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Mundo poscovid: la pandemia acelera las ciudades del futuro

Urbes verdes, gentrificadas, inteligentes, integradas o selvas de cemento. El debate es intenso, pero coincide en que cualquier transformación de la vida ciudadana choca, después del coronavirus, con la desigualdad de sus barrios.
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Antes de que el mundo contuviera la respiración por el COVID-19, la Bienal de Arquitectura de Venecia preparaba su edición 2020 con el lema "¿Cómo viviremos juntos?". Nadie podía imaginar entonces la dimensión que cobraría esa pregunta. Tres meses han bastado para cambiar el planeta. Superado el pánico inicial, se multiplican los debates sobre las ciudades del futuro.

La historia está plagada de cambios urgidos por la supervivencia. La peste mudó las ciudades romanas, Central Park nació en respuesta a la falta de higiene en Manhattan, los bulevares oxigenaron las grandes capitales y redujeron la mortalidad. La lista es inacabable. "Tenemos que repensar la vida en nuestras ciudades. Se necesita valentía y también equilibrio", dice el arquitecto italiano Stefano Boeri, impulsor de los jardines verticales.

La reflexión no se puede dilatar. El 55% de la población mundial vive en zonas urbanas. En 2050 la cifra trepará hasta el 70%, más de 6.500 millones de personas. El riesgo de contagio de enfermedades se multiplicará exponencialmente.

La urbanización, pronostica la ONU, crecerá más rápido en los países más pobres. "Sería un gran error volver a la normalidad que ha permitido esta pandemia. Una normalidad en la que continuamos castigando a la naturaleza, creando situaciones de desequilibrio", sigue Boeri.

Sobre el papel, el dibujo está claro: ciudades verdes, sostenibles, saludables y enfocadas a corregir las profundas asimetrías que condenan a los de menos recursos. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja.

Integración

Maré, es el mayor complejo de favelas de Río de Janeiro, alberga a unas 115.000 personas. Es uno de los más grandes del mundo, pero no es el mayor. Dharavi en Bombai (India) y O Kibera en Narirobi (Kenia) rondan las 800.000. El hacinamiento y la falta de higiene y servicios son su denominador común.

Son una "bomba de relojería", describe Naciones Unidas. "Hay más de 1.000 millones de personas viviendo en estas condiciones. En 2030, serán 2.000 millones y para 2050 se estima que la mitad de la población vivirá en estos asentamientos. Es preocupante y ahora mismo no está en la agenda", denuncia Elvis García, doctor en Salud Pública de la Universidad de Harvard. "Son desequilibrios aberrantes", sentencia. ¿Cómo lavarse las manos para combatir los virus cuando no hay agua?, se pregunta este profesor español que luchó contra el ébola en Liberia.

Al menos 2.000 millones de personas se abastecen de aguas contaminadas. La OMS estima que, en apenas cinco años, casi la mitad de la población mundial vivirá en zonas con escasez de agua. África es el continente más castigado. El 40% de la población subsahariana carece de agua potable y el uso doméstico por persona y día no alcanza los mínimos calculados por Naciones Unidas. Buena parte de las últimas pandemias se han originado precisamente en estas zonas.

Para transformar esta realidad hay que ser pragmáticos, sostiene García. La experiencia del ébola ha dejado una mejora de las condiciones higiénicas en algunas zonas, pero poco más, admite. "Bastante tienen con adaptarse al día a día como para hacer ciudades basadas en conceptos utópicos", zanja.

La salida, explica Alain Grimard, responsable de ONU-Habitat para Latinoamérica, es la integración. El primer paso es reconocer los derechos de la población en estos asentamientos, defiende. El proceso requiere de voluntad política y financiamiento, la llave de todo. El crecimiento económico, social y ambiental es el pilar del desarrollo sostenible. "Las autoridades tienen que empezar a invertir en los barrios informales", concluye Grimard.

La ciudad ideal

En la ciudad ideal, los vecinos resuelven sus necesidades con desplazamientos de 15 o 20 minutos. A pie, en bicicleta, en vehículos eléctricos de uso compartido o en un transporte público sostenible. Así es la "ciudad en 15 minutos", inspirada en las "ciudades vivas" de la activista Jane Jacobs y recuperada ahora por París, o el diseño de "superbloques" que ensaya Barcelona, con calles peatonales y más espacios públicos verdes.

También el modelo "8-80", ideado para facilitar la vida de los ciudadanos de entre 8 y 80 años. O las "Fab City" y sus barrios autosuficientes organizados para paliar los desequilibrios sociales. Aunque se presentan como innovaciones en el paisaje poscovid, la mayoría se inspira en viejos modelos utópicos, desde los falansterios a la Brasilia soñada por Oscar Niemeyer.

Son, en palabras de Boeri, "ciudades caleidoscopio". Y son "verdes". El ahorro energético y el cuidado del medioambiente son impostergables. Nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire contaminado y siete millones mueren cada año por la contaminación. Más del 90% de las víctimas, alerta la OMS, corresponden a Asia y África, seguidas por el Mediterráneo europeo y Latinoamérica.

Las áreas urbanas generan alrededor del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y son, a la vez, especialmente vulnerables al impacto del cambio climático. Frenar este fenómeno es un desafío colosal que engloba el uso de energías renovables y la creación de nuevas infraestructuras de movilidad.

"No por hacer autopistas más grandes o circunvalaciones consigues tener menos coches, al contrario, tienes más", sostiene Juan Espadas, alcalde de Sevilla (España) y presidente de la Red Española de Ciudades por el Clima. Su gran apuesta es el transporte público.

La salud es aquí una prioridad. "Un problema en la salud puede hundir completamente la economía. Si nuestros políticos no lo perciben ahora, no han percibido nada", afirma Miguel Guimaraes, presidente de la Orden de Médicos de Portugal. "Una población más saludable es una población más productiva".

Las infecciones son la gran amenaza. "Serán nuestros principales enemigos", avisa Guimaraes. Y el esquema de megahospitales ya no funciona. La tendencia, describe, son centros con menos camas, con luz, espacios abiertos y corredores. Todo eso y "una red de cuidados intensivos más robusta".

El envejecimiento de la población, más acusado en Europa, obliga además a mirar hacia la "economía de los cuidados".

Cuestiones que van mucho más allá de peatonalizar calles o abrir parques urbanos. Son cambios tan profundos que no se plasmarán en las ciudades hasta pasados muchos años, opina Óscar Chamat, responsable de Investigación de Metropolis, una red que engloba 130 ciudades de todo el mundo. No estamos ante una revolución, sino ante una evolución.

La transformación no puede obviar el equilibrio demográfico. Hay que impulsar en paralelo las pequeñas y medianas ciudades, subraya Grimard. El crecimiento urbano, proyecta Naciones Unidas, vendrá precisamente de núcleos con menos de un millón de habitantes.

¿Y el medio rural? "Tiene una oportunidad increíble", considera Elvis García. La clave, alumbra Stefano Boeri, está en buscar "una alianza entre los pequeños pueblos y las grandes ciudades". Disfrutar de la naturaleza sin perder las oportunidades que brinda la ciudad. Su miedo, admite, es que se repliquen las "anticiudades", selvas de cemento y centros comerciales.

Ciudades inteligentes

Perros-robots vigilan a los peatones en parques de Singapur, drones fumigan las calles, aplicaciones delatan en los móviles el contacto con enfermos. El covid-19 ha anticipado el futuro. ¿Es ese el rumbo de las nuevas ciudades inteligentes?

Songdo, en Corea del Sur, se vende como el "modelo sustentable del futuro". Totalmente automatizada, tiene 40% de espacios verdes, recicla casi la mitad del agua que consume y prohíbe los autos a combustión.

En Europa, capitales como Amsterdam experimentan zonas sostenibles. Es el caso de Schoonschip, con una red de paneles fotovoltaicos y un parque de coches eléctricos compartidos para el vecindario.

La conectividad es la llave de estos modelos y está al alcance de más de la mitad de la población mundial. Sin embargo, todavía 3.600 millones de personas carecen de internet. La brecha digital es determinante para el desarrollo: el 82% de los europeos tiene acceso a internet frente al 28% de los africanos.

Ciudades gentrificadas y encarecidas por el turismo, sus vecinos más antiguos desplazados a la periferia, capitales como Lisboa convertidas en centros de especulación inmobiliaria, han extendido la desigualdad y la "privatización" del espacio público, que le preocupa a Grimard.

redaccion@mediosregionales.cl

AP Photo/Eugene Hoshiko