La historia
La historia oficial señala que la lucha por la Independencia era para que el imperio español se alejara de la Capitanía de Chile. Que la dio el pueblo, que habitaba algunos sectores del territorio, con el propósito que se estableciera directamente algo parecido a la democracia para que los ciudadanos pudieran desenvolverse sin la tutoría española que emanaba de los Reyes Católicos de España.
No fue así. Los criollos locales, que representaban a la burguesía generada por el dominio español, deseaban que el poder de la Madre Patria se retirara del territorio para que esa burguesía emergente asumiera ese poder y usufructuara del dominio amplio de bienes que se transformaran en total beneficio para sus intereses, como realmente ocurrió desde la segunda década del siglo XIX hasta nuestros días, con esos breves años de paréntesis que significaron los gobiernos de Pedro Aguirre Cerda (1938-1941) y el de Salvador Allende( 1970-1973).
No se crea que La Aurora de Chile fue un periódico que el cura Camilo Henríquez redactó para el beneficio del pueblo. Lo que el Cura de la Buena Muerte estructuró fue la defensa de los criollos burgueses para que éstos ejercieran el poder que deberían abandonar los españoles.
Tampoco se crea que La Aurora de Chile fue arrebatada por los habitantes de Santiago para enterarse de su contenido. No pudo ser así porque nadie sabía leer. El analfabetismo era masivo, sobre todo entre los ciudadanos del pueblo.
La pretendida independencia de Chile y los posteriores gobiernos de los criollos está plagada de muertes y crímenes: Los hermanos Carrera, Manuel Rodríguez, Portales.
Particular es el de Manuel Rodríguez, el menos burgués de los luchaban realmente por el fin de los gobiernos del imperio español. Fue asesinado por los masones a través de la Logia Lautarina de Bernardo O´Higgins, quienes ni siquiera lo miraron de frente en ese basural de Til-Til . Le desarrajaron las balas por la nuca. Su cuerpo no ha sido encontrado. Un detenido desaparecido más. Uno de los primeros.
Es decir, no hubo nada de democrático en la lucha por la independencia de Chile para que se provoque cada año este paroxismo de conmemoraciones y celebraciones que ha llegado a la exaltación con estos cinco días actuales de consumismo neoliberal.
Osman Cortés
Tradiciones
Las tradiciones del Chile Lindo, que refleja fielmente la tonada de Clara Solovera (1948), deben llevarnos a valorar y celebrar el vivir en esta magnífica tierra patria. Y a cuidarla. Especialmente quienes más tienen.
Disponemos de una historia corta en el mundo, pero de suyo intensa y refulgente de actos heroicos y de gentes nobles que a lo largo de 200 años, aun con sus crisis, nos legaron un hermoso territorio y una hermosa cultura.
Hoy, ante tanta inequidad, ante tanta violencia metropolitana, ante tanta distrofia de la TV, (como el show insulso de disfrazar a sus animadores de héroes nacionales, más para la chirigota que para realzar la gesta de nuestros próceres), yo confío en la alegría de nuestro pueblo, que pese a las adversidades políticas y económicas que lo atrincan cada día, brinda y baila cueca con fervor y con el respeto que se merece nuestra bandera tricolor.
Gaspar Millas del Río
La paya
Señor director: En mayo de 2016, en la ciudad de Colonia del Sacramento, Uruguay, la paya chilena fue inscrita en la Lista del Patrimonio Cultural del Mercosur sumándose así a la payada argentina y uruguaya, que ya contaban con este reconocimiento.
Un año más tarde, un decreto presidencial publicado el 03 de agosto de 2017, estableció que el 30 de julio de cada año sería celebrado como el Día Nacional del Payador, en atención a que fue en esa fecha que se creó la Asociación Gremial Nacional de Trabajadores de la Poesía Popular, Poetas y Payadores de Chile, AGENPOCH.
Ambos reconocimientos daban cuenta de la relevancia que esta expresión cultural tiene para el país y también para inscribir esta tradición en el gran marco de la poesía oral improvisada iberoamericana.
La paya forma parte de una gran vertiente llamada canto a lo poeta que tienen entre sus afluentes al canto a lo humano, a lo divino y, según algunos payadores, incluso a la cueca. Los payadores y payadoras (que cada día son más, dando cuenta de uno de sus principales rasgos: su versatilidad) están dispersos en gran parte del territorio nacional adoptando formas propias muy ligadas a sus localidades.
En apretada síntesis, una paya es siempre un duelo poético entre dos o más payadores que improvisan sus décimas haciendo gala de su destreza poética, su ingenio y también, a un nivel más profundo, de su sabiduría y su capacidad de representar la voz del pueblo.
Carlos Maillet, director Servicio Nacional del Patrimonio Cultural