Viuda de Borges: "Para mí es como si todavía estuviera"
La escritora argentina María Kodama fue la compañera de Jorge Luis Borges (1899-1986) desde los 16 años de edad. Es además su albacea. Esta semana, después de brindar una conferencia en Santiago, recordó con ferviente detalle la intimidad del autor.
maría kodama recuerda que a borges no le gustaba el tango. Prefería la milonga. Ella, en cambio, el rock de los Stones.
Caminando leve y con un abrigo claro que le llega a los tobillos, María Kodama es generosa con su tiempo al momento de las fotografías, aunque reconoce que no le gusta estar frente, sino detrás de la cámara, sacando "imágenes extrañas", que son las que captura. Hace frío en el lobby y ella confirma que no le gusta el invierno, que prefiere el sol, pero no el calor infernal que a veces hay en Buenos Aires. Está en Chile y acaba de participar en un nuevo foro de la serie "Encuentros El Mercurio", donde relató cómo fue vivir con Jorge Luis Borges (1899-1986), uno de los principales escritores del siglo XX.
Reacia a publicar, Kodama bajó la guardia el año pasado con "Homenaje a Borges" (Editorial Sudamericana), libro que reúne una veintena de diversas conferencias sobre él y su obra, que a lo largo de 31 años desde su muerte ella ha ofrecido en diferentes lugares y circunstancias.
Sobre la encantadora foto de la portada, la escritora, traductora y también profesora se apresura a decir que ella no la eligió -así como tampoco lo hizo con las veinte conferencias escogidas-, pero que el espectro que abarca la dejó satisfecha. El gato que mira fijo a la cámara es un felino que un día toparon con Borges, por azarosa bifurcación de caminos seguramente, entre las calles de Roma. "Esa foto ni siquiera sé quién la sacó, es en Roma y era un gato de la calle que pasaba, se nos quedó parado mirándonos y entonces yo lo cogí para mostrárselo a Borges. Me encanta la foto, porque el gato es el único que mira al fotógrafo, con la pata así como un actor, es divino el gato", menciona la autora.
A Kodama le gustan los gatos y los perros, estos últimos de tamaño grande y pelo corto, como los doberman y galgos. Es un gusto que no puede cumplir, porque vive en departamento y no imagina a un animal grande en ese confinamiento. Sobre los gatos de Borges cuenta que conoció a Beppo, a quien su dueño le dedicó un poema: "Era tranquilo Beppo, tenía el pelaje blanco y a veces le gustaba dormir panza arriba".
-¿Usted sabía que Borges dibujaba tigres de niño?
-Sí, claro, por supuesto. Tenía un buen trazo, muy amoroso, y en el museo están esos dibujitos. Además, Borges fue abrazado por la tigresa Rosie.
-Esa foto es asombrosa. ¿Cómo se hizo?
-Fui con unos amigos a ver a un hombre que se llamaba Cutini, que tenía una reserva cerca de Luján en ese momento, y era increíble, porque jugaba en ese predio con seis tigres como si fueran gatos. Se empujaban mutuamente, uno de ellos le hizo volar los anteojos, muy divertido y fascinante. Le conté a Borges ese fin de semana y fuimos y fue abrazado por la tigresa Rosie. Cutini le dijo: "Rosie, sentáte", y ella se sentó al lado nuestro. Después le dijo: "El maestro va a tener el honor de acariciarte y vos vas a tener también el honor de ser acariciada por el maestro. Saludá al maestro, Rosie", y Rosie le puso las dos patas encima y luego empezó a lamerle la cabeza como si fuera su cachorro. Borges me dijo: "María, qué peso tiene… y qué olor". "Bueno, Borges, si es carnívora", le dije.
-¿Qué sentía Borges por los felinos?
-Le gustaban desde muy chico. Lo llevaban al zoológico y se quedaba parado delante de la jaula y no quería irse. No sé qué representaban, eran elegantes, no sé si eran la metáfora de algo, era algo más simple.
-Y los perros, ¿le gustaban?
-No, no era de perros. Han hecho encuestas y entrevistas entre dueños de gatos y dueños de perros y concluyeron que los gatos son amados por gente intelectual y libre. En cambio los perros son amados por gente que se siente sola y necesita tener algo, pero que a la vez son dominantes.
-¿Por qué se ha negado a publicar lo que escribe?
-No me interesa, yo soy libre y escribir es para mí como bailar, es una cosa que me permite escapar a otra dimensión.
-¿No le gustaría que la leyeran?
-No, la verdad es que ni me gusta ni me disgusta. Para mí escribir es relajarme, en cambio si uno publica empiezan las presiones, los sí, los no, los por qué.
-¿Y qué tipo de ficciones escribe?
-Escribo cuentos y es muy divertido, porque uno que escribí y salió publicado en un diario salvó al Argentinosaurio. Resulta que Argentina había sido invitada a la Feria de Frankfurt, donde llegamos con íconos como el Che, Eva Perón, Gardel y Maradona, y como escritores agregaron a Borges y Cortázar. Además, se había mandado en la fragata Libertad al saurio, pero la confiscaron en Ghana. Desde Cancillería me pidieron llevar algo de Borges y ese cuento del dinosaurio que escribí -que yo ni sabía dónde estaba-, para leerlo al alemán en traducción simultánea. Me explicaron que había un muchacho que lo tenía y solo necesitaban mi permiso. Hecho esto, luego me enteré que gracias a ese cuento el Argentinosaurio no fue confiscado y se pospuso el pago, ya que se unió a un acto cultural importante.
-Y ese cuento, ¿de qué nació?
-De nada, a mí me gustan los dinosaurios, escribo de lo que me llama la atención.
Todos los borges
María Kodama es la presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges y cuenta que el trabajo que demanda es harto. "Organizamos actos, homenajes en Argentina y en otros países", comenta. Son amigos suyos quienes la acompañan en estas labores y ella recuerda especialmente la semana del cumpleaños de Borges y la publicación final de todas las ponencias y conferencias que se hacen. No sabe si Borges es muy leído en su patria, pero sí que está presente en Buenos Aires y en todo el mundo.
-¿Cómo era Borges como profesor?
-Yo no lo tuve de profesor en la universidad, fue como profesor particular y muy divertido cuando estudiamos inglés antiguo e islandés. En la facultad él tenía la cátedra de Literatura Inglesa y Americana, se hizo famoso por lo benevolente que era, se hizo popular la anécdota de una chica a la que tuvo que aplazar porque él le decía "Romeo y …", y la chica quedaba muda. Entonces, no le quedó otro remedio que aplazarla.
-¿Borges se consideraba sobre todo un poeta?
-Él era muy exigente, vivía haciendo correcciones de lo que escribía e incluso de lo ya publicado. Corregía y corregía y pensaba que lo máximo era la poesía, pero consideraba que todavía él no había escrito "el poema".
-¿Y por qué no hizo novelas?
-No le gustaban, lo aburrían, decía que se perdía el tiempo leyendo novelas donde aparecen casitas, mantelitos, florcitas… en 500 páginas no se puede mantener algo puntual y tenso. En la novela hay cosas que entran y salen, más o menos interesantes; en cambio, como él decía, tanto el poema como el cuento es una flecha disparada a un centro: o llega o inmediatamente cae y fracasa, es una presión que no la tiene la novela.
-¿Cómo ha decantado en su memoria el recuerdo de Borges?
-Para mí es como si todavía estuviera, la verdad es que no tengo nostalgias, lo siento muy presente en toda mi vida. Hay recuerdos grabados, por supuesto.
-¿Qué hacía aflorar el humor de Borges?
-A veces las preguntas que hacía la gente las contestaba de una manera muy humorística, pero no era su característica principal el humor.
-¿Compartían al despertarse sus sueños?
-Sí, claro. Los sueños de Borges a veces le servían para sus cuentos o poemas, tenía la suerte de poder recordarlos. Yo no siempre me recuerdo de lo que soñé, de vez en cuando sí.
Borges visual
A Borges le encantaba moverse en taxis por la ciudad, muy independiente. Los choferes lo adoraban, porque cuando terminaba el viaje abría la billetera y les decía "sírvase", y le decían de vuelta: "No, maestro, por favor, es un placer su charla". Kodama supone que lo que tienen en común sus lectores es el interés por la buena literatura y dice que junto a él no había rutina, que siempre se le estaban ocurriendo cosas y que iban bastante al cine. "Era un excelente crítico de cine y aunque no veía, como entendía muchos idiomas, podía seguir lo que pasaba", explica.
-¿Qué películas le gustaban?
-Las de acción, en general.
-Leí que le gustaba "West Side Story".
-Sí, adoraba esa película, la vimos no sé cuántas veces, le gustaba mucho la música. Otra que le fascinaba era "Lawrence de Arabia" y también las películas de Bergman.
Kodama cuenta que se fue de su casa para no ver más televisión y que hasta el día de hoy no tiene una. Asegura que si algún cineasta le manda un argumento y considera que no traiciona lo que Borges quería decir, no ve por qué no se pueda llevar al cine. Recuerda que en vida de Borges se hicieron algunas películas, la mayoría consideradas por él un fracaso, salvo dos: "El hombre de la esquina rosada", de René Mugica, y "La estrategia de la araña", de Bernardo Bertolucci.
-Y en cuanto a música, ¿por qué prefería la milonga al tango?
-Encontraba que el tango era muy llorón y sentimental, decía que Gardel lo había destruido y encontraba, en cambio, a la milonga muy alegre.
-¿Y cuál era su favorita?
-No sé, yo no conozco.
-Usted no es de milongas.
-No, no es mi música, me gusta el rock, que es de mi época.
-¿Rolling Stones o Beatles?
-Adoro a los Rolling Stones, los Beatles también, pero prefiero a los Rolling, son más fuertes.
maría kodama dirige una fundación que organiza encuentros sobre borges en todo el mundo.
Borges y la traducción
Cuatro trazos sobre Borges
San Agustín en el libro XI, Capítulo XIV de las Confesiones se pregunta:
¿Qué es, pues, el tiempo?
Si nadie me lo pide, lo sé.
Si quiero explicárselo a quien me lo pide no lo sé.
El tiempo, esa materia de la que estamos hechos ha preocupado al hombre desde el principio del mundo y fue el origen de aquellas teorías filosóficas a través de las cuales miríadas de pensadores, arrancando de Grecia, madre del pensamiento occidental, trataron de explicar y comprender. Esta atracción por develar ese misterio no quedó circunscripta a los filósofos, sino que también puede verse en los teólogos, en las distintas manifestaciones del arte y, por supuesto, en la literatura.
Entre nosotros, nadie como Borges ha escrito sobre el tiempo de tantas y tan variadas maneras poniendo de manifiesto no sólo la preocupación que todo hombre sensible siente ante el tiempo, sino también el profundo y variado conocimiento de las filosofías que trataron el tema a través de los siglos.
Tiempo al que no se limitó a sentir o entender o refutar filosóficamente sino al que convirtió en materia de su creación, a través de poemas y páginas en prosa de indescriptible belleza.
¿Cómo era el tiempo en Borges?
En el prólogo a Evaristo Carriego, Borges ya nos plantea una dualidad de tiempos, un tiempo real que transcurría fuera de la verja con lanzas, en Palermo con compadritos que andaban por las esquinas y el tiempo de sus mañanas y tardes de niño en un jardín y en la vasta biblioteca de libros ingleses. El tiempo volvía a bifurcarse al trasponer el umbral de la casa, en ese tiempo congelado en los daguerrotipos que mostraban los rostros austeros de los antepasados que habían forjado la patria y aquellos personajes que "poblaron mis mañanas y dieron agradable horror a mis noches", personajes a los que sentía vivos por la mágica imaginación de Verne, de Stevenson o de aquellos confabulatores nocturni que tejieron las Mil y una noches.
Borges termina el prólogo preguntándose "¿cómo fue aquel Palermo o cómo hubiera sido hermoso que fuera?"
A estas preguntas quiere contestar el libro, menos documental que imaginativo.
En estas preguntas y en la respuesta sólo da cabida a la imaginación para contestarlas, ya que él mismo había declarado: "Yo creí, durante años, haberme criado en un suburbio de Buenos Aires". La otra bifurcación del tiempo se producirá cuando parte con sus padres a Europa. Sin saberlo, atesorará el tiempo de la recién dejada infancia y transformará a su regreso, en el libro con el que pretende fundar su ciudad y recuperar a través del recuerdo el tiempo (de su infancia) de las casas bajas y los patios ajedrezados.
(Páginas 147, 148, 149)
Borges supone que hay universalmente dos tipos de traducciones, una literal, otra perifrástica, esto corresponde a dos maneras de sentir el mundo, la primera correspondería a la romántica, la segunda a la clásica, aunque ésta parezca una paradoja, Borges va a razonar lo que nos dice: a los clásicos les interesaba la obra del arte, no el artista. La metáfora es sentida como un logro de verdad poética, que debe ser aprovechada por todos, el traductor entonces deberá verter su original no sólo a las palabras sino a la sintaxis y al repertorio de esas verdades, las metáforas de su idioma.
Los románticos, por el contrario, piensan en el hombre y por supuesto no es arquetípico ni atemporal, es A o B, nadie puede torcer lo que escribió, por eso esta es la justificación para la literalidad de las traducciones, esta irremplazable diferenciación humana las justifica. El traductor, muchas veces se ve obligado a enfatizar cada cosa, todo hasta la mentira.
(Páginas 163-164)
¿Qué es el tiempo?
Islandia
¿Qué pudo llevar a un escritor sudamericano nacido a fines del siglo XIX a interesarse por algo tan remoto en esa época como Islandia?
La suma de elementos que va entretejiendo sutilmente el destino -el "Ker" entre los griegos, al que hasta los dioses debían atacar-, hizo que Jorge Luis Borges comenzara a transitar por ese camino que desembocaría en la última Thule, nombre con el que los romanos designaban a esa tierra, a esa isla hecha de fuego y de hielo por los dioses.
Su primera aproximación fue cuando siendo muy niño, aún, de cuatro o cinco años oyó el relato que su abuela inglesa le hacía del Viaje al Centro de la Tierra, obra de Julio Verne. Maravillado, sintió que las puertas para cualquier aventura, estaba en ese lugar increíble con un nombre difícil de recordar, ese volcán extinto Sneffels formado por varios cráteres también extinguidos hacía millones de años. Desde allí, aun lo más imposible mágicamente podía llevarse a cabo.
(Página 171)
¿Qué era para nosotros el arte?
Era la mágica posibilidad de percibir la realidad a través de sonidos, de colores, de texturas, que transmutados por la alquimia de la creación, ofrecen el espejismo de otra realidad.
Era la emoción compartida, porque usted supo, cuando al pie de la escalinata del Louvre alcé los ojos y descubrí la Victoria de Samotracia, que en ese instante, anulado el tiempo, se superponía a esa escultura la imagen de una lámina en un libro de arte que mi padre me regaló. Con ese libro me dio, a los cuatro años, sin que yo lo supiera, la primera lección de estética de mi vida. Me enseñó qué era la belleza. Recuerdo que ante mi desencanto porque la figura no tenía una cabeza, un rostro, con infinita paciencia me dijo que observara los pliegues de la túnica agitados por la brisa del mar. Detener en ese moviemiento la brisa del mar, para la eternidad, eso era la belleza. El arte y sólo el arte, podía lograrlo."
(Página 275)
María Kodama
Ed. Sudamericana
280 páginas
$12.000
"Homenaje
a Borges"
Wilson gajardo blackwood
Por Amelia Carvallo
"Borges no era de perros. Han hecho encuestas entre dueños de gatos y dueños de perros y concluyeron que los gatos son amados por gente intelectual y libre".
"Borges decía que se perdía el tiempo leyendo novelas donde aparecen casitas, mantelitos, florcitas... en 500 páginas no se puede mantener algo puntual y tenso".
Wilson gajardo blackwood
Extractos del libro "Homenaje a Borges" (Ed. Sudamericana, 2016), de María Kodama.
"Nadie como Borges ha escrito sobre el tiempo de tantas y tan variadas maneras poniendo de manifiesto (...) la preocupación que todo hombre sensible siente ante el tiempo".