En Chile uno de cada tres nacimientos asistidos en las maternidades de los hospitales públicos -independiente de si se trata de partos vaginales o de cesáreas- se realizan bajo condiciones que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido como "de violencia obstétrica". Es decir, se desarrollan en contextos poco acogedores y que favorecen el surgimiento de traumas físicos y psicológicos que afectan de gran manera a la mujer y al recién nacido.
Esta realidad, que de por sí es lamentable, también se constata -en mayor o menor grado- en el resto de los países de la región, si bien apenas se compara con la que evidencia Brasil, donde una encuesta reciente reveló que el 75% de las madres acusan abandono o maltrato directo por parte de los equipos de salud al momento de dar a luz.
En respuesta a esta situación, que es de larga data, la OMS inició una campaña con el objetivo de promover una serie de recomendaciones y cuidados durante el parto, y desde hace algunos años propicia -a nivel global- la implementación de normas específicas destinadas a fomentar el nacimiento respetado o humanizado, proceso integral de acompañamiento y supervisión que busca brindar espacios de privacidad e intimidad a la gestante en los momentos previos y posteriores al alumbramiento y, a la vez, impulsar el apego precoz entre ella y su hijo en un ambiente sanitario adecuado y libre de estrés.
Obligación legal
En el continente el primer país que se hizo cargo de lo anterior fue Venezuela, que en 2007 aprobó una ley específica para enfrentar la violencia obstétrica. Dos años después lo hizo Argentina, que promulgó una ley similar. Le siguieron Panamá, algunos estados federales de México, Bolivia y El Salvador, cuyos gobiernos validaron diversas normativas legales que apuntan a oficializar el trato digno en los servicios maternos y de salud reproductiva.
En Chile, a pesar de que ha habido mejoras importantes en esta materia, todavía no existe una ley que garantice a las futuras madres una atención obstétrica que cumpla con el estándar definido por el citado organismo internacional.
"Lo cierto es que seguimos estando al debe en esto, porque el proyecto de ley que busca regular los derechos del nacimiento, del recién nacido y de la mujer durante la gestación, el parto y el postparto fue presentado en 2017 y todavía está en trámite, sin que haya visos de que pueda salir adelante en el corto plazo. Y aunque son varios los hospitales que han asumido las recomendaciones de la OMS como un compromiso permanente, se hace imperiosa la aprobación de una ley que haga obligatorio y estandarice el parto respetado a nivel nacional", afirma la matrona Claudia Vilches Arredondo, docente de la Escuela de Obstetricia y Puericultura de la Universidad de Valparaíso.
Ritmos propios
Este año, la Organización Mundial de la Salud estableció el lema "El poder de parir está en ti", que busca reivindicar el protagonismo de la gestante durante el nacimiento para que ésta pueda decidir con libertad cómo quiere vivir ese momento y se respeten tanto sus ritmos y procesos fisiológicos vinculados al parto -sin intervenciones innecesarias de los profesionales que integran el equipo de salud encargado de atenderla- como el tipo de acompañamiento que prefiere.
"Sabemos que en el embarazo y el desarrollo de las distintas fases del parto intervienen una serie de aspectos fisiológicos, pero no debemos olvidar que también se debe realizar una atención -dentro de lo que permitan las condiciones- lo más humanizada posible. El respeto en la atención es transversal en todas las atenciones en salud, esto incluso es válido en el caso de que exista una patología o urgencia asociada", asegura Claudia Vilches.
Rol esencial
En esa línea, la académica de la Escuela de Obstetricia y Puericultura de la Universidad de Valparaíso sostiene que las matronas están llamadas a jugar un rol esencial en el cumplimiento de los cometidos señalados y, por cierto, como garantes de un enfoque que propone desterrar prácticas como la incisión quirúrgica en la zona del perineo para acelerar la salida del feto y la utilización de métodos que denigren a la mujer o la obliguen a adoptar posturas o elementos que ella considere innecesarios para ese trascendental momento.
Y en lo concerniente al recién nacido, el parto respetado implica -a la vez- preservar el vínculo de apego con su madre, ya que éste favorece el desarrollo emocional adecuado, lo que puede marcar su personalidad para toda la vida. Asimismo, tiene consecuencias epidemiológicas positivas, ya que ayuda a este último a impregnarse de las bacterias propias de la madre, lo cual fortalece su sistema inmunitario al igual que el inicio de la lactancia precoz, que le brinda un aporte irremplazable de inmunidad gracias al traspaso de los anticuerpos que entrega la leche materna.
"Las matronas estamos llamadas especialmente a asumir esta tarea con responsabilidad. Hay mucho trabajo que hacer al respecto y no solo en el ámbito asistencial, sino además en el relativo a la formación de las nuevas profesionales de la disciplina, porque queremos y es necesario que en ellas este respeto por la atención de la gestante y del recién nacido sea lo primordial, tanto en el parto como en todas la etapas de ciclo vital de la mujer", sentencia la docente de la UV.
Movimiento mundial
Desde 2004 se celebra en todo el mundo la Semana del Parto Respetado, que surgió con el propósito de fomentar el nacimiento humanizado. Esta iniciativa tuvo su origen en Francia, en el seno de una asociación que lleva ese nombre, la cual es avalada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Organización Panamericana de la Salud y la Red Latinoamericana y del Caribe para la Humanización del Parto y el Nacimiento. Su objetivo es generar conciencia para que el nacimiento vuelva a ser considerado un proceso natural en el que la madre y el bebé son los verdaderos protagonistas.