La alcaldesa de Caldera, Brunilda González, acusó que el fin de semana no hubo controles de carretera entre esa comuna y Copiapó y que "si había, la gente no lo vio", a propósito de la gran cantidad de visitantes que hubo en la costanera, como si la capital regional y Tierra Amarilla estuvieran en Fase 3.

Si bien puede sonar exagerado que no hubo controles, porque los hubo con vehículos que fueron devueltos y un par de sumarios, no había que estar de punto fijo en la ruta 5 Norte, para darse cuenta que este fin de semana largo pareció que la pandemia se esfumó para cientos o miles.

Las imágenes en redes sociales de personas en playas y sectores, revelaron de alguna u otra forma, la facilidad para acceder a sectores y que el respeto por las etapas del plan Paso a Paso es bien relativo.

Hay un par de temas, que es bueno analizar. Uno es que los controles no están siendo los óptimos y queda averiguar si es porque hay una cantidad no adecuada, hay mal uso de permisos o bien hay un sinnúmero de caminos alternativos, que terminan siendo un aliciente y colocan en un último plano la sensación de temor de recibir una multa o ser devueltos.

Por otra parte, parece revisable el impacto coercitivo de la Fase 2 en comparación a la cuarentena. Y es que no estamos hablando de traslados en la semana, sino que el fin de semana, donde la cuarentena sigue rigiendo para Copiapó y Tierra Amarilla.

Puede que la Fase 2 haya generado un excesivo relajo y el confinamiento del fin de semana sea más bien visto como una especie de "saludo a la bandera" para un sector de la población, que puede estar analizando como un derecho natural el salir de una ciudad enclavada entre cerros, tal cual se ha mirado el derecho de tener una segunda vivienda en Atacama.

La Fase 2 parece generar dispersión de conceptos por los viajes interregionales, situación que requiere ser evaluada ya sea con controles que sean más "visibles", si es que volvemos al concepto usado por la alcaldesa, o derechamente cambios de criterio.

No parece adecuado que se genere una especie de dos mundos, en donde unos pueden ir a estos sitios sin control y otros que terminan recriminando estas acciones. Y es que puede crear sensación de que las reglas están mal hechas o solo sirven para algunos casos, mientras que la población calderina puede sentir cierta inseguridad por la situación de contagios en ciudades en Fase 2.

A treinta (30) se elevó el número de femicidios cometidos este año en nuestro país, lamentablemente Copiapó es la ciudad donde se registra el último hecho grave en contra de una mujer y ocurrió en el sector alto de la ciudad durante el fin de semana. Una vez que la víctima y el imputado llegaran a su domicilio luego de que estuvieran compartiendo y bebiendo alcohol en casa de unos vecinos del sector, se inició una discusión que finalizó con la muerte de una mujer colombiana de 33 años y madre de tres hijos. Gracias al trabajo coordinado con el Ministerio Público, se logró establecer el delito y a través de diversas diligencias investigativas, posicionar al autor (su pareja) en el sitio del suceso y proceder a su detención.

Si bien, ha habido avances respecto a que la comunidad ha entendido que la violencia contra la mujer es un fenómeno que como sociedad no podemos permitir, las cifras nos muestran que los femicidios se han mantenidos relativamente estables, lo que coincide con lo que ocurre en la mayoría de los países del orbe. Es decir, aún queda un arduo trabajo para poder bajar las cifras de este delito en nuestro país y éste empieza por informar a la comunidad que el asesinato de una mujer es la culminación de una espiral de violencia que en muchas ocasiones se inicia en el pololeo, con sutiles muestras de dominación y que va creciendo con el tiempo y que se refuerza y fortalece cada vez que somos testigos de hechos de violencia en contra de mujeres de nuestro círculo cercano y no hacemos nada para evitarlos o para ayudarlas.

La tipificación del femicidio, no solo reconoce la gravedad de este delito, sino que pone de manifiesto algo que la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, lleva años señalando en sus distintos análisis sobre el homicidio a nivel mundial. "Alrededor de 87.000 mujeres en el mundo fueron víctimas de homicidio en 2017. De ese grupo, aproximadamente 50 mil - o el 58% - fueron muertas por sus compañeros o familiares, en comparación con menos de 6% de las víctimas masculinas" (2018), es decir, la mayor parte de los homicidios de mujeres son cometidos por parejas, ex parejas o familiares y, en este sentido, el aumento de su condena, les da a los autores de estos hechos un castigo mayor debido a la existencia de un vínculo, actual o no, con su víctima.

Desde el año 2009, a través de las Brigadas de Homicidios de nuestra Institución y con el apoyo del Servicio Nacional de la Mujer y Equidad de Género (SERNAMEG), hemos estado desarrollando campañas de capacitación y de cómo poder evitar este delito, dirigidas tanto para el personal policial como para la comunidad en general, respecto a su tipificación, lo que no es casual considerando que llevamos a cabo más del 90% de todas las investigaciones por este ilícito en nuestro país.

Por lo anterior, el llamado de la PDI es a no ser un mero observador, sino tomar conciencia de la gravedad de este tipo de hechos, de que la violencia en contra de una mujer puede y, en muchas ocasiones así es, terminar en su asesinato y es responsabilidad de todos poder evitarlo.

Juan Sánchez Quero

Prefecto inspector de la PDI, Jefe Región Policial de Atacama

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