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Mariana Enríquez: "Los cementerios cuentan historias"

LIBRO. La periodista acaba de reeditar "Alguien camina sobre tu tumba".
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Efe

Autora de terroríficos relatos, la periodista argentina Mariana Enríquez es también una escritora que siente fascinación desde muy joven por los cementerios, espacios que ve como "máquinas de contar historias", tal como queda constatado en su libro "Alguien camina sobre tu tumba".

Originalmente publicado por Galerna en Argentina en 2014, ahora lo reedita y amplía Anagrama e incorpora ocho nuevas estampas a las dieciséis primeras, de manera que el lector paseará, gracias a la obra, por 24 cementerios de todo el mundo, desde los de Rottnest Island de Australia al del Poblenou de Barcelona (España), sin obviar el de Punta Arena en Chile, considerado como el "más hermoso del mundo".

En una conferencia de prensa telemática, Enríquez señaló que ya como adolescente gótica en La Plata tomaba notas en el camposanto de la ciudad en la que residía, jugando "con el límite", porque "como a la mayoría de las personas la muerte me da miedo, pero se trataba de ir a ese lugar a enfrentarlo".

La primera de las crónicas que aparecen data de 1997, de un viaje a Italia con su madre, con parada en Génova, donde en el cementerio de Staglieno y gracias a Enzo, "la criatura más hermosa que yo había visto para mí", según apunta, se enamoró para siempre de estas necrópolis.

Cuando es invitada por alguna universidad, durante un festival literario o si se encuentra de vacaciones, suele optar por ir a este tipo de lugares, aunque sea una visita "más bien precaria", porque "los cementerios son máquinas de contar historias, hay muchas tumbas con historias, desde la del fantasma a la que tiene que ver con una masacre o la que se relaciona con un perrito fiel, como pasa en una de Edimburgo".

También las hay prohibidas, de "poltergeist", con lo que para "un escritor y para alguien con un cierto interés por temas pop y macabros son espacios ideales".

Una historia personal

A la vez, cree que la fascinación que siente tiene que ver con su propia historia personal relacionada con su país, Argentina, muy atravesada, como otros países, por desapariciones y muertes que tienen que ver con la política, con "cuerpos no recuperados o que no tienen su tumba, con lo que tiene el hecho de no poder despedir a un muerto".

Además del amor, en un cementerio Mariana Enríquez pudo escuchar anécdotas increíbles, vio tumbas coloristas que sobresalían de entre el gris dominante, le mostraron en Lima una calavera sacada de un nicho dentro de una bolsa negra de basura y hasta robó un hueso: en una visita a las catacumbas de París aprovechó el desmayo de un italiano hasta entonces vocinglero para llevarse ese souvenir ante la sorpresa de una amiga y el enojo posterior de su madre, que es médico y que todavía hoy se niega a decirle de qué parte del cuerpo es.

Todas las historias que cuenta, precisa, son tal cual ocurrieron, y la elección de las que terminan en el libro tiene que ver "con que cada uno de los cementerios pueda contar una historia, porque los hay que son muy interesantes, pero que dejé afuera porque lo único que puedo decir es que son muy interesantes".

"Lo que dejan muy claro todos es que son la historia y yo intento que sean espacios de memoria atravesados por mi sensibilidad, que en muchos casos tiene que ver con encontrar un libro de poemas relacionado con ese lugar o que a dos cuadras haya una tienda de discos rarísima", dice la autora de "Nuestra parte de la noche" y "Las cosas que perdimos en el fuego".

Y cuenta que ya decidió que cuando fallezca los amigos que le queden arrojen sus cenizas dentro de la tumba de Mendoza Paz, fundador de la Sociedad Protectora de Animales, donde puede leerse "Aquí no hay nada. Solo polvo y huesos. Nada".

Exposición digital sumerge a visitantes en obra de Van Gogh

ARTE. Hoy se estrena la experiencia que recorrerá el mundo.
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Cuarenta y cinco minutos de inmersión total en la obra del pintor impresionista Vincent van Gogh es lo que ofrece "Beyond Van Gogh" ("Más allá de Van Gogh"), una exposición digital que inicia en Miami su recorrido mundial e invita a "sentir" el arte del genio holandés de una manera distinta a la de un museo.

"Es más espectacular, podemos imaginar muchas cosas y nos tomamos algunas libertades", dice Mathieu St-Arnaud, del afamado Normal Studio de Montreal y director creativo y diseñador visual de esta exposición que hoy abrirá sus puertas al público en los Ice Palace Studios de Miami.

Entre esas libertades está hacer parpadear al Van Gogh de uno de los muchos autorretratos que invaden las paredes y el piso de la enorme sala donde los visitantes viven la experiencia "Beyond Van Gogh".

Antes pasan por otra sala en la que conocen al artista a través de sus propias palabras y de textos sobre su vida y obra que aparecen sobreimpresos en una serie de pantallas con fondos de sus cuadros.

En la pantalla de bienvenida se lee: "El amor siempre causa problemas, es verdad, pero hay que aceptar a su favor que da energía". La frase esta extraída de una carta que el artista escribió a su hermano Theo van Gogh en 1884.

Sumergirse totalmente

Envuelto en las imágenes cambiantes y en la banda sonora que las acompaña, en la que se reconoce a The Beatles y Don McLean entre otros muchos artistas, "pues con Van Gogh todas las músicas funcionan", el visitante puede llegar a pensar que solo él ha visto el humo que asciende con formas ondulantes de la pipa de otro de los autorretratos.

La sala tan pronto es un campo de girasoles como una noche estrellada, un paisaje de los Países Bajos o unos almendros en flor en el sur de Francia.

De repente la luz cambia, los colores y las formas también y las cámaras de decenas de celulares empiezan a disparar. Cada 45 minutos todo empieza de nuevo.

Es un desafío enorme hacer una exposición sobre un pintor tan reconocido sin contar con las pinturas mismas, subraya St-Arnaud.

No obstante, admite que más difícil sería hoy en día juntar todas las pinturas representadas en la exposición (unas 300) en un solo lugar y mucho más pagar las cifras astronómicas que exigirían las aseguradoras.

"No escribimos libros porque nos guste la violencia"

NOVELA NEGRA. Matrimonio sueco tras "Lars Kepler" se declara optimista, a pesar de su trabajo más oscuro, "Lazarus".
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Viéndolos sentados uno al lado del otro, sonrientes frente a una pantalla en su casa de Estocolmo, es casi imposible pensar que Alexandra Coelho Ahndoril y Alexander Ahndoril, que firman con el seudónimo Lars Kepler, sean los autores de "Lazarus", su última y más negra novela.

En un encuentro telemático, el matrimonio de escritores presentó la séptima entrega de la saga protagonizada por el inspector Joona Linna, siempre junto a la gélida y exigente Saga Bauer, de la que llevan vendidos solo en su país más de 350.000 ejemplares y que se traducirá a una veintena de idiomas.

Trepidante, como ya es marca de la casa, en esta ocasión ambos protagonistas se enfrentarán a un sádico asesino en serie que está ejecutando a criminales de toda Europa, un viejo conocido, Jurek Walker, que ya apareció en "El hombre de arena" y al que daban por muerto, de ahí el título.

Alexandra, a pesar de reconocer que sí se trata de su historia más oscura, piensa que escriben "libros optimistas", en los que también hay "peros, y tenemos a Joona y Saga, que nunca se rinden". Alexander apunta que "se pasa un poco del caos al orden, de la injusticia a la justicia".

En todos sus libros, revelan, se preocupan de sus "propios miedos, los intentamos gestionar a través de las historias y así nos sentimos un poco mejor al final". Admiten, eso sí, que "igual no acaba todo súper bien, no es idílico todo, pero sí hay un final bastante bueno". De todas maneras, Alexandra no esconde que mientras escribía la novela tenía pesadillas cada noche y "hay partes que todavía, cuando las leo, me hacen llorar".

Alexander precisa que cuando se sientan a esbozar sus relatos nunca piensan en si serán más violentos que el anterior. "El hecho de escribir -remata- tiene que ver con la pasión, que permanece a lo largo de los años, y con las posibilidades que nos ofrece el género".

Alexandra cuenta que escriben uno al lado de otro en una habitación de su casa y van pasándose a través del correo electrónico los textos que van elaborando y retocando, "a la vez que llevamos a cabo mucha investigación durante el proceso".

Ambos coinciden, además, en que la empatía es clave: "No escribimos libros porque nos guste la violencia, al revés, la odiamos y queremos ser leales con todas las víctimas que aparecen en nuestras obras, porque cada uno de los asesinados es un ser humano, con su familia y sus relaciones".