Patrimonio y sentido de pertenencia
El Patrimonio constituye un legado cultural que es fuente de identidad de los pueblos.
Ponerlo en valor y preservarlo es de suma importancia, ya que el proceso de globalización en el mundo, y el desarrollo de una economía de escala universal, ha generado la necesidad cada vez mayor de resguardar los espacios de pertenencia.
El Patrimonio Arquitectónico y Urbano es especialmente importante porque constituye el entorno que guarda la memoria de la vida cotidiana y le da el sentido de pertenencia. Es lo que la reconoce en una historia y una geografía que lo sustenta.
Las características de cada ciudad se componen y estructuran de manera especial y única, constituyendo los lugares, caracterizados e identificables, que el habitante asume de modo familiar y por lo tanto, constituyen piezas claves del hábitat urbano.
Como consecuencia de los procesos globalizadores y del desarrollo de una economía de escala universal se ha generado la necesidad cada vez mayor de resguardar los espacios de pertenencia.
La ciudad de San Bartolomé de la Serena, fundada en 1544 por orden del capitán Pedro de Valdivia, y re-fundada el 26 de agosto de 1549 por don Francisco de Aguirre, corresponde a la segunda ciudad más antigua del que fuera el reino de Chile, situación que le significa ser poseedora de un patrimonio histórico y arquitectónico especialmente valioso.
Sin embargo, aunque esta situación es reconocida, actualmente muchas de sus edificaciones, incluso las denominadas Monumento Nacional, se encuentran en estado de deterioro y muchas han sido demolidas.
Se hace imprescindible entonces, tomar atención y hacer lo que sea necesario para no perder este bien cultural y material.
El reconocimiento y puesta en valor de este patrimonio es condición fundamental para su recuperación y preservación.
Paz Walker Fernández , arquitecta y Académica Ucen Región de Coquimbo
Pandemia, Merkel y los ancianos
"Corroboramos a los fallecidos", dijo a la prensa el carabinero a cargo. Fue el olor de la descomposición de los cuerpos y la ausencia del vecino, Luis, un adulto mayor de 76 años, que cuidaba a Berta, su hermana de 68, postrada a causa de un accidente, lo que alertó al barrio. Ambos fueron encontrados muertos en su casa, en El Llano de Coquimbo. Se investiga si los decesos fueron producto del coronavirus, causa que se confirmará dentro de un par de semanas.
Terrible final, que no difiere nada de lo sucedido en países como España e Italia hace unos meses, cuando el Covid-19 fulminaba como una bomba de racimo a los asilados en clínicas y hogares geriátricos. A los que estaban enfermos, solos, descuidados.
Una vecina cercana a esas latitudes, la canciller alemana Angela Merkel -de 65 años, punto de entrada a lo que se llama la adultez mayor, según definición de la OMS-, ha sido rotunda cuando ha dicho "encerrar a nuestros mayores como estrategia de salida a la normalidad es inaceptable desde el punto de vista ético y moral".
Se refiere al confinamiento como medida de protección, liberando de la cuarentena primero a los jóvenes ahora que allá lo peor ha pasado, y dejando guardados a los viejos. Merkel entiende que la vulnerabilidad de los mayores se profundiza cuando están solos y no reciben asistencia, que es lo más crítico. Y es la situación de ancianos cuidados muchas veces por alguien tan mayor como ellos, como es el caso de los hermanos Berta y Luis, de Coquimbo. Para estas personas, recluidas y en soledad, en tiempos normales, programas sociales como los de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor, que les prestan ayuda y compañía, tanto a ellos como a sus cuidadores, son invaluables. Hoy, ese apoyo, ha sido reemplazado por contactos telefónicos y asistencia remota, que sirve, pero no es ni de cerca lo mismo. Cómo proteger prioritariamente a este grupo, el de los adultos mayores, en abandono, postración y soledad, manteniendo sus derechos, es una cuestión abrumadora, tan profunda y compleja moralmente, como el debate en torno a la última cama.
Ximena Torres Cautivo
Senador Letelier
El senador Juan Pablo Letelier justifica su decisión de permanecer en el Congreso, indefinidamente, apelando al clamor del pueblo. O sea, rechaza el artículo que fija un plazo a la reelección parlamentarios con retroactividad, justificando permanecer hasta 40 años a un gran costo para el Estado, por "el clamor del pueblo".
La memoria es frágil o acomodaticia para el hábil político. De suyo, fue oponente feroz a Pinochet cuando el general se arrellanó como vitalicio en Valparaíso. Era antidemocrático que el dictador permaneciera allí, para siempre, cerrando el paso a líderes jóvenes, decía enardecido.
Gaspar Millas