La mirada interrogante de Mercedes Halfon
El oculista que salvó su vista murió y la escritora argentina Mercedes Halfon quedó en una especie de vacío médico y espiritual. A partir de esa nada, escribió "El trabajo de los ojos", un ensayo-novela-diario recién publicado en Chile.
¿Qué tienen en común Homero y Jorge Luis Borges? Ambos crearon literatura fundamental pese a ser ciegos. Ellos son dos de los nombres que conviven en "El trabajo de los ojos", de Mercedes Halfon (Buenos Aires, 1980). Ese miedo a no ver es el tema del primer libro en prosa de la autora. Antes publicó "Dormir con los puesto", 2008; "Un paisaje que nunca vi", 2010; "Tres islas", 2011; "Hebilla de pasto", 2012; y "Un fuego cualquiera", 2015.
La historia de "El trabajo de los ojos" parte con la muerte del doctor Balzaretti, el oftalmólogo de cabecera de Halfon, lo que provoca volver a ser evaluada por otros especialistas. Comenzar nuevamente los exámenes permite desenvolver una autobiografía médica y una revisión acerca del tema de la vista que supera lo meramente artístico.
"Balzaretti tenía razón. A partir de mi adolescencia, el ojo que querían enderezar se fue para afuera. La desviación se hizo divergente sin intervención alguna. Si me hubieran operado, no sé hacia dónde apuntaría ese ojo. Hacia un ángulo del cielorraso. Lo que es seguro es que no hacia la pantalla de la laptop que tengo delante", anotó Mercedes en su libro donde, además, las referencias a Néstor Kirchner, ex presidente y a Louis Braille, inventor del sistema que lleva su nombre, son emocionantes.
El libro "es un ojo para adentro y un ojo para afuera", escribió en RADAR Paula Pérez. Adentro, en capítulos concentrados como poemas, se despliegan historias de ojos como la del físico Joseph-Antoine Plateau que a mediados del siglo XIX definió el principio de persistencia retiniana. O la del padre de la oftalmología moderna, George Bartisch, autor de Ophtalomodouleia, manual con textos e imágenes para cirujanos de ojos. Lo mismo -Halfon- se sumerge en la oscuridad de la ciega de Chaplin en City Lights y en las tinieblas de Homero, Tiresias, Cortázar, Joyce y Sartre. Todo a negro.
"El trabajo de los ojos", según Alejandro Caravario, crítico del periódico trasandino La Nación es: "Un diario personal preciso y discreto. Una media voz que ventila apenas una vida que vemos de soslayo. Como quien describe sus asuntos cotidianos de acuerdo con el interés del interrogatorio médico. El registro, sin embargo, es austero y tierno al sobrevolar los meandros domésticos. Entrañable. Por su parte, la reseña histórica (de la oftalmología) se esmera en el detalle".
El carácter ecléctico del libro se explica viendo la trayectoria de Halfon. Periodista cultural, también es una relevante curadora de artes escénicas. "El trabajo de los ojos" fue realizado en parte en el Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Tres de Febrero, primer programa académico del vecino país de esas características.
Halfon considera esa incidencia: "Fue una manera de encausar el deseo, o encontrar un sistema a mi manera caótica y dispersa de escribir. Cuando cursé la maestría ya tenía buena parte del texto escrito, lo que hice allí fue reescribir, corregir, y repensar a la luz de comentarios o devoluciones que hacían profesores o profesoras, compañeros y compañeras". El primer texto del libro fue escrito para el encuentro "Confesionario". En la instancia la autora descubrió que a la gente le gustaba el tema de los ojos: su tema.
Reputados escritores argentinos fueron docentes suyos: María Sonia Cristoff, Tamara Kamenszain y Luis Chitarroni, entre otros. Halfon valora esas miradas: "Fue un lujo tener esos ojos justamente encima. Fue un ámbito de lectura, como si lo hubiera trabajado en un taller". Una vez terminada la maestría, siguió corrigiendo el libro. Un año después fue publicado.
Cuando el miedo parece clausurado en "El trabajo de los ojos" acerca de la propia condición de la mirada, aparecen los hijos como posibilidad de extender la enfermedad hacia otra generación. Para nuestra tranquilidad, eso no sucede.
-Se considera su libro inclasificable. ¿Qué referentes tuvo para construirlo?
-El género de este libro es un poco misterioso para mí. Tiene elementos ensayísticos, algunos de crónica, otros de autoficción, otros directamente ficcionales. Es una mezcla de mis intereses como lectora. Recuerdo que mientras escribía, leía intensamente los últimos libros de Mario Levrero. También leí a Ezequiel Alemian, a Valeria Luiselli y a David Markson. Ellos me ayudaron a pensar una estructura más liviana, donde los intertextos pudieran aparecer libremente, sin hacer un texto erudito, o de ensayo más clásico.
-La información sobre los problemas a la vista, ¿la acumuló deliberadamente para este libro?
-El libro me condujo a una investigación sobre temas que se desprendían. Ciertos personajes, como Bartish, el primer oftalmólogo de la historia, o Joseph Plateau, que descubrió la persistencia retiniana, y otros que aparecen en el texto, me hicieron buscar y buscar datos sobre sus biografías e investigaciones. Al mismo tiempo esas pesquisas eran un poco caprichosas. No hubo una idea de agotar el tema o ser exhaustiva, como si se tratara de una investigación académica. El procedimiento era más el de entusiasmarme con algo o alguien y seguir el camino de esa obsesión.
-¿Por qué decidió hacer capítulos cortos?
-Por sonoridad, musicalidad, liviandad. Así tenía la posibilidad de trabajar los párrafos mucho, igual como se trabaja un poema.
-Escribe en Radar Libros, suplemento literario del diario Página/12. ¿Qué aprende un escritor en la prensa ?
-No sé qué aprende un escritor en el periodismo, a mí me sirvió la disciplina que te da, que es un poco como el servicio militar: hay que levantarse muy temprano, hacer la cama, tus jefes te gritan, etc. Aquí hay que entregar el texto el día acordado, con la cantidad de caracteres exacta, con la cantidad de información precisa. Tuve grandes escritores como editores: Alejandro Caravario, Mariano Hamilton, Daniel Guebel, Juan Boido, Claudio Zeiger, Mariana Enríquez. Fui puliendo la prosa ahí, en esa rutina estricta y a veces un poco psicotizante. Además, el periodismo fue la manera de sostenerme económicamente y pagar la luz y el agua todos estos años, que no es poco.
-"El trabajo de los ojos" parte del fallecimiento de su doctor de cabecera, Balzaretti. ¿Por qué en esta época cuesta tanto hallar ese tipo de doctores?
-Los médicos no miran a los pacientes. Si encontrás uno o una que lo haga, quédate ahí.
-¿Cuál es su escritor favorito con problemas a la vista?
-Supongo que Borges. Su ensayo sobre la ceguera es hermoso, y curiosamente lo leí después de terminar el libro.
-¿Con qué sensaciones han respondido los lectores? Yo terminé con una gran sensación de intimidad.
-Qué lindo la sensación de intimidad. Hay algo de eso en las devoluciones. Me han hablado o escrito lectores contándome las cosas más raras, problemas de salud que los signaron, familiares sordos o ciegos o rengos, es gracioso. Hay una identificación con lo deforme, lo incompleto, supongo que a todos de mayor o menor manera nos pasa.
-¿Cómo es Buenos Aires cuando la miras sin lentes?
-Mientras contesto esto estoy en un bar muy típico de aquí, Las Violetas. Me saqué los anteojos para responder tu pregunta y vi colores y luces bonitas, pero sobre todo escuché, más de lo que suelo escuchar. Buenos aires es ruidosa, la gente habla y habla, y ¡muy fuerte! Ojalá se escuchara más, para no caer siempre en los mismos errores, como quien camina sin mirar y termina pisando una baldosa floja.
Catalina bartolomé
Por Cristóbal Gaete
LA OBSESIÓN de mirar
"Quedé largo rato impactada, pensando en lo que iba a significar su ausencia".
"Ojalá se escuchara más, para no caer en los mismos errores, como quien camina sin mirar y termina pisando una baldosa floja."
"Es gracioso. Hay una identificación con lo deforme, lo incompleto, supongo que a todos de mayor o menor manera nos pasa".