Dia mundial de urbanismo
En 1949, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 8 de noviembre como el Día Mundial del Urbanismo. Una insignia de colores amarillo, azul y verde, que representaba al sol, el agua y la vegetación, simbolizaron en ese entonces el compromiso con las acciones necesarias para mejorar el hábitat en las ciudades con foco en el bien común y en el acceso a los beneficios de la naturaleza.
Todo esto, antes de que se hablara de desarrollo sostenible y sus derivados. Sin duda, una interpelación aún con mucho sentido, no sólo para arquitectos, planificadores y diseñadores urbanos, sino para toda la sociedad.
La pandemia, aunque cueste decirlo, representa una oportunidad. No sirve el buen diseño si no alcanza para todos. La segregación socio espacial, la inequidad ambiental y en el acceso a bienes y servicios, que caracterizan a nuestras ciudades, son condiciones que han agravado las consecuencias de la crisis sanitaria.
Esta evidencia ha repercutido en una mejor disposición a entender el problema de forma integral y para abordarlo de forma multidisciplinar. En este contexto, se ha reconocido que las comunidades han dado mejor respuesta a la crisis que las superestructuras institucionales. Fortalecer la participación e impulsar el uso y usufructo del espacio público, son desafíos indiscutidos tras casi dos años de pandemia.
En este contexto, diseñadores urbanos y arquitectos tenemos que repensar el diseño, abriéndonos decididamente al espacio de la participación y la coproducción, obligándonos a pensar espacios públicos y edificios que no sólo no agraven la crisis sanitaria, económica y ambiental, sino que sean concebidos como dispositivos de remediación y adaptación, al servicio de las comunidades y de un hábitat más sustentable e inclusivo, en un entorno de justicia y equidad ambiental.
Marcelo Reyes Académico Arquitectura Universidad San Sebastián
Aprender a llevarse mal
Todos hemos experimentado, más de una vez, la experiencia de llevarnos mal con alguien. En más de una ocasión, sentimos una profunda molestia asociada a estados emocionales displacenteros que surgen ante la sola presencia de un otro que nos devuelve algo no reconocible en nosotros mismos o nos refleja características que, por razones desconocidas, rechazamos y revestimos de una racionalidad para poder justificar lo que experimentamos. Lo vemos a diario en el espectro político o en las redes sociales; agredimos de formas disímiles a aquellas personas objeto de nuestra evaluación.
Lamentablemente, es algo que hoy en día fructifica como la mala hierba y que debe ser trabajado desde la niñez, apoyado en una política pública que promueva la creación de una Ley de Educación Emocional, como se ha hecho en otros países.
El freno a este tipo de iniciativas se justifica porque no existen los recursos, los deseos o las ganas (que no es lo mismo) de crecer en términos de inteligencia emocional y aprender a vivir en y con la diferencia. Es entonces que surge esta contradictoria propuesta de 'aprender a llevarse mal'.
Normalmente pensamos cómo puedo hacer para llevarme bien, qué debo hacer para que tengamos una buena relación con otras personas, pero existe esta idea de flexibilizar nuestro modo de convivir con quien me llevo mal que está ahí, presente en nuestras vidas, ya sea compartiendo espacios de familia, de amistades laborales e incluso en un espacio de un Chile amado por todas y todos.
El ser humano tiene el potencial de establecer vínculos que permitan la convivencia armónica a pesar de los desentendidos y malestares, toda vez que prime la razón por encima de las emociones que muchas veces tienen su origen en pulsiones que emanan de nuestro inconsciente. En este sentido, es necesario trabajar con nuestros niños/as en el desarrollo de competencias desde la ética y la inteligencia emocional, 'llevarse mal' comienza a parecer una idea no tan descabellada porque la racionalidad establece una especie de homeostasis con la emocionalidad.
Luis Alemán Académico de la UCEN
Baquedano
Dentro de las indicaciones para el presupuesto 2022, la bancada de la UDI busca que se restaure Plaza Italia, junto con la estatua del General Baquedano y la tumba del soldado desconocido. Lo anterior como una muestra del triunfo del patriotismo por sobre la violencia.
No hay duda de que los memoriales, como representaciones artísticas, son parte imprescindible de la identidad nacional y agentes unificadores. Sin embargo, dado el escenario actual, con deuda pública, atentados legislativos a los fondos de pensiones, crisis educacional, un Sename en el cual cada día se destapan nuevas atrocidades. Pareciera que las indicaciones de la UDI apuntan más a una división innecesaria.
Parte fundamental de la política es saber batallar causas en el momento justo y este tipo de indicaciones son el fiel reflejo de una desconexión completa tanto con la temporalidad como con la realidad actual.
Pilar Lorenzoni, Fundación para el Progreso