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"Trucha panza arriba", la novela de Rodrigo Fuentes

En resumen

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-¿Cómo era la biblioteca de tu casa?

-Más que una biblioteca eran cajas de libros que nos acompañaron en distintas mudanzas durante mi niñez. Era una biblioteca itinerante, los muebles podían cambiar, las plantas y los lugares también, pero los libros siempre seguían ahí, acompañándonos. Creo que nunca quise estudiar Literatura; lo que quería era leer, y luego escribir. Estudiar Literatura, tanto en la licenciatura como en el doctorado de Cornell, fue una excusa para leer y escribir todo lo que pudiera.

-¿Cómo ves a Guatemala desde la distancia?

-Vivir fuera del país propio genera una mirada particular -muchas veces anhelante y ocasionalmente ingenua- sobre ese territorio. Siempre idealicé el retorno, algo doblemente equivocado cuando se trata de un país tan hermoso pero tan duro como Guatemala. Es un lugar común decir que Guatemala es un país de contrastes y contradicciones, pero lo cierto es que hay abruptos cambios topográficos, zonas volcánicas cercanas a las costas, 25 grupos étnicos con sus propios idiomas.

-¿Cómo nacen tus personajes y sus mundos?

-No sé por qué elegí los personajes y los mundos de mis cuentos. En todo caso esa reflexión viene después y no antes de la escritura. Y no quisiera falsear la mezcla de impulsos, miedos y deseos que me empujaron a escribir los cuentos. En general, supongo que me interesan el desmoronamiento y la reconstrucción de los núcleos familiares, así como las tensiones, el suspenso y las alianzas que se dan cuando peligros específicos se ciernen sobre una comunidad.

El escritor Rodrigo Fuentes emigró de guatemala a chile entre los años 1989 y 1994.

3 preguntas

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"Trucha panza arriba" (Editorial Laurel) es el primer libro del guatemalteco Rodrigo Fuentes. Se trata de siete cuentos, imbricados entre sí, que muestran la Guatemala actual, con sus violencias y ternuras. Fuentes, quien vivió algunos años en Chile y actualmente vive entre Estados Unidos y su patria, es cofundador de la Editorial Traviesa y de la revista Suelta.

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Kate Newman.

Campanella reduce la acidez de una comedia de culto

Esta semana llega a salas chilenas "El cuento de las comadrejas", adaptación de una película de 1976 ("Los muchachos de antes no usaban arsénico") a cargo del responsable de la premiada "El secreto de sus ojos".
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En 1976, tomando inspiración de las comedias negras de los Estudios Ealing (responsables de largometrajes inolvidables como "El quinteto de la muerte"), el director José Martínez Suárez (hermano de Mirtha Legrand) estrenó "Los muchachos de antes no usaban arsénico". Fue una comedia cruel centrada en una vieja actriz que vive en una aislada casona junto a tres hombres que detesta: su marido inválido y dos particulares amigos. Hastiada y nostálgica por el pasado, la diva se tentará frente a la idea de mudarse a la ciudad sola y vender el inmueble con la ayuda de una ambiciosa corredora de propiedades que aparece en escena. El director Martínez Suárez no tendrá piedad con sus personajes y desarrollará un humor criminal bastante atípico para la época. "Los muchachos de antes no usaban arsénico", irreverente también por su referencia al tango, fue opacada por el golpe de Estado que explotó pocos días después del estreno, pero con el tiempo comenzó a ser considerada como una obra de culto.

Parte del elenco de la nueva cinta de Campanella.


en resumen

"El cuento de las comadrejas" es el séptimo largometraje de José Luis Campanella, quien ganó el Oscar en 2010 por "El secreto de sus ojos".

Por Andrés Nazarala R.

Juan José Campanella, quien hace casi una década ganó el Oscar a Mejor Película Extranjera por "El secreto de sus ojos", adapta ahora el filme de Martínez Suárez con un nuevo título -"El cuento de las comadrejas"- y a la luz de los nuevos tiempos. La actriz en decadencia (Graciela Borges) comparte, en este caso, la casona junto a su marido (Luis Brandoni) y dos hombres que también la conocen como la palma de su mano: un director de cine (Oscar Martínez) y un sarcástico guionista (Marcos Mundstock, de Les Luthiers). Es una convivencia equilibrada pero insana que se basa en bromas pesadas y humillaciones, hasta que la llegada inesperada de dos jóvenes agentes inmobiliarios (interpretados por Nicolás Francella y la española Clara Lago) alimentará los sueños de escape de la diva y la hostilidad macabra de los tres hombres.

Fiel a las dicotomías valóricas que ha desarrollado en películas como "El hijo de la novia" y "Luna de Avellaneda", Campanella contrasta la singular simpatía de sus cuatro ancianos protagónicos con el cinismo de una juventud codiciosa y tecnócrata. Muchos de los diálogos rápidos que abundan en el filme -y que a veces pecan de ser demasiado ingeniosos- anclan la historia en estos tiempos de ambición millenniall y desinterés por el pasado. No sería tan disparatado afirmar que, apropiándose de un filme de 1976, Campanella hace una declaración de principios sobre la sociedad y el cine argentino actual, tan distanciado de sus códigos éticos y estéticos. Vale decir que esta intención facilitará escenas caricaturescas que a ratos resultarán obvias y simplistas, a pesar del desempeño redondo de todo el elenco.

Aunque la intención crítica queda en evidencia, el gusto de Campanella por la nostalgia y la manipulación emocional terminan restándole negrura a un guion original que no ofrecía concesiones y que sería controversial en tiempos de feminismo. Es que el director reduce también la cuota de femicidios de la historia para cerrar una comedia que, a pesar de sus bemoles, cumple con el cometido de entretener.

fotograma de la película