Deficientes gobiernos locales
El ministerio de Hacienda ha recortado 54 mil 700 millones de pesos a nueve regiones de la nación por no utilización de recursos presupuestarios en proyectos de desarrollo.
Entre las regiones con menos recursos presupuestarios por no empleo de dineros en los desarrollos locales están Arica y Parinacota, Tarapacá, Antofagasta y Atacama, es decir, todo el norte de Chile.
Antofagasta figura con 5 mil 700 millones de pesos menos y Atacama con más de seis mil 700 millones, la primera a nivel nacional. En total a las nueve regionales del país, la mayoría de las regiones del territorio, se les ha recortado entre 5.300 y 6 mil 700 millones de pesos, con lo que el desarrollo local se deteriorará bastante.
El tema no es nuevo. Hace más de veinte años que el ministerio de Hacienda estimó una especie de castigo para aquellas regiones que no disponían de buenos proyectos de inversión elaborados por sus gobiernos locales, como se pudo comprobar en los primeros años de los 2000.
La Universidad de Atacama lideró un seminario de proyectos durante la Intendencia de la senadora Yasna Provoste (diciembre 2001- septiembre 2004). La conclusión de ese encuentro fue la débil propuesta de alternativas de desarrollo de la zona al nivel central, avalada esa conclusión por el funcionario de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo, Juan Cavada (copiapino), presente en el evento. La autoridad regional exhortó a los presentes a asumir el problema y emerger de él con laboriosidad, conocimiento y aptitud. Un debate severo se estableció, conducido por este periodista.
Casi dos décadas después estamos en lo mismo. Con un gobierno de derecha que no asume esa verdad e intenta encubrirla con nebulosas justificadoras donde la actual crisis sirve de excusa y de no reconocimiento de esa preocupante debilidad de los gobiernos locales de Atacama.
Los gobiernos locales son la esencia del progreso de una región.
Las autoridades de las regiones están para liderar el progreso colectivo con proyectos reales y de avanzada. De lo contrario se estaría confirmando la advertencia del entonces candidato Patricio Aylwin formulada a este periodista en 1989… "dudo de la capacidad de las regiones en establecer su destino…"
Osman Cortés Argandoña
Prejuicios
En una reciente columna, Sebastián Edwards se refirió a la necesidad de implementar política industrial en nuestro país, como una idea "mal hilvanada", "incorrecta" y que "puede llevarnos a políticas perjudiciales". Según el economista, "la correlación entre 'complejidad' y desempeño económico es extremadamente tenue". Como si fuese poco, remata: "Nuestra creciente mediocridad no tiene que ver con la matriz productiva ni con una escasa 'complejidad'".
Se puede conceder al autor de que la política industrial -mal diseñada-, puede llevarnos a políticas perjudiciales. Pero aducir groseramente que la política industrial es incapaz de producir procesos de acumulación en sentido amplio, escapa de toda seriedad académica y pinta una desaprobación que tiene más de prejuicio ideológico (que abundan en economía), que de comentario sustancial.
La literatura sobre política industrial en los últimos treinta años es abundante, y toma nota de los éxitos conseguidos por países tan diversos como la República Popular China, Etiopía, Malasia, Taiwán o Vietnam. Sin política industrial, China no sería el gigante que es; Corea no sería la potencia tecnológica que es, y Singapur no poseería los estándares de vida que goza hoy.
Edwards deliberadamente nos quiere ocultar la posibilidad de adentrarnos en estos debates con las voces de Justin Yifu Lin, Ricardo Hausmann, Aldo Ferrer, Alice H. Amsden, Ha Joon-Chang, quienes por décadas han estudiado este tipo de tácticas de desarrollo. Decir política industrial en 2020 está lejos de ser sinónimo de modelo ISI, paradigma el cual ha sido superado y refutado por las exitosas transformaciones económicas en Asia del Este. En Chile, sería absurdo volver a calcar los fundamentos del ISI (1939-1975). Pero una política industrial moderna, acoplada a una reconfiguración educativo-laboral, a un fuerte estímulo al aumento de la competitividad tecnológica de nuestras exportaciones y sobre los rieles de la actual revolución tecnológica, es un viable complemento para diversificarnos y lograr mayor complejidad económica.
Camilo Barría-Rodríguez
Plebiscito
El proceso constituyente en curso ha polarizado nuevamente a los chilenos en dos bandos inconciliables; entre quienes optan por el Rechazo y quienes optan por el Apruebo. En el primero están las personas más conservadoras, afines a los sectores políticos de derecha, que pretenden mantener la actual institucionalidad o modelo de sociedad que nos rige, propio de una sociedad libre y responsable; y, en el segundo, las personas proclives a los sectores políticos de izquierda, que durante la última década han estado promoviendo insistentemente el cambio de la Constitución Política de 1980 mediante una Asamblea Constituyente y que pretenden sustituir la actual institucionalidad por otra de orientación colectivista, igualitarista y estatista; la que lleva en sí el germen del totalitarismo.
Adolfo Paúl Latorre