad de recursos que generan sus empresas y fondos estatales tan mal distribuidos.
Es transcendental que artistas como Yerko Ravlic Elal sigan creando y revelando la precariedad de nuestra realidad patrimonial y profesional. Al parecer, cuando estamos cerca, no alcanzamos a ver nuestra situación. El director de esta película, lo hace con sensibilidad artística y crudeza política.
Víctor Munita
Escritor Guadalajara - México.