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Amaretto

Neve, Yuyo y Astri

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"Mientras nuestros pasos hacían sonar el pedregullo me preguntaba qué otra cosa sostenía mi amistad con Neve, además de su afilado sentido del tiempo y del espacio, que me permitía distraerme en estos pensamientos. Pensé que sin duda era la historia de nuestro encuentro, ese lanzamiento en simultáneo hacia otro mundo desconocido a explorar, cuando somos una pantalla con volumen y contorno humano en la que proyectamos y sobre la que nos proyectan visiones entretejidas con la realidad de algunos gestos y palabras. Algunos se preguntarían, no lo sé con certeza -nadie se atrevió nunca a interrogarme-, en qué consistía nuestra relación, pero a nosotros solo nos importaba nuestro encuentro, la situación límite cuando tuvimos que cruzar la creciente del Colanzulí -lo puedo contar solo una vez más- y trenzamos nuestros brazos con los de otra gente mientras el agua, el barro y las piedras nos sacudían y querían desprender la cadena humana, llevándose todo. Todavía tengo en el cuerpo una de las marcas -en el centro de mi pecho- de una rama que me golpeó, y los días de humedad me duele... Por el culto rendido a ese origen estábamos en el zoológico de La Plata un domingo de otoño y otro día podíamos llegar a estar quién sabe dónde haciendo vaya a saber qué".

"Cuando Mauro abrió la puerta del departamento se dio cuenta por el olor agrio que otra vez se había olvidado de sacar la basura. Aunque el camión ya había pasado, dejó las bolsas en la calle, abrió un rato las ventanas y encendió el televisor. Una propaganda anunciaba una nueva bebida alcohólica llamada Astri. Astri también se llamaba un dispositivo que llevaba la guitarra de su profesora para amplificar el sonido. Ella lo usaba en los conciertos para que el instrumento resonara mejor sin implantarle micrófono. Estaba hecho en Alemania, se lo había hecho traer por el marido. Aunque era concertista también daba clases porque tenía que alquilar un estudio para la hija pintora. La profesora le contó a Mauro que la hija pintaba con modelo vivo y que salía muy caro. Le explicó, antes que Mauro se imaginara nada, que lo que pintaba no era figurativo ni realista, que trabajaba con modelo vivo pero que eran traducciones del cuerpo humano a la abstracción. La vida de la profesora era misteriosa para Mauro. Cuando la puerta de la cocina estaba abierta, veía todo muy limpio y quieto. A veces había una taza sobre la mesada. Y la profesora también era inmaculada. Al marido lo veía en los conciertos, apenas se saludaban con un gesto a lo lejos. Mauro creía que sabía que era un alumno pero no lo individualizaba del todo, la profesora nunca los presentó".

Rosario Bléfari

Lecturas Ediciones

72 páginas

$7.000


"Mis ejemplos"


miniturismo

"Yuyo Gálvez no es equilibrista pero ha vivido siempre en la cuerda floja. Entre un pasado tan deslucido como glorioso y un futuro que a lo sumo será un palo de circo al que agarrarse, lo más sólido que tiene bajo sus pies es esa cuerda. Yuyo Gálvez es el sujeto fiscal que hizo un lote con sus amigos, los metió en un camión y los vendió. Actuó así más por reestablecer cierto equilibrio que por un interés privado: amigos le sobraban, y le siguen sobrando; dinero, en cambio, siempre le faltó. Incluso le falta cuando lo tiene. En manos de Yuyo, el dinero pierde valor. No por un proceso inflacionario, ni porque lo abrumen las deudas, que, si bien las tiene -incluso conmigo- son sin embargo leves y en cierto modo, lo aguantan en el aire. No. El dinero pierde valor en sus manos por un proceso, digamos, sicofísico, por una alquimia invertida que no me veo en condiciones de explicar. Yuyo Gálvez es un transformador de oro en zinc. En plomo no, porque se caería".

Tres adelantos del libro de cuentos cortos "Mis ejemplos" (Lecturas Ediciones), de Rosario Bléfari.