Sentados en el cerro
Enviada por: Paula Guerrero Zaro.
Durante dos años, desde el ´85 al ´86, mi amigo Alfonso "Ponchi" Cuello (de la emblemática heladería "Helados Cuello" de calle Maipú) y yo solíamos ir todos los sábados por la mañana al cerro Chanchoquín o cerro de La Cruz; estábamos en 7º y luego 8º en el Liceo Católico Atacama y para nosotros se trataba de salir de excursión y contemplar nuestra ciudad desde las alturas.
Con puntualidad inglesa en aquellos años, salía de mi casa en la Población Las Canteras entre las 8:00 y 8:15 a más tardar para pasar a buscar a Alfonso a las 8:30, llevando consigo desde marraquetas con mantequilla, jugos a paquetes de galletas, calugas y otras que el Ponchi sacaba del negocio de sus padres. De esa manera, provistos de estos comestibles y bien abrigados partíamos cada sábado (salvo que tuviéramos alguna actividad en el colegio o uno de los dos se enfermara) hacia el sector de la Alameda con Circunvalación para subir el cerro por sus escaleras de piedras.
Una vez arriba, sentados sobre la base de la Cruz, el objetivo era simplemente contemplar la ciudad, escuchar los diferentes sonidos que llegaban a nuestros oídos, ver las bandadas de aves (alguna clase de garza creo) que por aquel entonces cada mañana volaban hacia los pimientos de la plaza y contemplar muchas veces la entrada o la disipación de la neblina, la primera todo un espectáculo porque pasaba por donde nos encontrábamos y nos dejaba como suspendidos en el aire algunos minutos, sin poder ver la ciudad.
Y así, mientras conversábamos y comíamos, pasábamos algunas horas reflexionando acerca de nuestras vidas hasta ese momento en nuestra ciudad de Copiapó.
Vuelo de vida
En el living de la casa de Alberto se encuentra un pequeño cuadro, cuyo contenido es un fax del año 2000, a pesar de las líneas tenues, su contenido sigue intacto: "…Gracias Tío por su ayuda para poder trasplantarme. Recordaré y agradeceré por siempre su bondadoso corazón ya estoy trasplantada y feliz.V.O". Potente mensaje que conecta a personas e instituciones con el solo objetivo de salvar y entregar una mejor calidad de vida a una persona.
Uno de los vuelos más significativos de Alberto Guerrero Mercado, quien tenía en ese tiempo 43 años de piloto civil. Aquella mañana, recibe una llamada del doctor y piloto Harry Wilson, presidente del Club Aéreo de Copiapó, quien contaba con un avión Piper PA28, ese día cumplía turno médico y solicita apoyo para trasladar a una niña desde Copiapó a Santiago. Alberto estuvo dispuesto a colaborar, pero ¿cuál era la mayor problemática? el avión no tenía la suficiente autonomía, producto que el trasplante debía realizarse en un tiempo limitado. No habiendo otra forma de trasladarse, la doctora de la niña, Pilar Merino, gestionó con Carabineros de Chile, un avión y personal de enlace entre La Serena - Santiago. Alberto se preparó y a las 13:00 horas de ese mismo día despega desde el aeródromo Chamonate rumbo a La Serena junto a Vanessa y su madre quienes ¡logran llegar!, suben al avión que las esperaba, aterrizando unas horas después en Santiago, para luego trasladarse al recinto hospitalario, donde se realiza finalmente la cirugía. Por cierto, existieron dificultades y riesgos, pero más fuerte fue la fe, espíritu, voluntad, de todos y la pequeña, que dieron lo mejor de sí.