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La historia del abuelito de las "Cuatro esquinas"

AYUDA. El lunes en la noche fue internado en el Hospital Regional por una infección. Ahora algunos copiapinos armaron una campaña solidaria para ayudarlo.
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Constanza Romo Álvarez

Todo partió el lunes, cuando una joven copiapina caminaba junto a su mamá por avenida Henríquez rumbo a su casa. La ruta fue interrumpida por la aparición de Luis Montero (63), quien llorando delató el estado de salud en el que se encontraba. Un hongo en sus genitales provocó un alza importante en la temperatura y el dolor le arrancaba lágrimas al hombre conocido por pedir dinero en las cuatro esquinas de la Avenida el Palomar con Henríquez. La ambulancia, a la que llamaron al ver su estado, demoró más de una hora en llegar, y pese a que en el centro asistencial fue internado en urgencias y se le comenzó a dar tratamiento de antibióticos vía intravenosa, Montero ayer al mediodía firmó el alta médica por su propia voluntad.

"No quiero estar aquí, después le voy a contar por qué", dijo, mientras la enfermera le sacaba la intravenosa. Dos jóvenes intentaban convencerlo de quedarse, pero con muy poco ánimo. La resignación no solo de ella, sino también del equipo médico era latente. No se quería quedar para continuar con el tratamiento.

No tenía una razón de peso, más que la de querer estar en su pieza, en el sector de Escorial, en Rosario. Cuarto de no más de cuatro metros cuadrados, que a un costado tiene un pozo que es utilizado como letrina y que por ende tiene el interior lleno de moscas. La poca ropa que tiene, está amontonada en una de las esquinas y es difícil distinguir lo limpio de lo sucio, no tiene baño y en un tarro hace sus necesidades. Dos sillas de rueda terminan de decorar el poco espacio, la que tiene actualmente -una con motor eléctrico- se demoró más de un año y medio en llegar, y fue donada por el Senadis. En ella se ha hecho conocido por andar a la par de los autos por la calle.

Hace 63 años nació en Talca. Cuenta que a los 15 años sus padres fallecieron y que se vino a vivir a Copiapó. En la misma época comenzó a fumar, vicio que no ha dejado hasta el mismo minuto en que comienza el trayecto hasta Rosario, con un cigarro colgando de su mano, primero por Los Carrera, luego por Henríquez hasta la carretera, para tomar la calle Vallenar y comenzar a subir el cerro. Dice que tampoco va a dejar de fumar, porque no quiere tener cáncer. Varios de sus amigos lo han hecho y se les ha diagnosticado cáncer. No obstante, Luis al parecer ya tiene la enfermedad. La noche del martes le practicaron un escáner que salió malo y que tenían que repetírselo, la sospecha era un tumor en el cerebro del cual había comentado. No pudo saber los resultados, porque antes firmó el alta médica.

Dice no querer saber y asume que su actitud es un poco porfiada.

Se casó una vez y no le gusta que lo reten. "¿Por qué cree que me separé?", dice para justificar la lejanía de su esposa y de sus seis hijos. Y de paso, su salida del mismo hospital.

El 2011 comenzó a tratarse en el consultorio de Rosario, por una diabetes que tiene descontrolada. Es mismo año viajó hasta Santiago y en un hospital le amputaron la pierna derecha. Cuatro años después perdió la izquierda. Al mismo centro de atención llegó ayer en la tarde, acompañado de las mismas dos jóvenes que caminaron a su lado por todo el trayecto. Pese a los más de 30 grados que hacían por la tarde, Luis nunca se sacó su poleron con el logotipo de un supermercado cercano al lugar donde pide dinero. Y alegaba constantemente tener frío.

Cuando pasaron a pedir una hora para que un médico pudiera recetarle algún tratamiento vía oral para la infección que aún mantiene, las jóvenes se dieron cuenta que es un paciente inestable. Que entra y sale del hospital y del mismo consultorio, él mismo comentó que ha estado cuatro o cinco veces internado y que no dura más de un día. Alega su independencia. Sin embargo su estado de salud ha hecho que parezca un hombre de ochenta años. A eso se le suma los triglicéridos altos y la glicemia, todas enfermedades complejas de las que no quiere saber, ni mucho menos tratarse.

Su trabajo, como así lo llama y con el que complementa su pensión de invalidez de un poco más de cien mil pesos, es de largo aliento. Al sol, Luis Montero pide monedas en el sector conocido como cuatro esquinas y la incapacidad de acceder a un baño lo llevaron a la infección de la que necesita tratamiento urgente.

Hace varias décadas atrás fue jardinero del mismo hospital del que salió ayer, ahí estuvo hasta que no necesitaron más de sus servicios. Su hermano, era la única familia que le quedaba y con la que compartía su vida, pero murió en Santiago el año pasado. Otros dicen que falleció al otro lado de la cordillera, en Argentina.

No importa donde haya muerto, dijo, y se quedó mirando otra cosa desviando rápidamente la mirada. Si bien le guarda un poco de rencor por la relación a escondidas que tuvo con una de sus parejas, lo extraña. La vida en solitario no es buena, comenta, cuando le preguntan si quiere que lo vaya a ver gente. No quiere ser ermitaño, quiere seguir riendo.


Campaña

Nicol Silva, la joven que lo encontró la noche del lunes, armó un grupo de Whatsapp para poder ayudar a Luis Montero. Además está recibiendo donaciones y organizando, a través del mismo medio, a un grupo para ayudar. El número es el +56949015407. En general, Montero necesita ropa, artículos de limpieza y alimentos livianos.