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De sueños azules y contrasueños

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"Esa voz, de un pueblo que sufre hace 200 años, es la que me ha llevado por el mundo", fue lo que dijo el poeta al recibir el galardón. Y desde la cima, en un pueblito de Asturias, en la casa de una cuñada, recuerda la ruca de su abuela, la que le preguntaba, al despertar qué había soñado.

Estas son las preguntas que respondió al despertar, al día siguiente de la algarabía del Premio Nacional.

- Elicura, ¿qué soñó usted anoche?

-Que yo estaba parado sobre un cerro con mucho verdor: pastos, árboles, enredaderas... Era un estero en el fondo de un pequeño valle, que veía a través de una leve neblina, parece. Luego levanté la vista hacia el oriente pues había un círculo de cielo intensamente azul entre nubes blancas. Ahí me daba cuenta que lo que parecía neblina era mi capacidad de ver a través de una gran piedra.

-¿Qué recuerda de Quecherewe?, el lugar donde nació.

-Ahí está como suele decirse, el mundo, la piedra angular de mi memoria, de esa memoria que es de donde surge la escritura, el pensar. Como dice nuestra gente, nadie elige nacer en un lugar, en un color, en un idioma, en una visión de mundo, en una historia. Pero uno tiene la tarea de aprender a amar lo que ha tocado.

-¿Dónde está su memoria?

-Mi memoria está allí, a orillas de los esteros, de los bosques, en la que sigue estando nuestra casa azul, que antes compartió con la ruca de nuestros antepasados y que se derrumbó para el terremoto del sesenta y ya no volvió a reconstruirse. Mis padres vieron que había una fractura en el terreno: cada vez que han habido terremotos se abre esa parte.

-¿Cómo era su familia?

- Todo ocurría ahí, a orillas del fogón, en la conversación. Mis abuelos contaban sus relatos, sus Epew, nos daban consejos. Había una tía que cantaba, una poeta. Eso fue nutriendo mi memoria, el sonido del agua de la vida, del viento entre los árboles del bosque, un bosque muy hermoso, muy diverso. Mi infancia fue feliz junto a mis hermanos y hermanas. Éramos cinco, mi hermano Carlitos falleció tempranamente, lo que marcó de manera definitiva mi pensamiento. Mi abuelo era el lonco de nuestra comunidad, una de los más grandes de la zona. No sabía hablar castellano, mis padres y algunos de los tíos y tías hablaban, pero poco. Es una memoria muy rica. Comprendíamos tempranamente el sentido de la vida, su brevedad, pero también su maravilla.

-¿A qué edad, en qué momento sintió usted que era poeta?

- Ser poeta era la única posibilidad de mirar ese pasado que de pronto se transforma en futuro. Era el círculo de la vida, el presente que es todo el tiempo. Me di cuenta tempranamente, cuando mi hermano falleció. Con él compartíamos nuestros juegos, íbamos a los bosques, aprovechábamos de cumplir con los mandados, veíamos a los animales, las ovejas. Nos llamaba a ambos la atención, por ejemplo, cuando venía el florecimiento de los ulmos. Mi abuelo era apicultor como mi madre, esa flor aromatizaba el bosque, para nosotros era un gran misterio de dónde venía, porque como la arboleda es enorme, y los ulmos van buscando la luz, se asoman, sus flores caían entre la frondosidad de otros árboles que los rodeaban. Era un gran misterio para nosotros llegar a la época en que veíamos esas flores. Sentíamos ese aroma al llegar al bosque y se echaba a andar nuestra imaginación. También a orillas del fogón aprendíamos la importancia de la penumbra y de la luz, como todo, conforme al Epew de "Treng Treng y Kai Kai", todo es una dualidad que ocurre en el universo y al mismo tiempo en nosotros, que somos una pequeña parte de la tierra.

-¿Eso era poesía?

-Sí: soñar con el canto de los pájaros, especialmente los graznidos de las bandurrias, el canto de los trailes, o de pronto toparnos con sus nidos, observar con mucho respeto y cuidado esos nidos: nos decían que no había que tocar los huevitos porque los pájaros podían destruirlos. Estaba toda la poesía y la posibilidad de la vida palpitando en ese huevo.

Sueños

-¿El poeta en el mundo mapuche tiene alguna especie de revelación, como le sucede a las machis?

-Hay un cultivo de un lenguaje que se ha ido olvidando, que es el lenguaje de los sueños. Esa es una parte muy importante en el inicio del día. Generalmente es la abuela la que pregunta si soñaste, qué soñaste. Los adultos contaban sus sueños, los niños aprendíamos a interpretarlos y a contarlos. Hasta que uno termina su sueño en esta tierra. Es una actitud cotidiana, del día que comienza. Aún sigue esta costumbre. Como suele decirse: todos sueñan pero no todos recuerdan sus sueños, porque no hay un trabajo de esa memoria, que está en todas las personas.

-¿Qué es la poesía?

-La poesía no es solamente verso. Es movimiento, gestualidad, textura, color, todo es poesía que se transforma en un sabroso almuerzo, once o desayuno. Y ahí están los sueños liderando lo cotidiano y lo trascendente, vinculándonos con la denominada realidad y la irrealidad, el misterio de la vida.

-¿En qué escribe? ¿Va directo al computador, tiene algún cuaderno especial?

-Para la poesía, necesito el papel. Lo narrativo lo hago directo a la computadora. La poesía requiere del papel, del contacto, de la visión. Uno puede tomar el cuaderno, la libreta y ver cómo avanza un poema. A veces va paso a paso y otras veces como un caudal.

Mapudungún

-Si todos supiéramos hablar la lengua mapuche ¿cómo se transformaría Chile?

-Toda cultura y por tanto todo territorio se enriquece cuando hay diversidad de colores, visiones de mundo, modos de hablar. Cualquiera que sea el idioma, se enriquecen todos y todas. Mapudungún es una lengua muy musical, muy compleja y que contiene una profunda visión de mundo. Como toda visión nativa, recuerda que los seres humanos provenimos de culturas nativas, solo que algunos tenemos memoria y otros la han olvidado. El gran aporte de nuestra cultura es su visión de mundo vinculada con la naturaleza.

-¿Sirve volver a la cultura nativa en los tiempos que vivimos?

-Es un gran aporte, porque está con la mirada y el pensamiento puesto en sostener, sustentar el equilibrio de la naturaleza a la que pertenecemos. Si se genera un desequilibrio en la naturaleza se está generando lo mismo en nosotros mismos. Es una violencia que nos toca. Somos una pequeña parte de la tierra, mapuche: gente de la tierra.

-¿Desde cuándo está en Asturias?

-Cuando comenzó la pandemia yo estaba en Europa, en actividades literarias. Había sido invitado a la Bienal de Arte de Sídney, donde mi obra ocuparía un lugar relevante. Pero la pandemia llegó primero a Australia y luego muy rápidamente llegó a Europa y no alcancé a concluir este trayecto. No pude viajar a Australia y tampoco pude concluir las actividades programadas en Barcelona, porque vino la orden de confinamiento y mi pasaje que estaba para el 24 de marzo fue cancelado. Luego hice nuevas reservas tres veces y la empresa Latam cada vez canceló mi pasaje. Y no tiene visos de cumplir, por lo tanto, decidimos con mi compañera y nuestra hija tomar otra línea y estamos viendo en el transcurso de este mes qué sucede.

-¿Pudo celebrar?

-Sí, con la familia. Estamos en un lugar rural de Asturias, donde vive la hermana menor de mi compañera con su compañero. Celebramos, sí. Me prepararon una cena y conversamos, brindamos, emocionados por la importancia de este momento, parte de la historia de un territorio tan golpeado.

-¿Cómo celebrará cuando pueda volver?

-Tenemos que hacer primero nuestra cuarentena, ojalá la vida nos regale la posibilidad de llegar bien hasta allá. Luego pensaremos en celebraciones con la familia y con los amigos y amigas más cercanos en nuestra comunidad, en Quecherewe.

Editorial Universitaria

132 páginas

$ 14.000


La vida es una nube azul

Lom Ediciones

219 páginas

$8.800

El poeta abre lo más sagrado de su cultura: los sueños. El autor dijo que los sueños azules "son aquellos que surgen de la sabiduría contenida en la memoria de mis antepasados (…) y los contrasueños son elementos negativos que, en la ciudad actual acechan para contradecir el espíritu mapuche que me habita".

En este libro, Elicura Chihuailaf construye sus memorias y narra una poética relación con la naturaleza ajustada al mundo que habitamos.

El poeta habla del arte de la conversación del mapuche como base del entendimiento entre las personas.

Sueño azul

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La casa azul en que nací está situada en una colina rodeada de hualles, un sauce, castaños, nogales un aromo primaveral en invierno

-un sol con dulzor a miel de ulmos-

chilcos rodeados a su vez de picaflores

que no sabíamos si eran realidad o visión ¡tan efímeros!

En invierno sentimos caer los robles partidos por los rayos

En los atardeceres salimos, bajo la lluvia o los arreboles, a buscar las ovejas

(a veces tuvimos que llorar la muerte de alguna de ellas, navegando sobre las aguas)

Por las noches oímos los cantos, cuentos y adivinanzas a orillas del fogón

respirando el aroma del pan horneado por mi abuela, mi madre, o la tía María

mientras mi padre y mi abuelo -Lonko de la

comunidad- observaban con atención y respeto.

Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica

Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía

las grandezas de la vida cotidiana, pero sobre todo sus detalles

el destello del fuego, de los ojos, de las manos.

Sentado en las rodillas de mi abuela oí las primeras historias de árboles

y piedras que dialogan entre sí, con los animales y con la gente.

Nada más, me decía, hay que aprender

a interpretar sus signos

y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.

Tal como mi madre ahora, ella era silenciosa

y tenía una paciencia a toda prueba

Solía verla caminar de un lugar a otro, haciendo girar el huso, retorciendo la blancura de la lana

Hilos que en el telar de las noches se iban convirtiendo en hermosos tejidos

Como mis hermanos y hermanas

-más de una vez-

intenté aprender ese arte, sin éxito.

Pero guardé en mi memoria el contenido de los dibujos

que hablaban de la creación y resurgimiento del mundo mapuche

de fuerzas protectoras, de volcanes, de flores y aves

También con mi abuelo compartimos muchas noches a la intemperie

Largos silencios, largos relatos que nos hablaban del origen de la gente nuestra

del primer espíritu mapuche arrojado desde el Azul

De las almas que colgaban en el infinito como estrellas

Nos enseñaba los caminos del cielo, sus ríos sus señales

Cada primavera lo veía portando flores en sus

orejas y en la solapa de su vestón

o caminando descalzo sobre el rocío de la mañana

También lo recuerdo cabalgando bajo la lluvia

torrencial de un invierno entre bosques enormes

Era un hombre delgado y firme

Vagando entre riachuelos, bosques y nubes

veo pasar las estaciones:

Brotes de Luna fría (invierno), Luna del verdor (primavera)

Luna de los primeros frutos (fin de la primavera y comienzo del verano)

Luna de los frutos abundantes (verano)

y Luna de los brotes cenicientos (otoño)

Salgo con mi madre y mi padre a buscar

remedios y hongos

La menta para el estómago, el toronjil para la pena

el matico para el hígado y para las heridas

el coralillo para los riñones -iba diciendo ella.

Bailan, bailan, los remedios de la montaña

-agregaba él

haciendo que levantara las hierbas entre mis manos.