Cesantía: la otra pandemia
No es ninguna novedad que la pandemia nos ha sumido en un grado de desempleo cuya magnitud desde hace años no se veía en nuestro país. Y no se trata solo de la clásica cesantía, sino también de aquella de nuevo cuño que idearon para "proteger" nuestros empleos. Los nuevos cesantes se suman a la ya abultada lista de personas sin trabajo de nuestro largo territorio, que, considerando sólo las estadísticas relativas al seguro de cesantía y protección del empleo entregadas por la Superintendencia de Pensiones, se acercan en total a los dos millones.
Estamos vivenciando un deterioro en la economía, cuyo debilitamiento se hace sentir con cada día que pasa. Esto da paso a que las personas desocupadas traten de generar trabajos por cuenta propia, en vez de trabajos asalariados, en aquellas áreas donde hoy los empleos simplemente no existen. Con estos trabajos buscan llevar el pan a sus hogares o pagar las deudas, son una respuesta a la necesidad y, en definitiva, el verdadero rostro del emprendimiento. En Chile no se emprende por ser un gran empresario, sino, porque de lo contrario, no se come. Esto es así pese al esfuerzo de los medios de comunicación, el capital y el gobierno, por romantizar esta situación, intentando hacer ver esta crisis como la gran oportunidad para emprender y alcanzar la anhelada independencia económica.
Entre los cesantes, hay quienes han perdido su trabajo al inicio de la pandemia, con empleadores amparándose en leyes hechas para salvaguardar la economía y no a las personas. También hay quienes se encontraban desocupados antes de la pandemia y que, con el acontecer de ésta, han visto dificultados sus esfuerzos por encontrar un trabajo. Esta fracción de cesantes se encuentra exenta de cualquier "beneficio" planteado por este gobierno.
Hoy la cesantía alcanza incluso a profesionales de todos los rubros y áreas (de la educación, las ingenierías, técnicos, humanistas, etc.) que están sin trabajo, pese a la oferta de un glorioso futuro al que era posible acceder con un cartón en la mano. A éstos demás se les castiga, pues, aun habiendo logrado vencer las adversidades económicas para estudiar una profesión, se les segrega por el mero hecho de tener un título, dejándoles fuera de cualquier beneficio social y sin acceso a ningún tipo de financiamiento por medio de la banca.
Más aún, aprovechándose de la necesidad de la mayoría, el gobierno aprovecha de lavarse la cara indicando la creación de nuevos puestos de trabajo, cuyos sueldos serán, como siempre, un abono a la miseria. Derecho a un trabajo digno, es algo de lo que en Chile el Estado no conoce nada, ni le interesa. Es un objetivo a conseguir en nuestra nueva constitución.
Izquierda Libertaria Sección Atacama
Presupuesto 2021 base cero
El ministro Briones hace unos meses anunció la elaboración de un presupuesto 20121 base cero, debido a la pandemia sanitaria y crisis económica en que estamos.
Esta acción, absolutamente indispensable, es parecido al análisis y eliminación del costo de no calidad que se identifica en los sistemas de gestión de calidad.
Hacienda ya ha estado mostrando centenas de programas financiados con recursos fiscales y que sus resultados son malos. Si agregamos aquellos programas cuya prioridad es menor a las necesidades urgentes actuales, estamos hablando de enormes sumas de recursos.
En mi opinión, esta reasignación debe ser de no menos al 20 % del total del presupuesto fiscal. Si lo estimamos de Mill USD 80.000, hay Mill USD 16.000 factibles de reasignar, sin mucho dolor.
Jorge Porter Taschkewitz
Desarrollo
Los historiadores del futuro que evalúen nuestra economía durante la primera parte del siglo XXI, tendrán en una reciente columna de Sebastián Edwards una fuente insoslayable.
En ella, el economista residente en Estados Unidos echa por tierra la idea de implementar una política industrial activa que elija "ganadores nacionales". No obstante, Edwards subraya la necesidad de aumentar la complejidad económica de nuestra estructura productiva. De esta forma, el autor propone mejorar la educación a todos los niveles, especialmente el técnico-profesional y desarrollar nichos asociados a nuestros recursos naturales, o nichos intensivos en informática e inteligencia artificial.
Efectivamente, una revolución educacional de siglo XXI pudiese tener un impacto más profundo en nuestro desarrollo socioeconómico que un cambio constitucional con tintes refundacionales. Políticas de desarrollo productivo, reconversión tecnológica o reconfiguraciones educativo-laborales son expresiones que brillan por su ausencia en el actual debate, lo que revela una paradoja: todas ellas son genuinas y consensuadas alternativas para saltar al desarrollo, es decir, ese sueño de convertirnos en una nación de clase media con alto estándar de vida.
Camilo Barría-Rodríguez