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Alejandro Nuñez

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Alejandro Núñez fue por casi una década periodista de El Diario de Atacama. Si bien emprendió nuevos rumbos, sigue siendo "de la casa". Él fue parte de nuestro equipo periodístico durante los aluviones, donde vivió en carne propia las dificultades que generó esta catástrofe.

"Sin duda la catástrofe, como los aluviones de 2015 y 2017, son las experiencias más enriquecedoras a nivel profesional aunque suene cruel. Las situaciones límites ponen a prueba toda la experiencia en el reporteo como también la ética periodística con situaciones como el cuidado de la fuente y no caer en el cautivante y vulgar sensacionalismo", sostuvo.

Al mismo tiempo, agregó que "el aluvión del 2015 tomó a todos por sorpresa. Pasamos de la hermosa portada del río volviendo a su cauce luego de una década de sequía para horas después tener gran parte de Copiapó inundado y con graves daños. La labor periodística cobró doble importancia por la falta de información que tenía la comunidad que se aferró a las redes sociales que entregaban como si fuera el río un desborde de noticias falsas. Uno de los casos más emblemáticos fue cuando anunciaron que el embalse Lautaro había colapsado lo que generó pánico en la gente".

Los aluviones que dejaron huellas

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El 24 de marzo, los copiapinos veían con buenos ojos las precipitaciones. Salieron en masa a ver cómo el Río Copiapó volvía a la vida. Lodo, tierra y basura bajó por el caudal durante esa tarde, pero no fue impedimento para los nostálgicos para acercarse al lugar a disfrutar de un río con agua. Los niños tiraban piedras al lugar y algunos hasta se mojaban los pies en el parque Kaukari y en el sector viñita azul .

Todo empezó a cambiar durante la madrugada del 25. Tormentas eléctricas presagiaban que algo malo podría ocurrir, pese a eso, los copiapinos observaron asombrados el fenómeno.

"Estado de Catástrofe" tituló El Diario de Atacama, después de despertar tras el primer día de tragedia. Fue aproximadamente a las 4 de la madrugada, cuando la quebrada de Paipote bajó con toda su furia. Basura, troncos venían desde el río. En ese momento, los habitantes de Paipote, Tierra Amarilla y Copiapó, quedaron con el barro hasta las rodillas y la gente debía utilizar cuerdas para cruzar de una calle a otra.

Pese a que en otras comunas el desastre fue peor, la casi nula señal, por una fibra óptica dañada, no daba luces de lo que realmente estaba pasando en toda la Región de Atacama.

La provincia de Chañaral se llevó la peor parte, ya que en Diego de Almagro y El Salado un aluvión bajó sin miramiento y la comuna de Chañaral se partió en dos por la enorme masa de agua que venía cargada de lodo y todos los escombros de casas, camiones, y otras cosas que arrastraba la corriente desde Diego de Almagro y El Salado. La magnitud fue tan grande que el alud se llevó la estación de ferrocarriles, los vecinos grabaron cómo el aluvión movía camiones pesados con carga peligrosa y personas debieron quedar en el techo de sus casas esperando a que todo pasara. El llamado de un profesor de dicha comuna, alertó del peligro y movilizó a helicópteros de Carabineros que lograron rescatar a algunos habitantes que duraron horas arriba de sus viviendas.

El escenario era tan transversal, que los rescates a personas que se refugiaron en la altura se dieron tanto en Chañaral, como también en la Provincia de Huasco, donde una anciana y su familia se aferraron a un árbol mientras que otro alud pasaba bajo de ellos. Miles de personas quedaron con sus viviendas inhabitables, afectadas o simplemente se las llevó el río y más de 20 vidas se apagaron con el paso de los aluviones.