"Unheimlich", palabra alemana que equivale a lo siniestro, se encadena con el subtítulo del libro: "Poemas de amor, deseo y muerte". Y claro, hay en los versos de Thomas Harris (1956) amor por su esposa Teresa Calderón, mítica poeta chilena con quien ha vivido gran parte de su vida. Es un constante diálogo a través del libro. También se leen recuerdos eróticos del sur y esas amistades forjadas bajo la lluvia. Está también descrito el deseo en su etapa menguante y visiones fugaces de la belleza. Y la muerte como una amenaza próxima a través de los invasivos controles de salud, aparte de la pérdida de los amigos.
Terror cotidiano
Harris, cultor del terror en la prosa y a veces en el clima sicológico de su poesía, halla lo siniestro también en la cotidianidad. Siguiendo la idea de Freud: como dice el epígrafe principal del libro: "Se trata de lo que es familiar, confortable, por un lado; y lo oculto, disimulado, por el otro".
-Se habla de un diario. ¿Estos poemas nacen de sus apuntes cotidianos?
-No necesariamente. En la tercera parte del libro, "Unheimlich" precisamente, dialogan en un condominio de Las Condes, un barrio burgués como el que habito, un poeta decadente y un profesor jubilado: hablan ya casi por hablar, al borde de la muerte, o en las postrimerías de la vida, digamos, y uno menciona un diario; pero del diálogo de esa instancia dramática y filosófica que inventó -tal como la conocemos ahora- Sócrates, deducen que el diario está en los textos, en los poemas, y que sería una redundancia seguir uno como género, como quien dice un dietario donde se anota lo que te pasa, lo que piensas, tu transcurso y devenir. ¿Para qué? Para eso están los poemas.
Por Cristóbal Gaete
Hace dos años Thomas Harris publicó "En el mismo río" (UDP), libro que revisó su obra en extenso. Luego de eso hubo una pausa en la escritura del poeta formado en Concepción. Es más, este nuevo libro parece totalmente surgido en un nuevo arco de tiempo en el sentido vital. Algunas de las innumerables referencias al cine y a la literatura son las mismas de sus primeros libros.
Otro subtítulo a "Unheimlich" podría haber sido "poemas de la cotidianidad". Aparece el condominio en estas páginas. En ellas viven a plenitud los personajes de estos espacios. También está Facebook. Ese "No-lugar" contemporáneo, como otra especie de condominio visitado en el libro de Harris. En Facebook están los colegas y los viejos amigos, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo. En la aventura del poeta, especialmente en uno tan intenso como Harris, se abre una nueva puerta.
"Creo que esta época en particular es muy siniestra, con mucho ocultamiento y disimulo y subrepticidades, si me permiten los neologismos: y eso da miedo, como todo neologismo que trata de nombrar lo innombrable".
-Rechaza la propiedad intelectual de los poemas. ¿Podría explicar por qué?
-Porque la poesía es un permanente repetir lo que han dicho los poetas que te han precedido, salvo por ciertos giros del sujeto que escribe, del llamado "autor"; pero me quedo con la gran pregunta que se hicieron los estructuralistas sobre todo franceses por los años setenta: ¿Qué es un autor? Me gusta más la idea o la certeza de Borges de "hacedor". O si se quiere de un "organizador de sentidos" ya dados de otras maneras por la tradición poética, ese río.
-Hay poemas que parten de preguntas. ¿Son retóricas, se las hace Usted mismo o se las hacen?
-Toda interrogación o pregunta que abre un poema es un artificio retórico, sin duda. Hay tópicos notables que hacen uso de ellas, como el Ubi sunt (tópico literario mediante el cual el poeta se pregunta por el paradero de los que han muerto). Claro, ahí las preguntas son retóricas, en el sentido etimológico del término; pero las respuestas, esas van, supongo, más allá de la retórica. Esas son las que aporta el hacedor, el que organiza los sentidos, el poema.
-Menciona Netflix en los poemas. ¿Qué series le gustan?
-Muchas. Cuando estuve hace poco cuatro meses recluido -grata reclusión- en mi departamento por una jodida operación en mi pie izquierdo, me di el lujo de ver muchas series, cosa que no podría haber hecho sin ese tiempo de ocio: las series tienen una estructura muy particular y nada nueva. Son como los folletines del siglo XIX, salvo que en una plataforma de streaming las puedes ver de una vez, o determinando tú el "tempo" del relato. ¡Son tantas! Pero si debo elegir me quedo con "Breaking Bad"; con "The Wire"; con "The Walking Dead"; con la tercera temporada de "Twin Peaks", que es mencionada o "revivida" en los poemas de la parte del libro titulada "Unheimlich". Y algunas joyitas no tan "visibles", como la magnífica "Ray Donovan" y una maravilla que es toda una lección de adaptación y cine, aunque sea en pantalla chica: "The Hounted of Hill House". Imperdible.
-Hay muchas menciones a autores, también a artistas de otras disciplinas. ¿Se siente parte de esa genealogía creativa?
-Sí, indudablemente. Si no, no serían mencionados o citados en los textos. Poe, los poetas de la Beat generation, Nick Cave, Nerval, De Sade, Egon Schiele, Shelley, Nicanor Parra, en su tremenda dimensión poética... tantos que han aportado no sólo a este libro sino a mi educación sentimental, a mis afinidades electivas. Eso es cosa de todo poeta, de todo hacedor.
-Menciona la oscilación de los like de Facebook. ¿Cuánta atención necesita un poeta?
-Uf. Demasiada. El poema donde se mencionan los Like de Facebook es obviamente más que paródico, no sé, ¿sarcástico? El poeta es un hacedor que nos entrega belleza y agonía, hermosura y eso que Kant u otros llamaron lo "sublime", una visión de mundo y también una decepción del mundo: pero a cambio, y creo que no tiene nada de malo, reclama atención. Atención a todo aquel tiempo dedicado a su arte, que es también una dádiva, por decirlo de alguna manera. No le veo nada de malo, hasta donde deja de ser un "pathos" y se adentra en la patología compulsiva. En los meses que estuve en cama tras la operación del pie, sin otro mecanismo que el de dar descanso a mi mente, aprendí mucho más del Zen que con cualquier tratado al respecto.
-Toma un epigrama para una serie interna del libro. ¿Por qué?
-Para experimentar; pero no por una experimentación gratuita. Siempre mi poesía ha sido muy barroca. Con las formas breves quise intentar decir lo mismo, pero con un ejercicio mental y vital de depuración lingüística. Que también es una forma de depuración existencial.
-¿No le teme a la vigilancia moral de estos tiempos? Hay poemas que tocan temas polémicos.
- "Estos tiempos", como los llamas, son tiempos notables, heroicos, revolucionarios, sobre todo en los aspectos que atañen a la violencia patriarcal, a la violencia sobre la mujer, pero sobre todo contra la "diferencia". Sea esta la que sea. Pero como en toda revolución hay excesos. "Robespierres" -más allá del género- que nos han llevado a una suerte de mesianismo, a un "deber ser", que va acorralando al erotismo. Al placer en todas sus formas. Incluso las extremas, que según Blake nos llevan al palacio del saber. Hay poemas escritos como apología al voyerismo, al goce sin fronteras. Salvo la del desconocimiento de los derechos del otro, una suerte de caza de brujas o de brujos, que nos tiene al borde de una regresión histérica. ¿Por qué no se puede admirar la belleza en una chica de veinte años en el Metro y escribir un poema sobre ello? ¿Por qué -en este nuevo "deber ser"- no podemos abismarnos en la belleza de unos pechos como naranjas estivales? ¿Por qué debemos enmudecer ante la Consagración de la primavera? Pienso que en "estos tiempos" estamos perdiendo el sentido del erotismo del otro, permutándolo por el miedo a cantar la belleza del otro. Pienso en lo que plantea Byung-Chul Han en su libro "La agonía del eros". La mecánica pornográfica es desastrosa más que por la objetualización del otro, por una pérdida mayor: la del re-conocimiento en el otro con todas sus diferencias y similitudes, y así. Y si no nos damos cuenta de esto a tiempo, vamos hacia una regresión victoriana que no me gustaría vivir en mis últimos años. No se la deseo a nadie, menos a la sociedad occidental. La vigilancia moral -en Irán existe una policía de la moral- nos arrastrará irremisiblemente a un tiempo de crispación del cuerpo frente el cuerpo, que antes no existía en Occidente. Yo soy un tipo occidental y defiendo la libertad sensual.
-¿Pueden ser libres los creadores actuales?
-Absolutamente: defiendo mi libertad, la libertad de creación artística. Defiendo, desde el arte, a Roman Polansky, a Pablo Neruda, a Woody Allen... trazo, si quieres, una delgada línea roja entre quién abusó desafortunadamente del otro, de su arte que me ha acompañado y liberado de prejuicios y otorgado belleza en mi vida.
-¿Haría una película?
-No. Me gusta, amo tanto el cine, que no atentaría contra él tratando de pararme tras una cámara sin tener el conocimiento, la sensibilidad y el talento necesario.
-¿Sabrán su conserje y vecinos que escribe de ellos?
-Jajaja. Lo dudo. No leen. Y no lo digo despectivamente. Es sólo una certeza en este condominio burgués. Aunque si me equivoco no hablo sobre o contra ellos. Elaboro con ellos una ficción textual, una forma ligera, alada, risueña, como quería Nietzsche que fuera el arte. Una volátil manera de dar cuenta sin rasgar vestiduras ni harakiri ni viernes de ceniza. No digo que Nietzsche haya triunfado, más bien no, finalmente el dolor de un caballo azotado por su amo lo llevó a su caída final en la locura.
-¿La jubilación le da más tiempo o te atormenta?
-No soy un tipo atormentado. Sufro por lo que se sufre y gozo por lo que se goza. El problema con la jubilación es como el de los premios literarios: llega cuando ya es tarde, cuando duelen las articulaciones y cuando las sinapsis van perdiendo sus conexiones eléctricas.
Alfonso Gonzalez Ramirez
"Estamos perdiendo el sentido del erotismo del otro, permutándolo por el miedo a cantar la belleza del otro".
"Las series son como los folletines del siglo XIX, salvo que en streaming las puedes ver de una vez, o determinando tú el 'tempo'".