El problema no es la PSU
Señor director:
El proceso de selección universitaria, llevado a través de la PSU, enfrentó este año un complejo escenario que desencadenó un problema de proporciones. No solo por la imposibilidad de tomar la prueba a un número significativo de estudiantes, sino por la errada evaluación previa que se realizó, subestimando la capacidad de coordinación y convocatoria de los estudiantes movilizados que, a pesar de constituir un grupo minoritario, obstaculizaron un proceso tan sensible como lo es rendición de la PSU. Adicional a lo anterior, la filtración de un facsímil de la prueba de historia y ciencias sociales incorporó un elemento de incertidumbre al proceso de incalculables proporciones. Los perjudicados: los estudiantes y el sistema de admisión a la educación superior en su conjunto.
La paradoja es que la sensación de inequidad en el sistema de ingreso a las universidades, que activó la movilización estudiantil contra la PSU, no se resuelve modificando la PSU. Es cierto que la prueba y su actual diseño forman parte del problema, sin embargo, en el fondo, y los estudios así lo avalan, es la gran diferencia en la preparación con que llegan los estudiantes a rendirla, producto de la asimetría que existe en la calidad y la profundidad de la educación que se entrega en los colegios particulares privados y los del sector público.
Esto último no permite, cualquiera sea el mecanismo de selección para acceder a la educación superior, garantizar que todos los jóvenes que manifiesten disposición al estudio y hagan el esfuerzo de prepararse para ello, estarán en las mismas condiciones para enfrentar la prueba con éxito. La PSU es solo un instrumento para medir y seleccionar, estamos conscientes que no es el más adecuado, sin embargo, cualquiera sea el que utilicemos, si no resolvemos el origen, que es la inequidad en la educación escolar, nunca se resolverá el drama del acceso igualitario y por mérito a la educación superior.
Bien sabemos en las universidades, que recibimos a los jóvenes de sectores vulnerables, los esfuerzos que debemos hacer para nivelar sus conocimientos a lo más básico que requiere un estudiante universitario. Esto no solo complejiza y estresa el inicio de sus estudios superiores, sino que representa una de las principales causas de abandono de la educación superior, lo cual obliga a las universidades, por un compromiso ético, a hacerse cargo del déficit en la calidad de la educación escolar pública.
Fórmulas para el ingreso a la educación superior hay variadas, y los países más avanzados en ésta materia aplican diversas modalidades. Quitarle 'los patines' al sector privado en materia de educación no es el camino, pongámosle patines a la educación escolar pública chilena, ahí es donde el Estado y el Ministerio de Educación deben actuar.
Santiago González, rector Universidad Central de Chile
Estallido social y arquitectura
Si las causas del estallido social están sustentadas en la forma de sociedad construida en los últimos 40 años, nuestro gremio, el de los arquitectos por lo menos debería cuestionarse su actuar silente en tantos temas que evidentemente son parte del problema. En todo lo que dice relación con las formas de vida, políticas habitacionales cuantitativas, más bien 'soluciones' de emergencias, edificios en altura sin estándares básicos, pero 'legales', sin conciencia sobre los impactos negativos en costumbres como jugar en la calle, pérdida de identidad barrial y una evidente destrucción de paisajes culturales.
No somos un pelo en la sopa, no todo lo que se puede construir se debe construir, cuando se trata de diseñar lugares más amables que fomenten el encuentro ciudadano. Los juicios estéticos y críticos se refieren a un objeto y se despreocupan de los impactos negativos que causa el diseño desde un silencio artístico inconsciente. Así este devenir de años ha afectado significativamente la salud mental y destruido el imaginario futuro de oportunidades.
El bien público es responsabilidad arquitectónica, como volver a entender que la buena arquitectura es un derecho humano que ha sido vulnerado sistemáticamente. Sólo como ejemplo el costo del suelo y la búsqueda de vivir digno se ha hecho un imposible.
Desde la academia hemos hecho un esfuerzo por incluir los temas de movilidad, de segregación urbana, la integración de parques, en general, construir conciencia de lo que significan los desplazamientos eternos para muchas personas y como todo esto ha desarrollado una violencia simbólica que va mucho más allá de algunos abusos de tarifas de servicios básicos. Estamos en primera línea de responsabilidad en este estallido social con todas las consecuencias y secuelas de una violencia física que sin vergüenza alguna se sigue tomando la calle.
Uwe Rohwedder, arquitecto y académico