Secciones

"La música de un hobbie pasó a ser algo más"

ARTISTA. Muchas veces se ha planteado hacer de la música su profesión, aunque considera que en Chile es difícil. DESARROLLO. El Servicio Militar marcó las bases para su futuro, ya que no sabía qué hacer con su vida y la institución le abrió sus puertas.
E-mail Compartir

Entre las cuatro paredes de una casa ubicada en calle Salitrera Solfirino, El Palomar, se oyen canciones de Inti Illimani, Los Bunkers, y boleros. Distintas melodías que se mezclan para inspirar a Javier Flores, estudiante de 19 años.

Javier nació en Diego de Almagro, comuna que solo vio su nacimiento. Vivió unos años en El Salvador, y de ahí emigró a Copiapó con sus padres.

Sobre su camino en el arte, Javier relata que "hace unos cinco o seis años toco instrumentos, en el Liceo de Música. Aprendí a tocar violín. Cuando salí pasé a la guitarra. De ahí lo complementé con más cosas, charango, ukelele, siempre con instrumentos de cuerdas".

Hoy el músico estudia en el Liceo El Palomar, lidera un proyecto musical del que participan otros compañeros. También es partícipe de una banda llamada "Jote Melancólico", donde participan profesores de su liceo.

Beneficios

Acerca de como influye la música en su vida, el joven comenta que "la música me ayuda expresar cosas que a veces no se pueden decir simplemente con palabras, liberar tensiones, del hobbie pasó a ser algo más".

El estudiante recordó sus experiencias en el escenario, diciendo que "frente a un público, al principio me ponía nervioso. Pero después con los aplausos se me pasó, es gratificante saber que la gente reconoce lo que haces".

No todo es música en la vida de Javier, también le gustan los deportes, juega fútbol y voleibol con sus amigos.

Ya ha probado dar un paso más en el arte, postuló a programas pero no fue seleccionado. Aunque eso no fue motivo para dejar de lado lo que le apasiona.

De todos modos ha pensado en otros caminos para su futuro. Psicología y pedagogía son las carreras que más llaman su atención en este momento.


"El Ejército me puso los pies en la tierra"

Para devolverle la mano a la institución que marcó su futuro, Julio Díaz, soldado de 26 años se distanció más de 1.400 kilómetros desde su natal región de La Araucanía y servir como subteniente en el Regimiento de Infantería N°23 de Copiapó.

Julio es oriundo de Temuco, en dicha ciudad tomó una decisión que cambió su vida radicalmente. Inscribirse como voluntario al Servicio Militar, pese a la negativa de sus padres.

Antes del Ejército, Díaz jugaba rugby, su deporte favorito. También le hubiese gustado estudiar Turismo de Aventura o Kinesiología, "algo completamente distinto de lo que hago", comenta entre risas el joven.

Carrera Militar

Nadie le contó a Julio como sería la vida en el Ejército, no tiene familiares ni amigos en la institución, lo suyo fue cuestión propia.

El subteniente cuenta que "el Ejército me puso los pies en la tierra, me ayudó a madurar y marcó las bases para mi futuro. En ese minuto no sabía que hacer con mi vida, y la institución me abrió las puertas".

Una de sus mejores experiencias fue realizar ayuda comunitaria siendo soldado, al respecto Díaz dijo que "en Lonquimay ocurrió lo que se llama el terremoto blanco, y me tocó realizar ayuda humanitaria. Eso me gustó mucho, son gestos que alegran por dentro a una persona".

Al terminar el Servicio Militar, Julio ingresó a la Escuela de Oficiales en Santiago. Se especializó en infantería en un proceso que dura cuatro años.

Después se abrieron los cupos de destinación, tuvo que elegir entre Antofagasta, Calama, o Copiapó. Por consejo de sus superiores optó por Copiapó, para conocer el trabajo en una unidad pequeña.

No ha pensado en su futuro, considera que esto recién comienza y le queda mucho camino por recorrer. Todos los días aprende algo nuevo y se enamora cada vez más de la vida militar, finaliza el joven.

Javier Flores (19)

Julio Díaz (26)