Un estudio que refiere a los principales riesgos y peligros presentes y futuros que perciben los habitantes de cada una de las regiones del país fue el que trató el proyecto de investigación Fondecyt ejecutado por la Universidad de la Frontera (UFRO) de Temuco, en el área de la sociología del riesgo, y titulado "Construcción social del riesgo: Hacia una configuración diferenciada de los riesgos y peligros del Chile del siglo XXI", que para el país y la Región de Atacama incluyó grupos de discusión con habitantes de las ciudades de Copiapó y Caldera.
El estudio, liderada por el investigador de la UFRO, Dr. Arturo Vallejos, se llevó a cabo entre 2015 y 2018, y en su vertiente cualitativa convocó 55 grupos de discusión en el país, con un promedio de diez personas cada uno. Los grupos se conformaron por, parejo en número de hombres y mujeres, de diferentes edades, ingresos, profesiones y sector habitacional de la ciudad de cada uno, donde en la Región de Atacama se realizaron , se trabajó con dos grupos de discusión en Copiapó, y uno en Caldera, durante el año 2018.
Muestreo y opiniones
Las conclusiones vinieron luego del planteamiento del estudio, que consultó de modo general y abierto por cuáles son las preocupaciones que los habitantes perciben; cómo observan el futuro y cuáles son los mecanismos de aseguramiento para dar cuenta de estos problemas, donde según señaló Arturo Vallejos, "la gente habló desde sus preocupaciones personales, familiares y sociales (barrio, ciudad, región e incluso el país) donde las preguntas por el qué les preocupaba, cómo miraban su futuro y a qué estrategias echaban mano para dar cuenta de sus preocupaciones, fueron preguntas abiertas que generaron discursos de sentido y narrativas en torno a la percepción y construcción del riesgo en el territorio.
Como resultado, entre los participantes en Atacama, el estudio arrojó tres dimensiones principales presentes en los discursos de las personas. En primer lugar, la hostilidad ante la dinámica de desarrollo local que se ha ido instalando en el territorio; en segundo lugar, la inquietud e incertidumbre por la masiva presencia de población extranjera, y en tercer lugar, la desazón y conciencia ante la contaminación, donde los eventos como terremotos y tsunamis han sido naturalizados por la población.
Al respecto, Vallejos detalló que "hay una hostilidad y malestar ante el tipo de desarrollo que se ha ido construyendo en la región, donde el estudio señala a Copiapó como una ciudad cara, donde el costo de vida tiende a ser más alto que en el resto del país y la percepción de una pérdida de un valle con las ventajas que el modelo de desarrollo nos hizo perder, ya que el modelo de desarrollo anclado en la minería, fundamentado en una economía extractivista, ha llevado a la pérdida de esa imagen de un valle que era un oasis en el desierto".
Por último, en temas ambientales, el estudio menciona la contaminación de faenas mineras como algo histórico, que junto a la escasez y mala calidad del agua, llevan externalidades negativas como el desarrollo de cáncer producto de la inhalación de metales pesados y contaminación del agua potable.
Desde Copiapó
Frente a estos aspectos, Sara Arenas, sicóloga social de la Universidad Santo Tomás sede Copiapó, encontró similitudes con lo recabado en evaluaciones y trabajo territorial desde la institución que representa. Al respecto, señaló que "el tema de Copiapó como ciudad minera la posiciona como una ciudad cara, con una doble implicancia: por un lado está el caso del minero exitoso que puede costear ciertos gastos y por otro, la del minero que obtiene recursos de la ciudad y se va, dando como resultado el miedo de que se trate de una ciudad que desaparezca, cosa que hemos visto en estudios propios".
En tanto, sobre la inquietud social asociada al fenómeno migratorio, Arenas sostuvo que "puede responder a no contar con una política real de migración que ha llevado a juicios y temores, ya que al estar tan desregulado, no hay políticas integradoras que cambien la visión, teniendo como resultado personas que ven amenazados sus trabajos o el acceso a éste". Asimismo, la profesional añade que la dependencia a la actividad minera en la zona, cuyos proyectos y valores ha estado en baja, y ante la eventualidad de que los extranjeros trabajen a menor costo, aumentan la sensación de inseguridad en torno a los foráneos.
Respecto a que los motivos ambientales aparezcan como amenaza, Arenas aludió a que "hay una cierta naturalización de la contaminación dado que es zona minera y no hay minera que no contamine: se secó el río, estamos llenos de relave, y salvo la acción de grupos aislados, se trata de grupos minoritarios, por lo que hay desazón y es comprensible". La sicóloga añadió que en los años 50-60 la llegada de minería a la zona se vio como parte del progreso de la industrialización, en los 90 hubo movilizaciones en Paipote, sin embargo, ve una "tendencia a naturalizar la contaminación como algo propio de la faena y el progreso".
En esa misma línea, Arenas menciona los aluviones como "fenómenos catastróficos que para nada están tomados como algo natural, donde ni los coyas supieron cómo enfrentarlos".
Francisco Astudillo, sociólogo e investigador copiapino y máster en antropología social, valoró el estudio, donde a su juicio "todo esfuerzo investigativo en ciencias sociales es un aporte al conocimiento, en especial en áreas temáticas como las del riesgo, que en los últimos años se han tornado cada vez más relevantes en nuestro país y nuestra región". Igualmente y en términos generales, Astudillo indicó que las conclusiones del estudio "ciertamente representan algunos aspectos de territorios altamente dependientes de economías extractivas, en contexto de un estado fuertemente centralizado y en el que las regiones se conciben como territorios abandonados".
Si bien el académico coincide en algunos diagnósticos del estudio UFRO, señaló desacuerdo frente a la idea de que "los desastres naturales se han ido naturalizando entre la población", ya que "según trabajos de psicología social desarrollados por el Dr. en sicología social José Sandoval, -entonces académico de la Universidad de Atacama-, entre 2016 y 2017, en torno a la percepción del riesgo, la tendencia parecía mostrar más bien un proceso en el que se pasaba de concepciones naturalistas del riesgo, a las antrópicas, es decir, generadas por el hombre, en particular, de orden político". En ese sentido, Astudillo detalla que luego del aluvión 2015 las personas sí naturalizaban un poco más a los factores naturales, sin embargo luego del aluvión 2017 las conclusiones vinieron desde una responsabilidad de políticas públicas y ordenamiento territorial.
Adicionalmente, el investigador citó otro estudio con el mismo Sandoval, donde analizaron las dinámicas sociopolíticas en tres áreas de Copiapó luego de los aluviones de 2017, en un estudio procesual que abordó hasta mediados de 2018 y que consideró como antecedentes los fenómenos de 2015 y su proceso de recuperación, "por lo que a nuestro criterio, la naturalización de los desastres naturales es discutible para el caso señalado".
El Dr. Arturo Vallejos, líder del estudio, señaló que "el peligro es un evento externo, donde otras decisiones y eventos pueden causar externalidades positivas o negativas, pero yo no decido sobre él". Igualmente, el académico indicó que "no planteamos que riesgos y peligros tengan una generación política, sino decimos que el riesgo es la probabilidad de ocurrencia de un evento futuro que puede traer externalidades, asociado a una decisión (personal u organizacional), donde los efectos del cambio global tienen causa antrópica".
década en que la llegada de la minería a la zona se vio como parte de la industrialización. 50´s