Ha muerto Fernando Karadima. El juicio definitivo sobre su existencia lo hará Dios. Pero ya fue privado en este mundo de su calidad de sacerdote, su título más apreciado.
En Chile, la justicia se excusó de castigarlo por sus tropelías. En 2011, la ministra en visita Jéssica González dio por acreditadas las denuncias en su contra pero sobreseyó a Karadima porque habían prescrito.
El daño causado a las víctimas se conoce. Pero no hay modo de evaluar el impacto en sus vidas y relaciones personales y profesionales. La periodista María Olivia Monckeberg, autora de "El señor de los infiernos", cree que puede haber "otras víctimas desconocidas", porque "cuesta que la gente se dé cuenta y de ahí a dar la cara, poder compartir con otro, tratar de enjuiciarlo".
Ahora sabemos que hubo quienes dieron la cara y por ello conocemos la sórdida vida del ex párroco de El Bosque. Nadie, sin embargo, puede calcular el precio que está pagando la Iglesia Católica que decía amar.
El suyo no fue el primer caso conocido. Tradicionalmente, sin embargo, se entendía que se trataba de situaciones personales ante las cuales se podía hacer la vista gorda. Con Fernando Karadima era imposible esconder la verdad. No faltaron empeños frustrados por su destacada posición. Pero al final, el encubrimiento de años, se terminó, haciéndole un daño enorme a la institución. Incluso, que la visita del Papa Francisco a Chile se vio malograda por las esquirlas del "Caso Karadima".
Pero hay un daño peor. El apoyo que había recibido Karadima de los sectores más acomodados, se tradujo en el rechazo de quienes habían aplaudido a la jerarquía por su defensa de los derechos humanos durante la dictadura. Como consecuencia del escándalo, los obispos chilenos, incluso los no involucrados en el caso, perdieron dramáticamente su prestigio y la confianza popular.
La más clara demostración fue que, tras el estallido social, no hubo mayor interés por escuchar a los obispos. Ellos, por lo demás, optaron por un cauto silencio.
Su ausencia en este trascendental debate, el más importante de la nuestra historia, es la peor consecuencia de los pecados de Fernando Karadima.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo