Los crímenes y desapariciones del último tiempo han provocado un alerta generalizada entre las mujeres. Subirse a un colectivo ya no es lo mismo y la desconfianza es tal que muchas están tomando imágenes a las patentes, prefieren no irse solas y toman otros resguardos.
Junto a esto, en la capital regional los cursos de defensa personal y de gas pimienta han registrado un mayor interés. Ante la opción de encontrarse con un sicópata, las medidas de seguridad corren por cuenta propia porque siempre habrá un momento del día en que estén solas.
Cuando en la calle miles de mujeres protestan, como sucedió el 8 de marzo, es precisamente por la exposición constante a bestialidades propias de una sociedad en la que los hombres han cedido espacios de poder, pero que siguen siendo teniendo más fuerza física.
Nadie puede decir que hay una exageración con las medidas de las copiapinas porque ya quedó demostrado que un sujeto con las peores intenciones puede estar suelto, sin que hayan los controles necesarias para evitar su actuar.
Pero también corren un riesgo. La compra en sitios ilegales del gas pimienta lo que terminaría por tener un producto inefectivo, el no poder usar el producto debido a la parálisis que se podría registrar en el momento y un mal movimiento en la defensa personal, las pueden dejar igualmente indefensas.
A este punto llegó el miedo y lo peor es que se desconoce el tiempo que haya tranquilidad en una ciudad que justamente era conocida por esa característica, pero que de alguna u otra forma cambiará para ellas.
Una de las maneras en ir recomponiendo confianzas es escuchándolas no solamente cuando piden ayuda en la Justicia, sino que en otros ámbitos en donde se sienten desvalidas.
Importante es por ejemplo el llamado de los dirigentes colectiveros de solicitar una credencial única, GPS y cámaras al interior de los vehículos. No solamente apuntan a evitar que un sicópata se transforme en un "chofer pirata", sino que buscan más seguridad para ellos y teniendo esto, habrá más seguridad para las pasajeras.
Pero no podemos remitirnos solo a acciones en los colectivos. Posiblemente hayan espacios vacíos, tal como en el sistema de transporte público, que aún no nos damos cuenta y que pueden ser un foco de inseguridad para las mujeres en las calles o en sus casas.