En cincos años Atacama vivió quizás su etapa con mayor cantidad de grandes incidentes seguidos en su historia. Los aluviones del 25 de marzo de 2015 y 2017, el estallido social y la pandemia del coronavirus han sido desafíos tremendos, siendo la crisis sanitaria la que se vive actualmente con un horizonte insospechado. No ha sido un periodo fácil, dado que se le suma la crisis económica que sigue latente permaneciendo en el recuerdo el "boom económico" de una zona que veía un futuro próspero y riqueza.

Pero puede que no haya riqueza en dinero, pero sí riqueza espiritual, sumando una serie de aprendizajes que han permitido cultivar resiliencia, empoderamiento y el saber salir de este tipo de crisis.

Justamente esta experiencia debe ayudar a Atacama y el país en post de sobrellevar una de las epidemias más graves en el último siglo, que ya registra más de 400 mil casos y más de 18 mil fallecidos a nivel mundial.

Hace cinco años, familias y personas tampoco podían caminar por las calles dado que el barro recorría distintos puntos y al tiempo el toque de queda fue parte del día a día por largas semanas, pero la región se logró recuperar y con el paso del tiempo el lodo se fue sacando y se pudieron recorrer distintos puntos.

No podemos decir que son los mismos contextos y no podemos saber si el actual será más terrible, pero sí podemos aprender del pasado para volver a salir adelante en la región y debemos recordar aquellos momentos difíciles, donde había pesar y reinaba la incertidumbre, para mirar con otra vision el futuro.

Miles de atacameños la pasaron pésimo, cambiando para siempre sus existencias, pero hoy estamos aquí, efectivamente con una amenaza terrible, que nos hará un camino pesadísimo, pero del que debemos hacernos cargo tal como sucedió desde el 25 de marzo de 2015.

Fue una de las catástrofes más terribles en el mundo al menos en esta década y eso lo destacaron a nivel internacional y se tuvo muchas actividades paralizadas tal como sucedió hoy, pero gracias a la solidaridad, empuje y ganas se logró parar una región en un tiempo récord.

Efectivamente hoy la amenaza es menos controlable, porque no sabemos hacia qué nivel se dirigirá, pero sacando ciertas lecciones de eventos pasados, podemos ayudar en tratar de salir de esta crisis.

Hasta hace tan solo unos días, más de 850 millones de estudiantes de 113 países que no cuentan con clases, un problema sin precedentes en la actualidad, que trae consigo enormes desafíos para los ministerios, municipios, sostenedores y familias.

Lo dinámico de la situación sanitaria que vivimos no nos permite tener certezas respecto a una fecha para recomenzar con el proceso escolar, situación que nos obliga a generar las herramientas para apoyar en casa el avance pedagógico de los estudiantes, con las posibilidades que existan.

La tarea no es fácil, debido a la diversidad de familias que componen los sistemas educativos, pero hay reglas comunes y facilitadoras, que si se aplican pueden surtir un efecto favorable para no discontinuar el aprendizaje.

Generar rutinas diarias, similares, como primer paso, donde la familia en su conjunto haga un esfuerzo para apoyar las horas de estudio de los niños, niñas y adolescentes.

Dar a conocer lo que se aprenderá cada día, asumirlo como un reto familiar, e identificar qué adulto responsable acompañará la jornada, y aunque no todos cuenten con las mismas posibilidades de enseñar, alguien debe guiar que se logre el propósito.

Recurrir a las historias propias, a las experiencias de vida de los adultos, para que el aprendizaje sea significativo. Manejar los tiempos de descanso, evitar el trasnoche, ser paciente y motivador, porque muchas veces en la casa hay innumerables distractores que pueden afectar el proceso.

Sabemos que el trabajo virtual se hace fácil cuando está la tecnología, pero en los casos en que no haya acceso, por ejemplo, el libro de las asignaturas y las formas en que la familia organice el estudio se hace central.

Si hay dudas, intentar comunicarse con los docentes, un gran número de ellos está apoyando de manera remota, la meta es avanzar sin descanso porque, aunque no nos guste la idea, el retorno puede que demorar más de lo que esperamos.

Cristián González Verasay

Director de la ONG Supérate

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