Reconocimiento a los dirigentes sociales
Un 7 de agosto, pero de 1968, se publicó la ley que institucionalizó las organizaciones sociales y reconoció la enorme labor que realizan los dirigentes sociales y vecinales a sus comunidades y el país.
Desde esa fecha hasta hoy, el rol de las entidades y liderazgos locales ha crecido y ha sido un aporte fundamental para el desarrollo de Chile, al constituirse estas organizaciones en la primera línea de vinculación de la sociedad civil con el Estado y sus autoridades.
Se trata de una función con una enorme vocación de servicio hacia los demás, ya que se hace de manera voluntaria, desinteresada, y con un profundo compromiso de contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas en los distintos rincones del territorio nacional.
Actualmente, existen 213 mil organizaciones sociales activas en el país, de las cuales, el 80% corresponden a juntas de vecinos, las que están muy involucradas en el quehacer diario y las problemáticas de sus respectivas comunidades. Este trabajo en terreno que ejercen los dirigentes sociales, permite que sean las propias bases de la sociedad civil las que releven a las autoridades, desde sus territorios, las prioridades y requerimientos que tienen, incidiendo para que sus demandas se materialicen en políticas públicas, que vayan en directo beneficio de sus localidades.
Su importancia ha sido reconocida con particular atención por el gobierno del Presidente Piñera, especialmente, en el actual contexto de pandemia, donde los dirigentes sociales se han transformado en una pieza vital para enfrentar el Coronavirus y frenar su contagio. Desde la División de Organizaciones Sociales continuaremos trabajando para reforzar su rol y ampliar su ámbito de acción, promoviendo un mayor número de organizaciones y liderazgos a lo largo de Chile.
Jorge Fuentes, director nacional División de Organizaciones Sociales
Que el hambre no se haga costumbre
El dueño de un predio se acercó al capellán del Hogar de Cristo con un cheque y le dijo: "Tome, padre, para sus obras". El sacerdote lo miró y le respondió: "Muchas gracias, pero disculpe si antes de recibirlo le hago unas preguntas: en su campo, ¿tiene trabajadores?", "¿y ellos tienen casa?", "y en esas casas ¿hay luz eléctrica?", "¿tienen piso o suelo de tierra?", "¿y habrá alcantarillado?".
El hombre no supo qué responder.
"Hagamos una cosa", le respondió el capellán: "Vaya con este cheque y haga todas las cosas que les debe a sus trabajadores. Estas que conversamos y las que falten. Después, si le queda algo para donar me lo trae para el Hogar de Cristo".
El capellán de esta historia era el padre Hurtado. Quien hoy, en el Mes de la Solidaridad y aún más en un 2020 que nos ha demostrado la precariedad de nuestro sistema de protección social, nos inspira más que nunca. Él fue un activista social que supo distinguir entre la conciencia de la justicia y los esmeros de la caridad.
¿Cómo ayudamos a las personas con más hambre que deben recurrir a las ollas comunes? Con todo, habría que responder. Jugándonos por ellos, pero haciendo además todo los esfuerzos necesarios para que resolvamos pronto y en serio la hambruna que está provocando la pandemia con un plan de alimentación que vaya mucho más allá de la repartición de cajas de alimentos o el apoyo a la olla común.
Agosto es el Mes de la Solidaridad y lo es en homenaje a Alberto Hurtado, quien murió el 18 de agosto de 1952, dejando como legado eso que algunos llaman su milagro cotidiano: el Hogar de Cristo.
Lo suyo fue pura organización social y sensibilización solidaria. Lo suyo hoy sería cuidar a esos que por su condición corren peligro de contagiarse y morir; alentar las ollas comunes que son la solución para esa guata vacía que duele de hambre; y levantar la voz para trabajar en respuestas sólidas, multisectoriales para afrontar la pobreza que viene. Lo suyo hoy sería trabajar para que los 4.500 adultos mayores, hombres y mujeres con discapacidad mental y personas en situación de calle que están en cuarentena en residencias, hospederías y casas de acogida del Hogar de Cristo no sucumban al virus, lo mismo que los 30 mil que se atienden de manera ambulatoria. Y para ello pediría, como siempre, dar hasta que duela, porque eso es solidaridad y compromiso.
Carol Calderón, jefa de operación social de Hogar de Cristo en Atacama
El 6% también es mío
Ya queda claro que los fondos previsionales existen, que son de propiedad de cada trabajador, y por lo mismo hay que cuidarlos de nuestra clase política, que de una u otra forma buscan meterles mano.
Tampoco debemos perder de vista el destino de la cotización extra de 6% que se discute en la reforma previsional, el cual debe ir integro a la cuenta del trabajador, para compensar el retiro del 10% de los ahorros previsionales, o bien para juntar nuevos ahorros para futuras contingencias.
Eduardo Jerez