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Tener que ser, a mi manera de ver, de forma bastante paulatina, con medidas importantes mantenidas en la población para que no haya una apertura completa en aquellas áreas que dejen de estar en cuarentena y se produzcan rebrotes significativos como puede ocurrir especialmente en las zonas más densamente pobladas.

-El momento, decía usted, es muy complejo, con los hospitales con capacidad al límite. ¿Cuán cruciales son estas dos semanas próximas?

-Son críticas. Son semanas críticas. La gente lo está viviendo. Muchos tenemos ya personas cercanas que han tenido que usar los servicios del sistema de salud y que han tenido que ir a los servicios de urgencia. Algunos han tenido que esperar muchas horas para ser atendidos, porque no es sólo un tema de camas críticas donde haya suficientes ventiladores mecánicos, sino que también debe verse de ahí para abajo, incluyendo todo el sistema de atención en los servicios de urgencia que están muy copados, los servicios de ambulancia para hacer traslado de personas que no pueden llegar a los hospitales y tienen que hacerlo con condiciones especiales de aislamiento. Todo ese sistema está estresado al máximo y, en algunas partes, sobrepasado.

-¿Por cuánto tiempo más esto será así?

-Depende de todos nosotros. Digo que depende de todos nosotros porque si la gente, por ejemplo, no cumpliese las cuarentenas esto puede seguir así ad eternum y puede incluso empeorar. Si la gente cumple las cuarentenas lo mejor posible y tenemos efectivamente una limitación de movimientos y se hace de una forma muy intensiva, puede ser que esta situación crítica dure dos semanas. Pero si las cuarentenas se cumplen parcialmente y los casos nuevos no se logran bajar digamos de los cuatro mil a los dos mil al día y de ahí para abajo, se podría visualizar que el sistema de salud puede dar abasto entre las personas que van saliendo de alta y las que van ingresando. Pero a nivel de cuatro mil casos diarios, no es posible, el sistema no daría abasto. De tal manera que es tarea de todos: hay que lograr bajar los números.

-Pero si los números bajasen en ese tiempo, tampoco habría que bajar la guardia…

-Aquí no podemos bajar la guardia, para ser bien concreto, en cuanto a lo que debe hacer cada ciudadano. Las medidas restrictivas más intensas va a haber que irlas moldeando para que se pueda volver a alguna actividad productiva y la gente pueda sobrevivir, no pueden persistir en esta forma permanentemente. Pero uno puede visualizar que todo este año vamos a estar en una situación de restricciones importantes personales y sociales: el distanciamiento vino para quedarse hasta tener vacuna probablemente y las medidas más estrictas de cuarentena vamos a tener que irlas implementando de forma reiterada por lo menos en todo lo que queda de este año, dependiendo de cómo se muestran las curvas en las diferentes áreas del país. No vamos a poder bajar la guardia, lo ha dicho todo el mundo, OMS inclusive, por muchos meses, si no es que por un año al menos, hasta tener una vacuna. Si no tuviéramos una vacuna, las medidas van a tener que mantenerse por varios años.

-Para llegar a este punto, ¿hay algo que se hizo mal por parte de la autoridad y hay algo que se hizo mal por parte de la población?

-Yo en esto trato de ser pragmático: el cómo manejar una situación tan compleja como esta fue una novedad para todo el mundo. Si uno piensa que hay países que lo han hecho mejor que otros, son muy pocos los países que lo han hecho probablemente muy bien en el sentido de que han logrado tener un incremento bajo de casos y destacan por sobre los demás. Se podría mencionar Nueva Zelanda, Australia, Singapur. En Latinoamérica, Uruguay. Estos países tienen en común, en general, que son países que no tienen megaurbes, sus niveles de hacinamiento no son tan extremos, donde sus poblaciones claramente respondieron bien a las instrucciones de las autoridades, con o sin aislamiento total. Pero esos países son más bien excepciones a una regla que fue la de autoridades y población que trataron de ajustarse de la mejor manera posible a una situación tan compleja.

Yo creo que no es momento para hacer evaluaciones hacia atrás, porque todavía estamos en la mitad de la pandemia. Eso habrá que hacerlo de aquí a seis meses o un año, para aprender de ello y ver qué hacer mejor, mirando a futuro. Si uno evalúa cuáles han sido los problemas, diría que los problemas han sido lograr que la población pueda hacer un efectivo distanciamiento social y un efectivo lavado de manos y eso, o su defecto, es una mezcla entre lo cultural, entre la percepción de riesgos de la población, la educación de la población, mejor comunicación y educación por parte de la autoridad, yendo de arriba para abajo. Claramente en eso, como país, no hemos destacado. Diría que, en cuanto a la estrategia del Gobierno, es más difícil entrar a comparar un asunto tan complejo porque la realidad nacional es tan diferente a la de otros países, para empezar porque estamos saliendo de una situación inédita, un estallido social enorme. En ese contexto de complejidad, no me atrevo a hacer un enjuiciamiento de la autoridad política. Eso habrá que hacerlo a posteriori y tendrán que hacerlo otros.

-¿Por qué los modelos y las predicciones manejadas no fueron del todo certeros?

-Ha habido, en realidad, varios modelos con varias predicciones de cifras y obviamente esas predicciones no pueden hacer más que lo que la información les está dando. En ese sentido las informaciones iniciales eran esporádicas, condicionadas por muchos factores y que dependerían de las estrategias que se van adoptando en cada uno de los países para ver cómo van interfiriendo sobre las curvas potenciales. Era muy difícil evaluar cómo iba a ser el comportamiento de una cuarentena absoluta en Wuhan y cómo iba a ser en Chile, la cuarentena absoluta en una ciudad de once millones de habitantes o una cuarentena total en la Región Metropolitana de nuestro país. Los modelos son lineamientos generales, una visión del rumbo posible, con rangos muy amplios. Pero finalmente hay que ir haciendo modelamientos repetitivos basados en la información que se va generando semana a semana. Y estos modelos van variando y las curvas que pueden haberse proyectado inicialmente pueden cambiar de manera dramática por medidas que se van tomando. Tal vez eso no fue suficientemente explicado y la gente pensó con excesiva confianza en que la cosa se iba a comportar de una manera modelada al principio de la pandemia cuando se podía hacer una extrapolación muy general pero que puede variar notablemente debido a múltiples factores que inciden durante el curso de la pandemia.

-Se dice que el porcentaje de la población afectada es bajo. ¿Por qué es tan alta la exigencia para el sistema de salud?

-Lo que hemos ido aprendiendo es que este virus en esta primera ola afecta a un porcentaje de la población que no supera probablemente el 10% y en algunos lugares el 15% como áreas grandes (hay algunos brotes pequeños y localizados en que puede llegar al 20 o 30%), pero hablando de poblaciones más grandes los porcentajes son los anteriores. Y uno podría preguntarse si es así, por qué se copó tanto el sistema de salud entonces. Es porque es una infección que se caracteriza por tener un alto porcentaje de casos sintomáticos con un nivel de gravedad. Basta que se infecte el 5% o el 10% de la población, pero que el 15% de ellos requiera hospitalización o algún tipo de atención médica, para que los sistemas se saturen y basta que el 2% o 3% requiera ventilación mecánica para que sean escasos los medios disponibles, aunque sólo se infecte un 10% de la población. Hay muy pocas enfermedades que tiene ese nivel de severidad e infecten a tan alto nivel de la población. Las infecciones graves en la historia de la humanidad como el Ébola o el SARS que tienen una mucha mayor mortalidad todavía, infectan a un pequeño porcentaje de la población, menos del 1%. Su mecanismo de transmisión requiere u contacto mucho más estrecho.

-Pero entonces si esas son las cifras, ¿tampoco habrá una inmunidad amplia y habrá nuevas olas?

-En el contexto que mencionaba, un 10% o 15% de contagiados, uno puede esperar efectivamente que este virus va a seguir con nosotros, porque la inmunidad "de rebaño" que se ha mencionado en su momento y que erróneamente se pensó por algunos que podría limitar el curso de esta infección en un tiempo en que se lograra un 60% o más de la población infectada, cosa que no se va a lograr. No va a ocurrir tal inmunidad de rebaño y vamos a tener al virus con nosotros durante bastante tiempo hasta que eventualmente haya una vacuna que permita disminuir su circulación y durante ese período lo que uno puede esperar es tener la infección y la circulación viral a un nivel suficientemente controlado para que sigan ocurriendo casos nuevos, incluso casos nuevos graves, pero con un sistema de salud que va a poder recibirlos. El nivel de infección no va a ser alto, sino medio a bajo y va a haber un adecuado sistema hospitalario para ir dando atención a los pacientes críticos que van a seguir ocurriendo por meses sino años por este virus, que puede que entre a la comunidad y quede ya en forma eventualmente endémica, es decir, que circule como un virus más.

-¿Qué opina de los tratamientos antivirales que se han mencionado con posible disminución de la carga viral?

-A la fecha hay un solo tratamiento antiviral que ha demostrado efectividad en ensayos clínicos controlados, que es la única manera finalmente de demostrar si un tratamiento tiene efectividad y es seguro. Es el "remdesivir", que salió publicado recientemente en "The New England Journal of Medicine" y que demuestra que puede reducir la duración de la hospitalización en unos cuatro días e incluso la posibilidad de morir en un 3 o 4 % en ese estudio (de un 11, 7% a un 7,4%, o algo así). Es un medicamento que demuestra que tiene eficacia comprobada pero que tampoco es la panacea, porque no es un antiviral que va disminuir la posibilidad de contraer una infección grave o de morir a todo el mundo, sino que a una cierta proporción. Así y todo, ese es el único tratamiento que a la fecha ha demostrado efectividad, ningún otro.

-También se habló de la hidroxicloroquina…

-Ese es el mejor ejemplo de cómo hay que ser muy cauteloso. Fue un medicamento que fue utilizado en China, sin evaluación, simplemente con opinión, llegó al mundo occidental con la opinión de que pudiera servir, se le agregó eso sí un estudio hecho por Francia en casuísticas pequeñas pero que sugerían que las personas tratadas versus las no tratadas tenían disminución de carga viral y eso se extrapoló a que podía tener un efecto de disminución de impacto de la enfermedad y eso incendió su uso masivo. Pero los estudios controlados posteriores demostraron que no ha tenido ninguna eficacia en pacientes tratados versus no tratados e incluso con aumento, leve, pero aumento, de la mortalidad asociada a la arritmia que se sabe que produce el medicamento. Es por eso importante que la comunidad que no es médica o que la que es médica pero menos entrenada en investigación, tome conciencia que la única manera de saber si los medicamentos sirven sobre la especulación o sobre la opinión personal es hacer estudios serios, que pueden descartar medicamentos que han sido usados por millones de personas.

-¿Sólo queda la esperanza de la vacuna?

-Bueno, todavía hay otros muchos tratamientos que están evaluándose. No hay que perder la fe de que pueda salir un medicamento antiviral más efectivo. Y, por cierto, también hay que cifrar esperanza en el desarrollo de vacuna. Si ninguna de esas dos da a luz, simplemente vamos a tener que ir modelando nuestros comportamientos a futuro para mantener el virus bajo un control o una mayor estabilidad con nuestras conductas y comportamientos. Supongamos que si en marzo del próximo año, si no hay vacuna ni tratamiento, esperamos tener un nivel de, no sé, estoy especulando, 100, 200 o 300 casos de infecciones semanales, de esas personas vamos a tener 20 o 30 requiriendo hospitalización y 10 requiriendo ventilación mecánica. Eso es algo que no escapa de lo que pueden ser otras enfermedades. Es aprender a convivir con un virus que puede producirnos una infección grave: así, si el virus sigue dando vueltas, el distanciamiento social va a ser la única manera de mantenerlo a raya sin nuevos brotes epidémicos significativos.

los sistemas críticos de emergencia de la capital esta semana bordearon el 97% de su capacidad.